Noviembre (0961090) - ✠ Parafarmacia y Farmacia Online | Bienestar Tic Tac Bank
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¿Metro y medio?
El año pasado no fue un invierno de verdad. Solo empezó a nevar muy a finales de diciembre. Pero este año los extraños copos del otro día parece que nos avisaron. Ahora sí que ha empezado a nevar. Y, según me han dicho, entre hoy y mañana tiene que caer… ¡METRO Y MEDIO de nieve! ¡Socorro! Ya para cuando he salido de casa hoy se me hundían los pies completamente en la nieve. Estad atentos, que os mantendré informados. Será toda una experiencia. Hmmm… sí, tengo madera en casa para la chimenea. Y la nevera más menos llena. Y mañana es viernes… Vale, creo que estamos preparados.
¡Pobrecita!
Mientras tanto, nuestra vida sigue en Moscú como es recurring en nosotros… por eso, para no perder las costumbres, hemos tenido otra aventura médica. La peque se cayó por las escaleras en el cole el miércoles y le han puesto una escayola blanda porque no están seguros de si hay fractura. Sí, como lo leéis. El de los rayos X dijo que la hay pero el cirujano ortopédico no la ve. Así que no están seguros. Esta tarde me la llevaré a otro médico para pedir una segunda opinión. No le duele mucho, solo cuando se apoya, por lo que tiendo a estar de acuerdo con el cirujano, pero no me gustaría meter la pata (nunca mejor dicho) y que haya una lesión sin tratar sin curar bien. Tampoco pierdo nada por pasar otra tarde más de médicos…
Hasta pronto. Un abrazo, J.
P.S.: ¡Oh, no! Hoy me toca trabajar de sustituta en el cole y me acabo de enterar que, entre lección y lección, hoy estoy de guardia en el patio. Eso significa que me tengo que ir al campo de fútbol y vigilar a los chavales durante 20-30 minutos… ¡bajo la nieve! ¿Sobreviviré?
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Acabo de salir a pasear con los perros. Apenas son las 7.15 de la mañana. Y me he llevado la sorpresa de que está nevando. Eso me pasa por no asomarme mirar por la ventana antes de salir. 🙂
Lo que más me ha llamado la atención, sin embargo, es cómo nieva. Nieva con pereza, como sin ganas. Y la nieve que cae es como de mentira, como de película. Parece que estuviéramos en un decorado de cine y que alguien dejara caer pequeñas bolitas desde las alturas. Los copos caen despacio, a cámara lenta. Muy curioso. a mí me lo ha parecido
Un abrazo, J.
¡Menudo nombrecito! Y el caso es que le pega. El parque es tan rimbombante como su nombre. Es un recinto descomunal (ocupa más territorio que Mónaco) y puramente soviético que se construyó con motivo de la Exposición Agrícola Nacional y con el objetivo de conmemorar y celebrar todos los logros, descubrimientos y adelantos empresariales y científicos soviéticos. Todavía hoy permanece en bastante buen estado y sin grandes cambios desde su inauguración, por lo que resulta de lo más interesante de visitar. Y también todavía hoy se sigue utilizando como zona de exposición y muestras para eventos nacionales e internacionales.
Lo que no sé si existía desde el principio es la zona de las ferias si eso se habrá añadido más adelante…
Todo el conjunto está formado por una multitud de pabellones individuales de gran tamaño, algunos temáticos, como el de Armenia el de electrónica, pero muchos de ellos reconvertidos en una especie de mercados pequeños centros comerciales. En ellos he visto de todo: comida, medicamentos, aparatos de diseño, joyas, pieles, ropa, tiendas de accesorios para animales. Cualquiera diría que estamos en un parque…
Todos los pabellones mantienen un diseño y una imagen puramente soviéticos. No puede haber duda acerca de sus orígenes. Y los motivos decorativos de todo el conjunto son tan identificables como su arquitectura. Hoy, miráramos donde miráramos, nuestra vista tropezaba con una hoz y un martillo con algún campesino u obrero.
Los edificios se alzan a ambos lados de una inmensa avenida. Hay otras estatuas y otros objetos decorativos que os describiré en un momento porque también son dignos de atención. Pero además, a todo lo largo de la vía, hay atracciones varias: pistas de karting, de patinaje sobre hielo sobre ruedas, kioscos de comida, puestos de té, algún restaurante, un puñado de caballos y burros para que los niños puedan montar…
Me han llamado la atención las farolas, muy ingeniosamente parecidas a espigas de cereal…
Cuando hemos llegado mi hija pequeña y yo, a eso de la hora de comer, el parque estaba bastante lleno de gente. Los había caminando, patinando, comiendo algo, paseando con niños, con perros… está claro que a los moscovitas les encanta salir por sus zonas verdes. Siempre que hemos ido a un parque, fuera en la época del año que fuera, había mucha gente, muchísima más de la que solíamos ver en ninguno de los de España.
Hemos comido en un pequeño restaurante con carpas a los lados que parecía querer mimetizarse con el ambiente reinante por sus decoraciones interiores. Está claro que el restaurante es bastante más moderno que el parque pero que han pretendido mantener el tema del entorno.
Y luego hemos salido a pasear. Había, como os he dicho, de todo, desde las típicas galletas decoradas que son tan habituales en toda la zona este de Europa, hasta manzanas con caramelo, algodón de azúcar, palomitas… Mi hija estaba encantada.
Y a partir de ahí nos hemos dedicado a visitar los diferentes pabellones. El primero en el que hemos entrado period el de Kirguistán. Tendremos que volver otro día porque no solo había alguna tienda del país, sino un restaurante. Hmmmm, sin duda tendremos que ir a probarlo.
Y al salir no hemos podido menos que acercarnos a admirar la increíble fuente que se ha convertido en uno de los símbolos más conocidos del parque y que lleva el nombre de Amistad de los Pueblos”. Está formada por quince grandes estatuas doradas que representan a las quince repúblicas que constituían la Unión Soviética y resulta impresionante. La pena es que estaba sin agua porque aquí las desconectan todas durante el invierno para que no se hielen y se puedan reventar sus tuberías. Otro plan que tendrá que esperar al buen tiempo.
Y en la calle había también una especie de mercadillo al aire libre. Al principio creía que sería navideño porque lo encabezaba este nacimiento (sorprendente en este país) pero al acercarnos hemos comprobado que vendían principalmente ropa, calcetines, un montón de setas silvestres y en conserva (también muy típico de los países del este, donde se consumen en todas sus variedades, especies y posibilidades) y algunos dulces y galletas. Una pena. Me habría apetecido más el mercadillo navideño.
Lo que sí había en una de sus esquinas period un pequeño espacio dedicado a la forja con dos herreros, fogata y yunque en mano, intentando enseñar a los niños algo de su profesión.
Había algunos pabellones cerrados y los que hemos visitado a continuación no nos han parecido demasiado emocionantes excepto en sus fachadas aunque también tengo que decir que algunos de los edificios eran construcciones feísimas y sin ningún encanto.
Y al entrar en uno de ellos, ¡oh, sorpresa! un pequeño museo de cera. Ya imaginaba que no iba a ser ninguna maravilla pero como iba con la peque, me he animado a entrar. Todas las figuras que hemos visto se agolpan en tres salas. La mayoría son mediocres pero hay un par que resultan divertidas, como Golum Dobby, y se parecen a sus originales, y hay otras que son pésimas.
Tengo que hacer una mención especial a este trío de figuras porque me han llamado un montón la atención. No tenían nombre. Dejaré que cada uno de vosotros use su imaginación para bautizarlas. Tan solo mirad las expresiones de los rostros de las tres figuras y a ver qué se os ocurre.
Y esta foto os la pongo solo porque me ha encantado el zapato de este otro muñeco de cera. ¡Tiene una pinta de cómodo!
Entre los personajes que había en el museo estaban Hitler, Stalin, Freddy Mercury, Pedro I el Grande, Robison Crusoe, Shrek… tampoco he conseguido encontrarles muchos nexos de unión. Está claro que las salas no se dividían por temas ni por periodos históricos. Al ultimate solo period un puñado de muñecos de cera juntos en tres salas.
Así que hemos salido y hemos seguido viendo edificios y visitando pabellones como el que podéis ver en la fotografía de la izquierda. El recinto contaba originalmente con quince pabellones, una vez más en representación de las quince repúblicas, pero hoy hay otros muchos edificios de menor tamaño desperdigados por toda la zona y que también sirven para funciones variadas.
Por el camino nos hemos encontrado otras cuantas sorpresas, como este auténtico cohete espacial a tamaño real e incluso montado sobre su soporte, copia de la nave Vostok en la que viajó Gagarin. Impresionante.
este avión Tupolev que, según he leído, hoy se utiliza como pequeña galería de arte.
este engendro de la izquierda, sobre el que mi hija y yo nos hacíamos cábalas. ¿Será una máquina, una escultura? ¿Tendrá una verdadera utilidad? ¿ será una torre eléctrica colocada en mitad del recinto? ¿Un acumulador para poder hacer experimentos tipo Frankenstein…? Como veis, nos ha dado hasta para echar unas pocas risas. 🙂
Hacía bastante frío, por lo que intentábamos entrar en los pabellones sin pasar mucho rato al aire libre. No sé cómo pueden aguantarlo los vendedores que se pasan todo el día en la calle, atendiendo a los turistas. Pobrecitos.
Hay algunos edificios con unas fachadas impresionantes y de lo más trabajadas junto a otros que no son más que puras láminas de hormigón ventanales gigantes unidos por juntas de aluminio.
No me diréis que la hoz y el martillo que hay sobre la puerta de uno de los pabellones (foto de la derecha) no son auténticos. Me encanta la mezcla del símbolo del repartámoslo todo entre nosotros” con la ostentación típica de este país y que queda reflejada en sus telas, sus dorados, sus decoraciones. En principio parecerían dos conceptos irreconciliables pero, como aquí todo se hacía por y para el pueblo,” supongo que para ellos no resultaba incongruente.
Aquí podéis ver la entrada completa del edificio en cuestión. Lamentablemente estaba cerrado, así que no os puedo decir qué hay en su inside.
Y otro más, este el del Pabellón de la Cultura, que hoy solo alberga un montón de pequeñas tiendas, sobre todo de joyerías.
Y entre ambos nos hemos llevado otra sorpresa de esas que solo se puedo uno llevar aquí. Hay un edificio nuevo, no muy grande, que acoge un circo permanente. A los rusos les apasiona el circo. Tan solo en Moscú hay varios circos con sede fija que no viajan de ciudad en ciudad y dan funciones casi todos los días del año. No os los he enseñado nunca porque yo sufro mucho viendo a los animales y prefiero no visitarlos. Pero este no parecía tener animales, así que he comprado un par de entradas y me he metido a verlo con mi hija. Y ha sido toda una experiencia.
Aquí podéis ver una pequeña escultura de un payaso que había en el parquecito junto al circo.
Y a la derecha el edificio del circo como tal.
Es un circo más bien de andar por casa, acquainted, no muy grande y con tan solo un puñado de artistas (que incluso se han equivocado un par de veces en sus números.) Pero los clientes estaban contentos y la sala estaba casi llena del todo. Está claro que la gente lo conoce y lo usan como salida de fin de semana. Sirven comidas y bebidas, por lo que el plan consiste en ir a cenar mientras se ve el espectáculo. Y efectivamente, no había animales.
La función ha comenzado con los payasos, que son quienes llevan el peso de todo el espectáculo. Son cinco: el jefecito, su amiga y otros tres.
Ha habido acróbatas, bailarines, malabaristas, varios números cómicos, and so forth. Ha estado entretenido y mi hija se lo ha pasado bomba. Además, al terminar, nos han invitado a todos los asistentes a una especie de zumo con nata montada 🙂
Ha sido una pena que el servicio haya sido pésimo. Han tardado más de una hora en servirnos y aún entonces ha tenido que venir el camarero a volver a preguntarnos qué habíamos pedido. Pero se nos ha acercado la encargada a pedirnos disculpas y nos ha explicado que eran camareros nuevos, así que confío en que la próxima vez también eso esté mejor.
Ha sido un día muy authentic y diferente. Tendremos que volver con el resto de la familia.
Hasta pronto. Un abrazo, J.
Hmmmmm, ya siento tener que marearos así, pero no hay forma de que los proveedores de blogs funcionen como es debido. ¡Qué aburrimiento! Es la tercera vez que tengo que cambiar de proveedor y espero que la última. Como varios de vosotros habéis podido comprobar durante estos últimos meses, no permitía que la gente hiciera comentarios a mis artículos con facilidad y daba otros problemas constantemente. La última de hoy ha sido encontrarme con todas mis fotos borradas por falta de capacidad. Así que no me ha quedado más remedio que volver a cambiar. ¡Lo siento! Espero que sea la última.
Pero bueno, nosotros a lo nuestro. Hoy hemos ido de visita cultural. (No siempre vamos a estar de juerga.)
Nos hemos desplazado en metro y hemos bajado en la parada donde se encuentra la famosa estatua del perro, esa que se supone que te da suerte si le frotas el hocico. Como podéis comprobar, esa parte del animal está pulida por el frecuente acariciar de cientos de manos y resalta sobre el resto de la estatua. Creo que ya os he dicho en alguna otra ocasión que los rusos son tremendamente supersticiosos. Seguro que os estáis preguntando si la he acariciado…
El Museo estatal de historia se alza en plena Plaza Roja. De hecho, se construyó a instancias de los científicos de la época y como museo desde el principio, no como parte de la plaza ni del Kremlin, y ha seguido cumpliendo su función hasta hoy.
El edificio es de ladrillo rojo profundo, de estilo neo-ruso, y parece sacado de un cuento de la Reina de las Nieves. Se inauguró el año en el que subió al trono el Zar Alejandro III, allá por 1874, y se supone que incluye objetos de toda la historia de Rusia, aunque muchos de ellos no pueden exponerse por falta de espacio. Según nos han contado hoy, la cantidad de piezas almacenadas en sus almacenes es ingente.
La visita ha sido rápida, mucho más apresurada de lo que a mí me suele gustar. Pero eso es lo que tiene ir con guía y con un grupo de gente con un horario limitado. Solo hemos podido pararnos un poco en las piezas más importantes pero intentaré contaros qué más he visto por el camino.
Comenzamos en una entrada auténticamente rusa, cuyas columnas, paredes y techo tanto nos recuerdan a otros edificios que hemos visitado. Sobre nuestras cabezas hay un gigantesco árbol genealógico no demasiado ortodoxo en el que se ilustran las familias reales. Están todos hasta Alejandro III (obviamente, porque los demás todavía no existían, jajaja.)
Las salas están ordenadas más menos cronológicamente, por lo que se empieza con la prehistoria y los hallazgos de restos humanos en tierras rusas.
Aquí a la derecha podéis ver unos colmillos de mamut encontrados en Siberia.
Y a partir de ahí el recorrido es más menos lineal en términos históricos.Hemos visto un poco de todo: desde huesos de mastodontes a túmulos antiquísimos figuras de bronce y oro.
Algunas cosas me han llamado más la atención que otras, como este dolmen que tienen expuesto en el centro de una de las salas. Es impresionante. Y, como aquí hace tanto frío, está muy bien conservado. Según nos explicó la guía, se han encontrado muchos restos prehistóricos parecidos a este en las grandes extensiones rusas. Son de la época de Stonehenge y tampoco aportan pistas nuevas sobre sus posibles usos.
Aquí podéis ver otra cosa que me ha gustado, esta figura en madera que representa a un hombre. Me encanta. Tiene el tamaño de un brazo y es tan tosca que me parece fantástica. Probablemente fuera un dios pero, claro, ya no se sabe con certeza.
Y a la derecha hay una foto de una barcaza de madera que encontraron unos niños jugando en un río. Es muy, muy antigua, y está fabricada con la vieja técnica de aplicar fuego para quemar el interior, retirar lo quemado y volver a quemar otra zona hasta conseguir un hueco suficiente para poder sentarse.
Esta figurita no es muy grande, tendrá la altura de un dedo extendido, pero me ha parecido divina. Mirad esa cara. Nadie diría que tiene tantos años a sus espaldas.
¿Y qué me decís de esta calavera? Os prometo que está así expuesta en el museo, que no he manipulado la foto.
Y esto parecen alces, que por aquí hay muchos. Ya en aquella época a la gente parecían gustarles porque el museo tenía un montón de figuritas que los representan. ¿No son monísimos?
Sin embargo, también hay cosas que me han gustado menos, como estos dos pobres armiños de la vitrina que están expuestos para que la gente sepa de dónde venían las pieles usadas por los emperadores, unas pieles mucho más valoradas aún que las de visón. Pobrecitos. Con lo canijos que son, ¿os imagináis cuántos tenían que utilizar para hacer un abrigo imperial? Brrrrr.
Hemos corrido de sala en sala, siguiendo a nuestra guía, porque teníamos que salir del museo a eso de la una para poder volver a la urbanización a tiempo de recoger a los niños al salir del cole. Por eso hay muchos objetos que ni os los puedo describir. Una pena.
Pero estas puertas sí os las voy a describir porque además me han impresionado un montón. No solo son bonitas, sino que su historia me ha puesto los pelos de punta.Según nos ha dicho la guía, estas puertas de metallic están pintadas con una técnica desarrollada por un ruso en la que se mezclaba el oro con el steel usando mercurio. Como veis, el oro sigue claramente resaltado sobre el negro steel. El único problema es que los trabajadores que morían como moscas cuando el mercurio se evaporaba en el proceso de fijación. ¿Por qué tantas cosas bellas tienen historias tan trágicas detrás? Lo único medianamente bueno de esta es que después se prohibió el uso de la técnica en todo el país.
Varias salas tienen motivos decorativos impresionantes y ya solo el edificio y sus interiores merecen una en el edificio está decorado: puertas, ventanas, paredes, techos… Mires donde mires hay algo que ver.
Hay iconos de artistas famosísimos, joyas de todas las épocas, desde collares de cuentas de piedra ámbar a piezas de oro de la más intrincada filigrana, aperos de trabajo y utensilios de cocina… una mezcla ecléctica que solo sigue el orden del pasar del tiempo.
Como este portalón de metallic que cerraba la entrada a la Plaza Roja antiguamente. Es como los de las películas: una inespugnable verja de metallic que se bajaba con esa madera redonda en forma de polea para sellar la entrada a la plaza. Viéndola uno se puede imaginar perfectamente aquella época, ¿no os parece?
esta ventana hecha con fragmentos de mica antes de que se inventara el claro objeto de lujo utilizado únicamente por los más afortunados. La mica es tan frágil que solo se podían fabricar ventanas con fragmentos pequeños porque sino se rompían a la mínima. De ahí esa imagen de vidriera de iglesia.
Algunas de las secciones incluían objetos que no había visto antes que son típicamente rusos. Aquí os pongo un par: las cajas pintadas que tanto nos gustas a los extranjeros y que, como vemos, tienen historia. Según nos dijo la guía, estas cajas expuestas tenían esa forma tan peculiar porque las usaban los comerciantes que viajaba para llevar sus papeles, su dinero y otros objetos de valor. Como las rutas eran tan peligrosas, las ponían bajo sus cabezas (junto con una almohada) cuando se iban a dormir, a fin de que no les robaran durante la noche.
estos cuencos que, según la guía, eran lo más routine en todas las casas rusas de la época. Según dijo, cada casa usaba los grandes como olla-sopera para servir. Ponían la sopa los cereales en los cuencos gigantes y estos sobre la mesa. Llenaban los pequeños a modo de plato, comían con las cucharas que veis y no usaban nada más. Así eran las comidas cotidianamente. El mega cuenco multiusos servía para todo.
¿Y estas planchas? Son para dar forma al pan de jengibre. El pan de jengibre era algo que se usaba solo en las fechas más señaladas, bodas, nacimientos… Se preparaba en cantidades gigantescas y se decoraba con estas planchas a modo de sellos, presionando sobre él y marcándolo. Qué chulo, ¿verdad? Yo solo he visto pan de jengibre en forma de casitas y muñecos pero nunca así decorado. Tiene que ser precioso.
Y esto period lo que usaban para extraer la sal de los pozos de agua salada. Como veis, todo un montaje. Pero la sal period tan carísima que se usaba como moneda, así que había que inventar lo que hiciera falta para poder conseguirla. Los que tenían pozos con agua salada eran los ricachones del pueblo, claro.
¿Y el trono tan discreto de Iván el Terrible? Sus decoraciones explican los motivos por los que se justifica que adoptara el águila bicéfala como símbolo suyo cuando lo era del antiguo imperio romano. Pero el trono que hay en este museo (y en la foto) no es el auténtico, solo es una réplica.
Estos objetos, sin embargo, sí que son auténticos: son piezas utilizadas por primeros zares y zarinas de la dinastía de los Romanov. Nos volvemos a encontrar con las vidrieras de mica, aunque en este caso solo decoren un biombo.
¿Y este traje de Iván el Terrible? Fijaros en los botones. No se usaban para cerrar fijar la ropa sino que eran un símbolo de riqueza; cuanto mayores y más llamativos, más rico se period y mejor posición se ostentaba. Así que la ostentación a los rusos les viene de muy atrás…
Y el cuadro que está colocado sobre el traje es un marco hecho a medida de un icono. Los rusos ortodoxos creen que los iconos son milagrosos y por eso, cuando se les concede un deseo una petición, decoran el icono al que se lo pidieron con joyas u oro. Este marco period de los zares y de ahí que contenga tantísimas perlas y piedras preciosas. ¿Será cada una un reflejo de una petición concedida?
Observad las lámparas y los techos de estas salas. Son increíbles. Y tan rusos…
Y no podían faltar los motivos religiosos de la propia Iglesia Ortodoxa, claro. El Patriarcado con toda su parafernalia, sus objetos de culto, sus ropas singulares y únicas, sus coronas… En aquella época los zares todavía se vestían como los patriarcas de la iglesia. Compartían tipo de vestimenta e incluso imagen pública, ya que todos llevaban barba. Según la iglesia, se ofendía a Dios si uno se afeitaba. Por eso los retratos de los emperadores hasta ese momento nos recuerdan a los de los patriarcas de la iglesia. No había mucha diferencia visible entre unos y otros.
Pero a partir de aquí nos dirigimos a la segunda planta, que comienza con el reinado de Pedro el Grande. Allí están Catalina y los últimos zares de la dinastía y llegamos a épocas más modernas.
Nos encontramos con la carroza-trineo de Pedro el Grande. Pedro fue quien instauró la nueva capital en San Petersburgo y de ahí que tuviera que desplazarse en distancias gigantescas sobre los ríos helados, por ejemplo entre su nueva ciudad y Moscú. (Observad una vez más las ventanas de la carroza…)
Pedro I fue todo un personaje. No solo se coronó emperador, sino que instauró la última dinastía y amplió el país muchísimo. Period un gigante de 2,04 m de altura, manos descomunales pero cabeza y pies diminutos que no distinguía entre nobles y plebeyos. Si alguien hacía algo que le parecía merecedor de reconocimiento, le concedía un título nobiliario sin importarle que fuera un siervo. En varias ocasiones ayudó a personas en apuros con su fuerza física, como si fuera uno más.
También llevó a cabo importantísimas reformas, en su afán por modernizar el país. Importó artistas, arquitectos, diseñadores y constructores de Europa para erigir sus edificios y ordenó a los hombres que se afeitaran (so pena de pagar un impuesto por llevar barba) y usaran pantalones (también con multa en caso de incumplimiento.) Cambió leyes y modificó miles de aspectos de la vida cotidiana. Su reinado fue rico y refinado. Fue un auténtico revolucionario para su época y su entorno. Aunque, obviamente, su sociedad siguió siendo una tiranía en la que los ricos eran dioses y los pobres siervos.
Mirad en la fotografía de la derecha otro ejemplo de trineo de alguna dama de alta cuna.
este trono que habla por sí solo.
Cuando Pedro I murió por causas naturales en sus cincuenta, comenzó una época de incertidumbre hasta que le sucedió su hija en el trono. Ella se dedicó a celebrar fiestas y dar mucho esplendor a la corte. A su muerte se convirtió en zar su hijo, un pelele a quien casaron con una joven princesa alemana casi desconocida que acabó deshaciéndose de él y convirtiéndose en Catalina la Grande por aclamación standard.
Me encanta la ropa que veo expuesta. Creo que me hace imaginarme la época con mucha más claridad que la mayoría de los demás objetos expuestos. Y en este museo y en estas salas hay bastantes vitrinas con ropa de diferentes épocas. Esta corresponde al reinado de Catalina. No os voy a poner todas las fotos porque no me cabrían en el weblog pero sí un par para que os hagáis una thought.
¿No os imagináis a los rusos afrancesados de la época montados en sus carrozas trineos, camino de alguna recepción en palacio?
Ahora, la que me hizo mucha gracia fue esta vitrina. Yo no sabía que Mary Poppins también hubiese visitado Rusia… Ni que se dejará aquí su uniforme.
Y con esto prácticamente se terminó la visita. Quedaban un par de salas con objetos más modernos, como esta cerámica rusa, pero poco más. Recordad que en Moscú también hay un museo de historia contemporánea, del que ya os escribí hace poco, así que supongo que de alguna manera se reparten los objetos por épocas.
Espero que este nuevo proveedor de blogs funcione mejor que los dos anteriores y que ya nos quedemos aquí. Yo seguiré intentado contaros todo lo que veo y todo lo que vivo.
Un abrazo y hasta la próxima, J.
Y a continuación os copio entradas antiguas que se han perdido por tener que cambiar de servidor:
Queridos amigos,
Estoy muy aburrida de tener que pelearme con los proveedores de este blog para recibir vuestros comentarios, de que la página no funcione por sobrecarga, de que me quieran cobrar por poner más fotos, por tener más espacio, por llegar a más gente, por todo… Y por eso me marcho. Pero espero que os vengáis conmigo. Cambio a otro proveedor que espero que nos trate mejor a todos. Me podéis seguir siguiendo en
¡LO SIENTOOOOOOO!
He pensado que os haría ilusión saber que ya he descubierto por qué no veo un solo coche fúnebre en Moscú. Aquí la costumbre es trasladar los féretros en furgonetas y que la familia viaje con el cadáver en el vehículo…
Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Ayer descubrí que también hay falsos amigos entre el ruso y el español. Kompot/compota. No, no se trata de una mermelada sino de una bebida dulzona a base de frutas y sirope que se sirve caliente y con sin alcohol. Y está buenísima.
Así que los rusos en verano preparan limonadas” con todo lo que se les ocurre y en invierno hacen lo mismo pero lo calientan. No está mal el invento. La compota que me tomé yo tenía fresas, arándanos, limón y no sé qué mas.
Ayer celebramos el Segundo Café Matinal de nuestra urbanización. ¿Qué es eso? Ahora os lo explico.
Vivimos en una urbanización cerrada y con seguridad, como la inmensa mayoría de los extranjeros en Moscú. En ella hay gente de unos 70 países del mundo. Y aunque tenemos un centro deportivo con gimnasio, piscina, bolera, salón de peluquería y cosmética y restaurante, solo conocemos a unos pocos vecinos, a aquellos con los que coincidimos en el colegio, en alguna actividad por otros amigos.
Ayer el tema era el voluntariado e invitamos a varias ONGs a presentarse y recabar ayuda. Vinieron de un refugio de animales, de una asociación de apoyo a los niños con cáncer, de una iglesia que ayuda a los inmigrantes y a los sin hogar, del sistema de reciclaje de la zona, y de un par de sitios más.
Charlamos, tomamos café y, como veis, unos cuantos caprichos inesperados, y pasamos la mañana conociendo nueva gente y escuchando diferentes propuestas.
Un abrazo y hasta la próxima, J.
Leí en un periódico que publican aquí en inglés que hay una zona vietnamita en Moscú donde los habitantes no hablan más que su lengua nativa y donde se puedn probar platos de ese país e incluso visitar su mercado. También había oído decir, por una antigua vecina vietnamita que ya se marchó hacia otras tierras, que en el mercado no se vendían productos a los extranjeros… Pero hemos decidido ir a visitarlo.
Siguiendo las instrucciones impresas en el periódico, nos metemos en una calle cutre, sucia, donde hay un montón de puertas con carteles en vietnamita. Como las puertas tienen cristal, podemos mirar al inside… hmmmm, no parece demasiado atractivo. Pero el diario dice que la comida es fantástica…
Ambos están encantados de tenernos allí. Se les nota por cómo nos sonríen y por cómo se mueven. No pueden darse más prisa en servirnos.
Los cubiertos están sobre la mesa en unos contenedores de plástico. Hay palillos pero también cucharas, tenedores y cuchillos. Pedimos agua. Como no conseguimos hacernos entender con gas,” la chica me lleva a otra habitación donde hay una nevera y me deja que elija lo que quiera. Los refrescos, incluso la Coca Cola, son importados de Vietnam (lo sé por las letras.)
Todo el native es viejo, amarillo, destartalado. Pero la chica y el chico se desviven. Unos minutos más tarde aparece el que debe ser su padre. Es el cocinero. Nos saluda con educación y vuelve a la cocina.
La comida es de verdad buena. La sopa es la tradicional, Pho, con carne, especias y fideos. La chica nos acerca un frasco donde hay láminas de ajos y cayenas macerados para que los añadamos a la sopa. Lo hacemos. Está bueno, todo está muy bueno.
Mientras nos ponemos hasta arriba porque las raciones son, como veis, generosas, la chica se dedica a preparar cayenas. Con unos guantes de plástico en la mano (imaginaros cuánto deben picar para que se tenga que proteger la piel) arranca el rabito a los pimientos.
Toda la comida está sabrosa. Disfrutamos un montón.
Buscamos el mercado. Hemos leído que su horario no es muy common pero que es más fácil encontrarlo abierto por las tardes. Y tenemos suerte. Es un pasillo con pequeños puestos a izquierda y derecha. Hay un constante movimiento de personas con mercancías y vemos todo tipo de productos a pesar de lo diminuto del lugar.
Venden de todo. Hay cerdos descuartizados, todo tipo de verduras y hierbas, pollos, pescado, bolsitas rellenas de seis pececillos y colgadas de una cuerda, productos mil, muchas patatas y paquetes y paquetes de cosas que no tengo ni thought de para qué sirven…
No compramos nada. No me quiero arriesgar a encontrarme con algo que no quiero ver, así que salimos rápido de allí.
Y con eso nos marchamos de la zona vietnamita, de este gueto en el centro de Moscú donde parecemos habernos perdido en otro país. Ha sido curiosa, la comida de hoy.
Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Otra cosa que me ha llamado la atención es este té que ya me han ofrecido (y he tomado) un par de veces y que además de estar buenísimo dicen que es de lo más sano. Mirad las bayas con las que se prepara. ¿Os recuerdan a algo?
En realidad son los frutos de la rosa canina” (que lo he mirado) y hay en España en muchísimos sitios. Parece ser que aquí recogen los frutos, los secan, los almacenan y luego se dedican a preparar té. Así vistos, no resultan demasiado apetitosos, ¿verdad?
Pronto os cuento más curiosidades de estas tierras. Un abrazo, J.
Cuando fuimos a la granja la vimos de pasada y, durante la vuelta, intentamos parar para verla con calma pero no conseguimos dar con la salida de la autopista. Es una pirámide de fibra de vidrio de forty four metros de altura, construida sin un solo fragmento de metal, ni clavos ni tornillos.
Mi conductor me contó que él estuvo dentro una vez y que, aunque en el inside hacía 30 grados bajo cero, el agua que había en una vasija permanecía líquida, sin congelarse. Me explicó que la pirámide es mágica; que está construida de tal manera que se acumulan las energías positivas de la zona y que en su interior hay magia pura.
Así que me puse a investigar y leer. Parece ser que el creador de la(s) pirámide(s), un tal Golod, se ha dedicado a ir sembrando Rusia y algunos países limítrofes como Ucrania y Bielorrusia de estas estructuras: según algunas fuentes hay más de 15 en territorio ruso y unas 20 en otros lugares.
Muchos las visitan con frecuencia, convencidos de sus poderes curativos y sanadores.
La vi de pasada desde la carretera pero me ha picado la curiosidad. Tendré que hacerle una visita y contárosla. Ya tengo plan para un próximo fin de semana.
Hasta pronto, un abrazo, J.
Y también hoy he visto por primera vez un toro dormido. ¡Qué a gusto estaba!
¿Habéis visto alguna vez lo largas que son las pestañas de las vacas? ¡Y qué duro es el pelo de los cerdos!
Los uzbecos viven en los establos. Sí, de verdad. Tienen una especie de habitación sobre la zona de los animales. Por eso estaba ayer tendida la ropa en la calle y tienen ese baño cerca. No quiero plantearme dónde (ni cuándo) se duchan. Sabir ha subido un momento para coger unos gorros típicos uzbecos que nos ha regalado de recuerdo. ¿Os imagináis qué vida? Trabajan y viven en la granja para sacar adelante a la familia que se ha quedado en Uzbekistán. Y trabajan duro, os lo puedo asegurar. Los hemos visto en movimiento durante todo el día. Si no estaban barriendo los establos dando de comer a los animales, estaban ordeñando apilando alfalfa.
Y ahora estamos esperando a que nos venga a recoger nuestro conductor. Acaba de llegar un grupo de 35 personas a la granja en una excursión organizada. Les han preparado un almuerzo en una de las pistas de caballos y he aprovechado para comprar algo de la miel que ellos mismos recolectan de sus abejas.
Sí, han sido tres días de lo más entretenidos y agradables. Las niñas han disfrutado un montón y yo me he relajado como hacía mucho tiempo. Y no os quiero ni contar cuántas cosas hemos aprendido…
Espero que podamos volver con mi marido. Le encantaría este lugar. Espero que a vosotros también os haya gustado.
Hasta pronto. Un abrazo, J.
Esta mañana ha sido tranquila. Yo he aprovechado para terminar el cuento que estaba escribiendo mientras la peque jugaba fuera y la mayor descansaba. Hemos dado algún paseíto corto con los perros porque todavía estaban agotados de ayer.
Sin embargo, estaréis conmigo en que los dibujos tienen muchísimo más encanto que la mayoría de los que se ven hoy en la tele. ¿ no? El nivel de detalle no se parece en nada al actual y eso que no contaban con todos los adelantos.
Al rato se ha acercado la mayor. La manada se iba inquietando poco a poco. Solo ha conseguido que el animal comiera un poco de su caja.
Nunca lo sabré. En ese momento me llama la encargada de la granja donde nos alojamos y me dice que nos tenemos que ir. Nos ha llevado hasta allí la dueña de la granja y parece que se quiere marchar. Oh, el misterio del trípode y la tubería. Nunca sabré para qué servían. Si solo es para vaciar el agua de los contenedores, ¿por qué no la echan directamente al lago? ¿Será para alguna especie de pez que sea más fuerte que las truchas? En fin, no lo sé.
Y que no se me olvide contároslo… mientras estábamos con los ciervos ha pasado este helicóptero por encima. El encargado nos ha dicho que es el helicóptero personal de Putin, que siempre pasa por aquí porque le pilla de camino desde su casa hacia Moscú, hacia el Kremlin. Si es que me lo encuentro cada dos por tres… De todas maneras, así ya se puede, sin tener que merendarse el tráfico de la capital.
Y ahora estamos en nuestra cabaña otra vez. La peque se ha ido al establo a ver los animales y la mayor y yo estamos disfrutando del calorcito porque en la calle hace hoy muchísimo frío. Hoy ha sido otro día de descubrimientos y diversión. Me lo he pasado genial. Esta noche intentaré prestar atención porque me han dicho que en el bosque que bordea la granja hay lobos y me encantaría oír un lobo de noche.
Ya os lo contaré. Un abrazo, J.
Una vez más, nos hemos ido al fin del mundo. Ayer recorrimos algo más de cien kilómetros en coche partiendo desde Moscú. El camino fue un poco largo porque había obras por todas partes y las carreteras estaban cubiertas de nieve y, en algunos tramos, hielo. Llevábamos ruedas de invierno y solo en un momento nos patinaron un poco. En un tramo vimos dos coches en la mediana y otros dos en la cuneta, que habían parado para ayudar a empujar a los anteriores y sacarlos del atolladero.
En el otro extremo está el bosque. ¿Se nos aparecerá un oso en mitad de la noche? ¡Qué boba soy! Mi hija pequeña me recuerda que los osos hibernan…
Los trabajadores son muy simpáticos y todos nos dan información sobre los animales sus costumbres (sí, en ruso, claro.) Nos invitan a que volvamos a las seis, hora en la que ordeñarán a las vacas. Os podéis imaginar la emoción de mis hijas, sobre todo de la pequeña. ¿Nos dejarán probar?
En el corral que hay detrás del establo encontramos un montón de conejos y aún más allá otro pequeño rebaño de ovejas. Todo está limpio, ordenado y recogido.
Entramos a ver los caballos. Hay unos cuantos, desde varios pequeños a media docena de gigantes, cada uno en su espacio. Dos tres mozos limpian y organizan todo. Van a preparar dos animales para que mi hija mayor salga a cabalgar por el bosque con uno de los cuidadores.
Mientras tanto salimos a seguir viendo la granja.
Cuando la mayor se marcha hacia el bosque sobre su caballo, la peque, los perros y yo les seguimos a pie. Los árboles están deslumbrantes. Y como no sentimos frío, seguimos caminando siguiendo las huellas de los jamelgos.
Y por el camino me encuentro esta especie de choza donde está claro que vive alguien. Mirad el gato en la ventana. ¿Qué tipo de vida llevará una persona en una casa así, y en un lugar como este? ¿No será una babayaga, una bruja rusa, que se esconde en este bosque, alejada del resto de la humanidad?
Y ahora estoy en la cabaña escribiendo y esperando que nos traigan la comida. Sí, nos traen hasta la comida a casa. Lo que pidamos. Hoy será sopa de pollo y carne con patatas. Y por supuesto que podemos comprar huevos y leche de producción propia. Esto es la gloria. Además, como no hay internet, el mejor plan es disfrutar de la granja. Y eso es lo que pensamos hacer los próximos tres días.
Un par de horas más tarde nos han invitado a ir a ordeñar las vacas. Sí, a que probáramos a ordeñarlas nosotras. Ha sido toda una experiencia.
Debo decir que me ha sorprendido mucho con cuánto mimo tratan aquí a los animales. ¡A la vaca le ponen crema hidratante en los pezones antes de ordeñarla! Y la cepillan con una especie de cepillo de steel, también.
Cuando yo era niña los animales del pueblo en el que teníamos la casa no eran seres vivos para los campesinos; eran comida. Jamás se les habría ocurrido barrer los establos a diario. Pero aquí los tratan mejor. ¿Será porque es una granja con turistas tratarán los rusos así a todos sus animales?
Los niños (de todas las nacionalidades y de todas las edades) vienen a mi puerta a pedir caramelos. Y se me quedan con cara de susto cuando aparezco vestida de Cruella de Vil y escoltada por mis dos fieras, mis dos golden retreiver ancianos y achacosos pero ambos elegantes con sus cuernos de diablo en la cabeza. ¡Cómo me lo paso!
Y después nos acercamos al restaurante de la urbanización donde se celebra una fiesta (de Halloween) para los residentes, aunque nos tengamos que pagar lo que consumamos.
Y hace un par de días, camino del colegio, me encontré con las esclusas abiertas bajo el puente que me toca cruzar cada mañana. Había un barco a punto de cruzar. Estaba cargado de basura: bolsas y bolsas. Me llamó mucho la atención. Son cosas que no se ven todos los días y con las que solo puedes coincidir en momentos muy especiales.
Más pronto. Un abrazo, J.
Hoy sí. Hoy no hacía tanto frío y he conseguido terminar el examen y aprobar. Y Obninsk me ha parecido hasta un poco más interesante Incluso su monumento a los caídos en las guerras. Y los pupitres de escuela y las lámparas de los años cincuenta de la nueva biblioteca donde me han preparado lo necesario para el examen. Está visto que lo mío es viajar por Rusia para ver bibliotecas…
Pronto más. Un abrazo, J.
A la gente le gustó, a juzgar por la participación batiendo palmas y cantando y por las largas colas que se formaron al salir para pedir autógrafos y comprar discos del grupo. No deja de ser curioso ver una sala llena de rusos cantando canciones americanas y respondiendo en inglés a un grupo de negros cuando luego los maltratan en el metro y les hacen la vida imposible. Ayer se empujaban por pedir sus autógrafos. Sí, hay muchísimo racismo en este país, como ha podido comprobar la amiga negra de una vecina brasileña que vino de visita. Juraron no volver a viajar en metro porque el trato fue degradante y horrible. Y no son las primeras que nos cuentan algo así.
Otra cuestión cultural.
Está diluviando cuando llegamos pero no importaba. ¡Vamos nada menos que a ver una ópera en el famosísimo teatro Bolshoi! ¡Y de estreno! Voy con mi marido y mi hija mayor. Es la primera vez que vamos a una ópera.
El teatro tiene una forma de herradura curiosamente estrecha así que, desde donde estamos vemos el gigantesco escenario de costado.
La gente no va vestida de gala. Ni siquiera en el antiguo palco del emperador al que solo entran los invitados cuando ya ha sonado el tercer timbre, como si no quisieran ser vistos allí.
Sin embargo hay una nota curiosa en todo el montaje. Los miembros de la orquesta van todos muy elegantes: ellas de negro, en su mayoría con vestidos, ellos de pajarita blanca… excepto por el violinista principal que va… ¡en chándal! Nos hacemos cruces. ¿Cómo puede ser posible?
He aquí la prueba:
Esta foto la saco justo antes de que comience el segundo acto. Ahí lo tenéis, delante del director de la orquesta, con chándal y unos zapatos que más bien parecen zapatillas. Y el otro violinista de pajarita blanca…
Curiosamente, hubo una ovación mucho más larga y profunda en el concierto de Claudio Abbado. La Traviata ha gustado pero quizá no tanto. Y eso que escucho algún ¡bravo!” suelto desde varias esquinas…
Se acaba la función. Sí, la hemos disfrutado y mucho. El sonido era maravilloso. Nos vamos a cenar.
Hasta la próxima, J.
Obninsk está a unos a hundred and twenty kilómetros de Moscú y cuenta con la (no muy afortunada) dicha de haber sido la primera ciudad donde se construyó una planta nuclear en toda Rusia. Hoy ya no existe la planta. La desmantelaron hace algunos años, pero ese fue el motivo de que Obninsk naciera y se mantuviera hasta hoy.
Salí de Moscú a las 7,30 de la mañana y ya hacia las 9,00 me estaba tomando un café en una cafetería. Tuve mucha suerte con el tráfico. Sin embargo, la ciudad me pareció bastante poco atractiva.
Cuando llegó Leo, el representante de la universidad, ya estaba más que lista para ir a hacer el examen. Pero no iba a ser tan sencillo. Según me contó, están de obras junto a su oficina y la noche anterior les cortaron los cables de web. Así que nos íbamos a acercar a la biblioteca municipal native para hacer allí el examen.
Nunca la habría encontrado, de haber ido sola. Ni habría imaginado que ese edificio period una biblioteca. En fin. Pero allí period.
Había varios ordenadores en una mesa central. Allí debía preparar mi examen con ejercicios simulados y después presentarme a uno actual en línea.
Y después de eso por fin me pude sentar ante los ordenadores y comenzar a preparar el examen. Debía hacer unos cuantos ejercicios y después pasar al examen actual.
Pero al cabo de una hora estaba tiritando y temblando de frío. Me explicaron que, como la calefacción es centralizada en toda Rusia, y todavía no hemos llegado a la temperatura establecida para que se conecte el sistema automático, estábamos sin calefacción. Al cabo de dos horas tenía tanto frío que las manos me temblaban sin poder remediarlo. Y eso que llevaba puesto el abrigo.
La bibliotecaria me echó una manta por los hombros y me sirvió dos tazas de té caliente. Incluso me trajeron la tetera llena de agua caliente para que me calentara las manos. ¡Tenía que teclear en el ordenador y no conseguía que las manos me dejaran de temblar!
Comencé el examen y no lo pude acabar a tiempo por todo lo que tenía que corregir al teclear. Así que lo suspendí.
Tengo que volver a Obninsk dentro de un par de semanas para repetirlo. Espero que en mejores condiciones.
Un abrazo, J.
Fui con un grupo de vecinas de mi urbanización. No es un museo al que se me hubiese ocurrido ir por mi cuenta, así que me vino de perlas que una de ellas organizara una visita guiada. Éramos todas de habla hispana pero, al llegar al museo, nos llevamos la desagradable sorpresa de recibir una llamada de la guía contratada para decirnos que no podía venir y que la sustituiría otro que solo hablaba inglés. Así que me tocó traducir durante toda la visita porque algunas de las personas que venían en nuestro grupo no entendían inglés… Es curiosa la falta de compromiso del pueblo ruso. Como a la guía no se le habían abonado sus servicios por adelantado consideraba que no tenía ningún tipo de obligación hacia nuestro grupo. (Aunque tampoco había pedido que se le pagara con antelación…)
Comenzamos la visita al museo en la época de los zares, allá cuando el noventa por ciento de la población estaba formada por siervos esclavos… En la foto de la derecha vemos la ropa y las herramientas típicas de los campesinos. El calzado estaba hecho de paja trenzada.
Obviamente, la gran mayoría de la población era analfabeta.
A la derecha podéis ver las herramientas típicas de un ingeniero de la época. De nuevo, los zapatos de paja, pero esta vez reforzados con metal por debajo.
La rusa period una sociedad romántica y alegre, volcada en divertirse y disfrutar de las artes. No solo intentaban divertirse los más adinerados, sino que también la gente más humilde iba al circo a ver obras de teatro. Existía una enorme afición por todo aquello que entretuviera divirtiera.
A raíz de aquella masacre, el pueblo se alzó y se organizaron las primeras barricadas y la primera lucha armada contra el todo poderoso ejército del zar.
Pendón auténtico de Nicolás II, donde se puede ver la N central de su nombre en el medio. De la familia de los Romanov, fue el último de los emperadores. Se vio obligado a abdicar tras la Revolución de 1917 y después fue asesinado junto a toda su familia.
Los revolucionarios buscaban un alzamiento mundial y por eso adoptaron la estrella de cinco puntas como uno de sus símbolos, representando los cinco continentes que debían unirse en la lucha proletaria.
Tras conseguir que Nicolás II abdicara, los revolucionarios intentaron organizar su propio gobierno pero el país estaba demasiado fragmentado y empobrecido por la guerra. Políticamente, se dividió en dos grupos enfrentados: los blancos y los rojos. Los rojos eran los bolcheviques. Ganaron la guerra civil porque los blancos nunca contaron con un líder claro.
Entre los documentos y objetos exhibidos en el museo hay algunos que demuestran la implicación de fuerzas extranjeras en el comienzo del conflicto civil.
Bandera del bando blanco (fotografía de la derecha.)
Unos pocos años más tarde, y dada la poca popularidad de las medidas adoptadas durante la guerra, se permitió la creación de pequeños negocios como esta tienda de ultramarinos.
Se abrió el primer metro de Moscú con las paradas que aparecen en esta imagen ilustrada con los retratos de los grandes líderes de la revolución. A pesar de una extendida pobreza entre los rusos, todos ellos tenían derecho a una educación gratuita y no existía el desempleo.
Mientras tanto, muchos de los grandes intelectuales rusos huyeron al exilio y miles de sus compatriotas emigraron buscando otra vida en el extranjero. En muchos países surgieron comunidades rusas donde sus habitantes intentaron preservar su idioma, su cultura y sus tradiciones.
La iglesia ortodoxa rusa desapareció y muchos de sus cabezas fueron ejecutados por anti-revolucionarios.” Se cerraron quemaron iglesias y catedrales y muchas otras fueron convertidas en fábricas.
Con Stalin empezó la época del terror, de los campos de trabajos forzados y de las purgas. Establecía una cuota de enemigos” y su temida policía secreta debía identificarlos y eliminarlos deportarlos. Si no los descubría”, los sacaba de entre la población con cualquier motivo. El caso period contar con el número que hubiese marcado Stalin en la cuota.
La primera televisión rusa. Como veis, tenía una pantalla igualita a las de ahora de plasma.
Pendones nazis conquistados tras las batallas de liberación de Rusia. Botín de guerra.
Stalin murió a los seventy four años. Todavía le sucedieron varios Secretarios Generales más hasta que llegó Gorbachov, el primer Presidente de la Unión Soviética y promotor de la perestroika,y el cambio político que permitió la caída del sistema comunista. Boris Yeltsin fue el primer Presidente de la Federación de Rusia.
El resto ya lo conocéis.
Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Pepita está en su nuevo hogar.
Tras más de diez días de curas y tratamiento, Pepita ha salido otra vez a la calle. Se ha ido a vivir a un pequeño parque zoológico que hay en una urbanización y centro hípico no lejos de aquí. Resulta que en ese lugar tienen docenas de conejos que viven en semilibertad en una zona acotada y vallada del complejo. Perfecto para ella porque se había acostumbrado demasiado a nosotros.
La he llamado y se me ha acercado, me ha lamido la mano como es su costumbre y se ha quedado junto a mí, mordisqueando otra hojita…
Después me he alejado y poco a poco ha dado algún pequeño salto para investigar su nuevo entorno.
Sobre todo se ha acercado una conejita adulta que la miraba desde la distancia. Pepita ni caso. No iba con ella.
Así que me he marchado a tomar algo mientras esperaba que pudieran pasar a recogerme otra vez.
Me parece que está claro que pronto ser hará la reina del lugar. Las liebres son bastante más grandes que los conejos y si ya, con lo peque que es, se ha hecho con el comedero de la zona, no sé qué hará cuando crezca un poco más y sea la mayor de todos. Bien por ti, Pepita.
Y con esto cerramos un nuevo capítulo de nuestras aventuras por Rusia. ¿Qué nuevo animalito me encontrará la próxima vez? ¿ tendré suerte y decidirán darme unas pequeñas (y creo que bien merecidas) vacaciones? Ya os lo contaré.
Un abrazo, J.
Entre los motivos decorativos del lugar, y además de los maniquíes, hay una especie de barco varado en una esquina y toda la parafernalia de árboles y ramas que podéis ver en las fotografías.
Se había limitado a poner el recogedor en mitad de la carretera, supongo que como señal de peligro” algo parecido, y barría el polvo acumulado por unas obras cercanas. Además, como había llovido, el polvo se había convertido en barro y eso es lo que estaba intentando barrer…
En fin, que estos rusos están locos
Y ayer estuve en un restaurante georgiano y me gustó tanto el pastel de manzana que hacen que os lo he querido enseñar. Aquí lo tenéis. Cuando vengáis a visitarme lo iremos a probar.
Un abrazo, J.
También nos llamó la atención que en el rato que estuvimos entraron unos 10 clientes pero había por lo menos 25 empleados, entre camareras, camareros, gente de la cocina, and many others. ¿Estarían esperando una avalancha?
Después me fui a cenar con mi marido a un restaurante oriental en Crocus City Mall, uno de los centros comerciales más elegantes de la ciudad. (Sí, ayer fue día de salidas familiares.) Y allí nos encontramos otro ejemplo de la humildad y la discreción rusas.
Y la vida sigue por Moscú. Un abrazo, J.
Ayer viajaba por el centro de Moscú con mi chófer cuando este señaló un coche que estaba aparcado y me preguntó. ¿Ves esa hoja en ese coche?” Al principio no sabía de qué me estaba hablando porque el otoño ha empezado con fuerza por aquí y había hojas en todos los rincones. Pero mirando con más detenimiento vi una hoja caída sobre la matrícula del coche en cuestión. Sí,” le contesté. ¿Qué tiene de especial?” Que está puesta estratégicamente para evitar que la policía pueda multar al dueño por aparcar mal. Como el lector de la matrícula es un ordenador, no reconoce las cifras tapadas con la hoja y no le pueden poner la multa.” Ni el Lazarillo de Tormes en sus mejores tiempos.
Un abrazo, J.
Sí, es una cría de liebre, quizá de la propia Pepa Pepova. Cuando la llevaron al veterinario le tuvieron que dar varios puntos por los mordiscos del felino y ahora la tengo en casa con un tratamiento de antibiótico durante diez días. Tengo que ponerle dos inyecciones diarias. Sin comentarios.
¿Y después de esos diez días? ¿Cómo puede volver un animal así a vivir en la calle? No puede. Por eso estoy buscando casa y familia para una liebre. Lo que me faltaba.
Lo que no nos pase en Moscú…
Un abrazo y hasta la próxima. J.
Salimos a tomar el aire y observar a la gente en el ambigú durante la pausa. Muchos tomaban un vino espumoso una copita de algo, a varios los vi con cajitas de zumo pero lo tenían en común es que TODOS tomaban un pastel, un bombón, un helado cualquier otra cosa dulce. ¿Será costumbre rusa tomar una golosina entre actos?
Entramos para la segunda parte: Sinfonía nº 1 de Bruckner. La orquesta period, claro, mucho mayor. Silencio absoluto en la sala. Varias veces vi entrar a las acomodadoras (todas ellas mayores, potentes y muy serias) para llamar la atención con severidad a quienes estaban sacando fotos. Parece ser que estaba prohibido.
Y al acabar toda la sala se puso en pie. La ovación siguió y siguió, todos ante el maestro, quien salió a saludar y alabar a sus músicos unas diez veces pero no aceptó que se interpretara nada más. El concierto había terminado. Al pobre hombre se le ve mayor y tenía que estar cansado. Se lo perdonaremos. Al salir mi marido consultó en internet y leyó que esa pieza dirigida por Abbado está considerada la mejor interpretación del mundo. Todo un lujo. ¿Somos no somos afortunados? Yo creo que un montón.
Un abrazo, J.
Hoy me he acercado al centro comercial que han abierto cerca de nuestra urbanización para comprar una raqueta de tenis para mi pequeña y me he encontrado con una curiosa sorpresa. Han inaugurado una tienda dedicada exclusivamente a la venta de productos japoneses.
En España tenemos las tiendas de productos chinos, que suelen ser imitaciones y objetos baratos de una calidad bastante cuestionable. Pero aquí el concepto es otro, según me ha explicado la chica de la tienda, ya que lo que buscan es lo contrario: calidad. Me ha dicho que los productos japoneses, sobre todo los de droguería, tienen una calidad tan superior a los demás, que los rusos los buscan y los compran.
Y de vuelta de la tienda he parado en este edificio que han construido junto a la carretera. Los vecinos de mi urbanización llevan meses haciéndose cruces, preguntándose qué es. Al principio mis chóferes me decían que period un vivero de plantas porque se llama En el bosque” pero hace ya unas cuantas semanas que veo carteles donde se anuncia como una microciudad de pisos. ¿Pisos? ¿Dónde metes pisos ahí?
Así que hoy le he pedido a mi conductor que parara y nos hemos acercado. El inside es como el exterior, dividido en zonas con mamparas y biombos. Muy curioso. Había una mesa de recepción y una recepcionista. Cuando le he preguntado qué es el edificio me ha dicho: pisos.” Pero, al ver que mi ruso no es para echar cohetes, se ha acercado uno que andaba por ahí y me ha explicado que se dedican a fabricar y vender unos pisos cercanos y que esto es su punto de venta. Y sí, está hecho de plástico. Supongo que cuando ya no haya nada que vender lo desmontarán y se lo llevarán.
Un abrazo, J.
Los empleados municipales ya han sacado sus rastrillos y comienzan a recoger las hojas que caen de los árboles por toda la ciudad. Se terminó el verano en Moscú. Algunas mañanas me levanto y el termómetro marca three grados. Brrrrrrrrrr.
Un abrazo, J.
Y luego llegamos a lo más espectacular del centro comercial… su acuario. Sí, sí, todo un acuario oculto en el subterráneo del edificio. Os cuento un poco cómo es la visita.
Primero, los pingüinos.
No os voy a enseñar todas las fotos de todas las peceras que hay, pero sí un breve resumen por si algún día os quisierais plantear visitarlo.
Hay monos de varios tipos en grupo solos…
En la zona last del acuario había un pasillo en forma de tubo con una zona cubierta de agua donde nadaban, entre un montón de peces y varias tortugas de gran tamaño, varios tiburones. Supongo que es uno de los atractivos principales de este lugar para los más pequeños.
Ya veis que ir a hacer la compra en Moscú resulta bastante entretenido y mucho más fácil cuando se va con peques.
A ver qué me encuentro en el próximo centro comercial al que vaya. Quién sabe.
Un abrazo, J.
Como podéis comprobar, en la ciudad hay sitios verdaderamente privilegiados.
Ese espacio abierto junto al canal es un antiguo aeródromo. Mi amiga me contó que durante los días anteriores a la celebración del Día de la Victoria, los helicópteros militares se concentran en ese lugar para practicar y ensayar el desfile en el que participan con motivo de la celebración. Durante unos días, los rascacielos se ven rodeados de gigantescos moscardones que hacen maniobras y piruetas en el aire acompañados de un sordo tut-tut-tut hora tras hora.
También es un espectáculo veraniego observar a los que practican vela esquí acuático y durante el invierno uno se puede entretener viendo esquiar y patinar a los rusos sobre las aguas heladas.
Curioso sitio para vivir, ¿no os parece?
Un abrazo, J.
Y si no, comprobadlo vosotros mismos.
Esta mañana he visto que se me había roto mi maravillosa cafetera tras unos cuantos años de servicio diario y leal. Snif. Así que por la tarde he corrido en una escapada improvisada a una tienda para comprar una nueva. He consultado con el empleado que me ha confirmado que tenían la que yo quería y me ha hecho entrega de una tarjeta con un código de barras para que la pudiera recoger en las cajeras. He llegado, la cajera ha pasado todos los objetos (barra de códigos incluida) por caja y me ha dicho el importe. Le he entregado mi tarjeta de crédito. Primero ha pasado la banda magnética por el lector. Después ha introducido la tarjeta con el microchip en la máquina correspondiente. (No sé por qué siempre hacen las dos cosas.) Me han pedido el código PIN. Lo he introducido. Ha salido el recibo que primero ha firmado la cajera y luego me ha hecho firmar a mí (¿para qué me piden el código, entonces?). Una vez ha verificado las firmas, ha cortado el tíquet de la compra, lo ha firmado (sí, también ese), ha marcado con un rotulador todos los objetos que he comprado excepto la cafetera, que ha marcado con otro, y acto seguido ha rasgado la parte inferior del papel.
Siempre es así. Y yo me pregunto, ¿qué objeto tiene un ritual tan complejo? ¿Para qué banda magnética más chip más código PIN más firma del cliente? En fin, que si se les ocurre alguna forma adicional de complicarlo todavía un poco más, seguro que lo hacen. Es agotador y te roba el poco tiempo libre que te dejan los atascos de tráfico.
Y luego, obviamente, he tenido que ir a otro mostrador con mi tíquet de la compra a pedir que me hicieran entrega de mi cafetera nueva. ¿Os sorprendería mucho si os dijera que han tardado cerca de un cuarto de hora? Ufffff, a veces es muy cansado vivir en Rusia.
Un abrazo, J.
Este mediodía iba en el coche de una amiga de vuelta a la urbanización después de una reunión en la Organización de Mujeres Americanas cuando hemos visto un coche dorado en el carril de la derecha. No era un Rolls Royce, tan solo un BMW, por lo que todo el rato hemos tenido claro que no period de oro. Pero un coche así solo se puede ver en Moscú. Si hubiese sido de verdad lo habríamos podido encontrar en los Emiratos Árabes.
Yo quería hacerle una foto a toda costa para enseñároslo así que mi amiga le ha dicho a su chófer que intentara alcanzarlo… Es como si el conductor del coche dorado nos hubiese oído. En cuanto nuestro vehículo ha pasado de carril para alcanzarlo, él ha salido despedido en dirección contraria. Y así ha empezado una persecución como las de Starsky y Hutch en nuestros tiempos. Por un momento parecía que estuviéramos echando una carrera por las avenidas de Moscú. ¡Qué terror!
¡Ahí está!
Nos movemos de carril para atraparlo. Pero el coche dorado se nos pone delante. ¡Así no le puedo sacar una foto decente! Y ahora obras, un carril menos. ¿Cómo voy a poder pillarlo?
He sacado el brazo fuera de la ventanilla y hecho fotos al azar por encima de nuestro propio vehículo. Más vale una mala foto que nada,” he pensado.
Y eso me temo que es lo que he conseguido.
Cuando por fin nos hemos puesto a más menos su altura, ha tomado un desvío hacia la derecha y se ha perdido en el tráfico a toda velocidad.

Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Las instrucciones decían, además, que los niños debían ir vestidos con ropa formal: hoy no están permitidos los vaqueros ni nada medianamente casual. Abundaban los lazos, las minifaldas, los trajes, las corbatas y unos pompones en el pelo que parecían montañas de nata sobre la cabeza de algunas niñas.
Nuestra hija se ha dirigido a su aula. Había unos diez niños y niñas en complete. Allí se ha presentado su profesora, les ha explicado un montón de cosas de las que no ha entendido nada y les ha hecho entrega de los libros para el curso. Luego se han despedido hasta el próximo lunes, día en que comienzan las clases como tal.
Así empieza el colegio en Rusia cada año. Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Algunos de vosotros tal vez recordéis las botas que me compré en un mercadillo de artesanías rusas no hace mucho. Hoy he descubierto la historia de ese tipo de botas. Aunque las tradicionales no son exactamente como las que compré sino como las de la otra foto de la derecha, se trata de un calzado que ya se usaba desde tiempos inmemoriales en este país. Fabricadas de vellón prensado, cada par necesita por lo menos un kilo de ese material, que se debe cepillar hasta formar unas tiras muy finas, conformar, hervir y secar para conseguir el resultado last. En el siglo XVIII se consideraban un regalo de lujo y varios emperadores como Pedro I y Catalina la Grande mandaron fabricar pares de valenki para sus vestuarios personales. Pero no solo ellos, incluso Lenin y Stalin las usaban. En el campo y en el ejército son muy habituales todavía día, pero no es de extrañar ya que soportan hasta forty grados bajo cero. ¿Tendré que acabar poniéndome las mías este invierno?
Ya os lo contaré. Un abrazo, J.
Empezó en Estambul, 3 días antes de que volviéramos a Moscú. Creía que eran unas anginas provocadas por el aire acondicionado porque me dolía el lado derecho de la garganta. Pero día tras día el dolor fue subiendo por el lado derecho de la cara. Me despertaba por las noches porque tragar saliva period un infierno. Más vale que me había llevado paracetamol. Cuando llegamos a Moscú me estaba tomando 1 gramo cada cuatro horas para soportar el dolor.
El primer día fui al médico. No aguantaba más. El de medicina normal que me vio primero no sabía qué me podía estar pasando. Sí, una de las amígdalas parecía mayor que la otra pero no había síntomas de inflamación ni de infección en el análisis de sangre. Solicitó una ecografía por si hubiera un… en las glándulas salivares. ¡Qué susto! Y me acompañó a hacerla y estuvo conmigo durante todo el rato. Bueno, no hay nada malo,” me dijo alegremente al terminar el procedimiento.
Pues no sé qué puede estar provocando ese dolor tan agudo. Viendo su historial, está claro que usted está más que acostumbrada a soportar el dolor y que su umbral debe de estar muy alto. Hmmmm, voy a solicitar una consulta con un otorrino y, si él no encuentra nada, con un dentista. No se me ocurre nada más.”
Alentador, ¿no os parece? Para ese momento el dolor era tan agudo que no podía abrir bien la boca y tenía que apoyar los dedos sobre el oído y la sien y presionar ligeramente para soportarlo.
Pero el otorrino sí que vio algo. Nada más mirar las amígdalas. Una infección producida por una micro organism transmitida por los frutos secos. ¡Lo que me faltaba! ¡Con lo que me gustan los frutos secos! Habrán sido las pipas que me tomé en Turquía. Bueno, el caso es que me han provocado una especie de úlceras en las amígdalas y esa inflamación afecta al nervio glosofaríngeo (¡toma ya!) provocando un dolor muy agudo que va desde la base de la amígdala, pasando por las mandíbulas y el oído hasta la cavidad ocular y la cabeza. Vamos, que me duele todo el lado derecho de la cara un montón. Según el especialista, es uno de los peores dolores que existen. Y me tenía que tocar a mí, claro, como no había tenido suficiente con la espalda…
El médico me trató directamente las lesiones, me puso un líquido dentro de la garganta productos para el pelo con un palo muy largo, y me recetó unas gárgaras especiales. No mejoré nada.
Al día siguiente me propuso un spray con anestesia para la amígdala y unas pastillas que consiguen adormecer el dolor del nervio durante unas cinco horas. Resultado: sigue doliéndome un montón al tragar pero la cara está mejor hasta que deja de hacer efecto la medicación. A la vez, las pastillas son tan fuertes que estoy atontada y mareada.
¿Habíais oído alguna vez un caso así? ¡Lo que no nos pase a nosotros! Una infección por un fruto seco…
Me voy a la cama. Ya os contaré cuando me sienta mejor. Un abrazo, J.
Un abrazo, J.
Cuando finalmente llegamos a nuestro destino, nos llevan a una especie de vestuario y nos piden que nos pongamos la ropa de baño y nos demos una ducha. En unos minutos estamos preparadas mi hija pequeña y yo junto a la piscina donde ya nadan dos maravillosos delfines. ¡Qué emoción!
Seguimos todas las instrucciones y, efectivamente, nadamos con los delfines. Y jugamos con ellos, los acariciamos, nos dan un besito, cantan y bailan para nosotros… El instructor les va diciendo a cada momento qué deben hacer y les premia con un pedacito de pescado cada vez. No deja de ser un poco de circo, un poco synthetic, por eso de que es como un conjunto de trucos aprendidos, pero aún así es emocionante y especial.
Los delfines tienen una textura muy suave, más suave aún que el terciopelo. Su cuidador nos enseña cómo se te queda la mano si los acaricias fuera del agua: cubierta con una capa de polvos shade gris. Están recubiertos de esa sustancia por todo el cuerpo.
Volvemos hacia el resort para dejar la ropa mojada tomando primero un autobús y luego el tranvía. No más taxis para nosotras.
Está buenísimo.
Está muy limpio y ordenado y da gusto ver los montoncitos de especias de todos los colores en los puestos. Me encanta. Me las llevaría todas a casa y tendría un cajón lleno de cajitas con todas ellas. ¡Con lo ricas que son!
En este mercado no te abordan los vendedores como en los otros, intentando detenerte a toda costa y que les compres algo. El ambiente es mucho más tranquilo y pacífico.
Para diseñar, construir y decorar este palacio contaron con los mayores profesionales de la época y de todos los países. Usaron los mejores materiales e intentaron conseguir un efecto deslumbrante que hiciera comprender a quienes lo visitaran cuán importantes eran el sultán y su familia.
Todo en él es ostentoso: arañas de cristal que pesan toneladas, muebles importados de la India, de China, de Rusia, de cualquier rincón del mundo, suelos de maderas preciosas como el ébano formando mosaicos colocados pieza a pieza a mano, alfombras interminables, espejos gigantescos, el primer teléfono que se instaló en todo Estambul… me recordaba a los palacios de los zares rusos y su afán por mostrar riquezas. Cualquiera diría que estaban realmente compitiendo por ver cuál era más rico.
Fue también en este palacio donde vivió y murió el primer presidente de la precise república, Ataturk. Y los salones de palacio aún hoy se utilizan para recepciones importantes aunque todo el conjunto sea un museo.
Y mis hijas se llevan un último recuerdo de Turquía en las manos No es que sea algo típico de este país, pero siempre habían querido hacerse un tatuaje de henna y, cuando han visto a un chico ofreciéndolos, no se lo han pensado dos veces.
Hemos disfrutado mucho visitando todos estos lugares de Turquí y hemos aprendido muchas cosas sobre este país y sus gentes.
Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Ya estamos de vuelta en Estambul y ¡hace un calor!
Por la mañana nos aventuramos en tranvía para ir a ver una zona de la ciudad que no conocíamos. Como habíamos visto el nombre anunciado entre las paradas durante nuestro viaje de vuelta de dejar el coche en el aeropuerto, nos dirigimos hacia Topkapi con intención de ver el antiguo castillo del Sultán, donde se guarda el tesoro de joyas antiguas.
Esto que veis a la derecha es la maqueta de la instalación completa. La pintura auténtica es gigantesca y hay un pasillo por el que pueden caminar los turistas para poder verla desde todas las perspectivas.
Por fin llegamos a la plaza del Sultanahmed, donde están las dos mezquitas. No os había enseñado el obelisco egipcio que también se trajeron para estas tierras. Es auténtico.
Pues va a ser que no. Acabo de buscar imágenes en google para que vierais alguna de las reliquias pero no sale nada. Sí que las tienen bien protegidas.
Bueno, luego vuelvo al tema de las reliquias. Mientras os sigo contando nuestra visita.
Visitamos muchas de las salas; no todas. El Palacio es gigantesco.
Miráramos donde miráramos veíamos mármol, nácar, maderas preciosas… No, no period nada difícil imaginarse aquí a Sheherezade contándole sus historias al sultán.
Todo el harén estaba decorado con el mismo lujo que el resto del Palacio.
Mi hija pequeña alucinaba cuando le conté cómo vivían aquellas mujeres. Luego comentó que no le gustaría vivir como ellas porque a pesar del lujo y las riquezas, que se tenían que aburrir un montón.
Al salid del Palacio Topkapi entramos unos minutos a los mausoleos de los sultanes, situados a muy poca distancia. Allí se guardan los cuerpos de varios miembros de las diferentes familias reales en estos sarcófagos que veis cubiertos de tela verde, el colour actual. Los había de adultos y de niños.
Cenamos en otro restaurante native donde pudimos por fin tomar esa especie de crepes turcos rellenos de queso, carne espinacas. Estaban buenísimos y, como podéis comprobar, se hacen en el momento.
Hasta la siguiente. Un abrazo, J.

Lo que no nos perdimos fue lo que queda del antiguo templo de Artemis (Diana) porque es una diosa que le gusta especialmente a mi hija mayor. El entorno en el que estaba el templo se reconoce con facilidad. A uno de sus lados hay un estanque que en primavera se llena de agua y donde aún se pueden ver varias de las piedras que lo rodeaban y al otro lado se alza una columna y varios restos más que nos permiten hacernos una idea de las dimensiones y de la orientación que tuvo que tener todo el conjunto.
El grupo de mujeres de blanco estaba rezando y la que ocupaba el lugar central del grupo parecía estar en trance y tenía los ojos en blanco.Hacía muchísimo calor, como unos cuarenta grados, y las pobres se arremolinaban bajo la sombra de los árboles inmersas en su oración.
Sin embargo, todo el conjunto se ha convertido en un verdadero centro de peregrinación para varias religiones diferentes, y no solo la cristiana, ya que los musulmanes, por ejemplo, también consideraban a Jesús un gran profeta y a su madre en cierto sentido divina.
Y con eso acabamos la visita y bajamos al pueblo llamado Selçuk, el Éfeso moderno para visitar el museo y ver, entre otras cosas, las dos estatuas de Artemis que se guardan allí, una de piedra y unos dos metros de alto, del siglo I antes de Cristo (foto de la derecha), y la otra más pequeña pero con la mitad superior cubierta de oro. Ambas son impresionantes. El museo es pequeño, como de pueblo, pero todas sus piezas son increíbles. Disfrutamos un montón visitándolo.
Comimos en el pueblo y nos pusimos en marcha. Y a partir de ahí empezó una nueva parte de nuestra aventura por Turquía. Queríamos llegar hasta uno de los dos pueblos donde hay ferry hasta Estambul porque habíamos acordado devolver el coche alquilado antes de las 12 de la mañana de hoy, jueves. Decidí, por lo tanto, parar a tomar un café por el camino porque el único que servían en Selçuk era turco y prefería algo más occidental. Recordábamos haber visto un Starbucks a la ida y no dejé la carretera hasta encontrarlo. ¡Qué bueno estaba! Y aprovechando que habíamos parado y con el fin de estirar un poco las piernas, entramos en una juguetería que había al lado. Unos minutos más tarde seguíamos nuestro camino.
Hasta ese momento, el viaje por carretera había sido tranquilo. Mi hija mayor dormía y la pequeña se entretenía jugando en el asiento trasero. Pero después del café empezamos a cantar a voz en grito y a recordar las típicas canciones de las excursiones escolares. ¡Cómo nos lo pasamos! Estábamos contentas, también, porque ya solo nos quedaban unos treinta kilómetros hasta Yalova, el pueblo donde queríamos embarcar para el último tramo hasta Estambul.
Por eso no me di cuenta hasta pasadas un par de horas. ¡Había dejado mi cámara de fotos olvidada en uno de los dos sitio: Starbucks la juguetería! ¡Maldición! ¿Qué hacer? Todo nuestro buen humor se esfumó. No solamente teníamos todas las fotos de Éfeso en la cámara, sino que era un regalo de mi marido… Paré en una gasolinera y pregunté si hablaban inglés. Ni palabra. Así que me planté en mitad de la sala y pregunté en voz bien alta a los clientes si alguien hablaba inglés. (¡Tendríais que haberles visto las caras!) Pero una mujer dijo que ella sí. Le expliqué mi problema. Teníamos el recibo de la compra en la juguetería y aparecía un número de teléfono pero yo, obviamente, no podía llamar porque no hablo turco. En seguida se ofrecieron a ayudarnos y llamaron a la tienda. No hubo respuesta. Nadie contestaba.
No me quedó más remedio que dar media vuelta y volver a la juguetería. Ya estaba oscureciendo. Me llevaban todos los diablos. ¿Y si no la habían recogido? ¿Y si no me la había dejado allí? ¿Y si alguien se la había quedado? No os podéis imaginar qué tres horas de infierno pasé. Además del montón adicional de gasolina que tuve que meterle al coche, claro.
Tuve suerte. La cámara estaba en la juguetería.
Empecé a deshacer el camino andado por segunda vez. Y esta vez me dirigí a otra ciudad más cercana donde hay ferry porque ya period tarde, estaba muy cansada y seguro que no íbamos a llegar a tiempo a Yalova antes de que cerraran. Pero llegamos tarde, casi a las 10 de la noche y ya no había barcos tampoco allí. Así que cenamos y nos alojamos en un hotel cercano con intención de embarcar hoy por la mañana y recorrer los últimos kilómetros con calma.
Por lo menos tuvimos suerte con el lodge que, además de estar limpio, tenía una habitación disponible para las tres. (Y así aprovecho para enseñaros que todos los hoteles en los que hemos estado por Turquía fuera de Estambul ponían bolitas de alcanfor en los lavabos. Curioso, ¿no?)
El caso es que hoy nos hemos levantado y nos hemos dirigido a la cola del ferry para comprar billetes porque el primero salía las 9.30. Pero hemos llegado tarde una vez más. Para las 9.15 ya no quedaba un billete en ninguno de los barcos de hoy. Vuelta al coche y a la carretera. ¡Qué deprimente! Hemos conducido hasta Yalova pero ya no nos hemos detenido allí sino que hemos seguido de tirón hasta Estambul. Hemos llegado a la una y cuarto. ¡Por lo menos no me han cobrado por entregar el coche tarde! Eso sí, estoy molida. Hoy por la tarde nos lo hemos tomado con calma y nos hemos quedado en el lodge descansando. Mañana seguiremos con el turisteo. Hoy me he ganado una cervecita y un buen libro.
Hasta mañana. J.
Y, como podéis comprobar en la foto de la izquierda, el lodge tiene unas vistas magníficas y unas terrazas de lo más apetecibles para tomarse una cervecita una cena a la luz de la luna.
Este lugar es un verdadero pueblo, más bien una aldea, con calles de adoquines sin asfaltar y empinadas cuestas que subir a riesgo de partirse un tobillo. Los lugareños, cuando no están atendiendo un puesto en alguna de las calles un restaurante en el jardín trasero de su casa, se sientan ante la puerta sobre una banqueta de madera y paja y se dedican a ver pasar a los turistas.
Todo el pueblo se ha convertido en una especie de gran bazar. Hay puestecitos y tiendas en todas las callejas y en los rincones más inesperados, que conviven en perfecta armonía con los perros y gatos y el siempre presente polvo de las calles. El pueblo huele a pueblo de verdad y constantemente se oye el balar de alguna cabra el rebuznar de un burro.
Después de cenar nos sentamos en una heladería a disfrutar de algún postre típico… una fondue de chocolate y frutas al chocolate. No nos apetecían más dulces turcos; llenan un montón.
El resort del pueblo period muchísimo mejor que el de Estambul y, obviamente, más barato. Cosas de estar en un pueblo.
Y esta mañana hemos salido después de desayunar con intención de seguir el viaje y no parar hasta llegar a Izmir, la ciudad de mayor tamaño antes de llegar a nuestro destino last. El viaje ha sido curioso, muy curioso. Después de recorrer unos cien kilómetros de paisajes llenos de olivos, vides, pueblos polvorientos y puestos callejeros de melones y sandías, nos hemos encontrado con un complejo de shops en mitad de ningún sitio donde no hemos podido evitar parar para tomar un café de Starbucks (en el lodge el desayuno solo incluía Nescafé de sobre…). Había de todo, tienda tras tienda, ropa, calzado, McDonalds, Burger King, accesorios… Y un montón de coches aparcados en la puerta.
Además del mega-outlet, hemos visto otras cosas curiosas por el camino, como esa pedazo estatua” en mitad de una carretera entre dos aldeas. No tengo ni idea de a quién representa pero era gigantesca. No sé por qué me ha hecho pensar en Rusia y Kazajstán.
Junto a nuestra mesa había dos chicas jóvenes que, al acabar su comida, se han pedido un café turco y un licor. Cuando les he vuelto a mirar tenían las tazas boca abajo sobre los platillos. ¡Estaban leyendo los posos del café! Yo creía que eso ya no se hacía.
Y después de comer hemos seguido nuestro viaje.
No me diréis que no es auténtico, con bandera y todo…
Y al ultimate hemos llegado a nuestro destino para hoy: Sirince, un pintoresco pueblecito en las montañas cuajado de casas antiguas otomanas y a unos escasos diez kilómetros de la antiquísima Éfeso y al casita donde vivió la Virgen María al ultimate de sus días. ¿No os parece increíble?
Mañana os cuento más, que hoy nos vamos de investigación y disfrute. Un abrazo, J.
¡Todo está cerrado! Bueno, casi todo. Ayer intentamos hacer turismo: palacios, mercados… pero todo está cerrado durante tres días por el last de Ramadán. Así que hemos decidido alquilar un coche e irnos de excursión. El único problema es que la empresa de alquiler todavía no nos lo ha confirmado. En fin, esperemos que no haya problemas.
Cenamos cerca de Hagia Sophia y, estando allí, a mi hija pequeña se le partió la tira de la chancleta. ¿Cómo volver al resort? Le pedimos una grapadora al camarero pero el plástico era demasiado duro para clavar las grapas. Al final fue el propio camarero quien nos lo resolvió con un imperdible. ¡Si es que lo que no nos pase! Así volvimos al hotel, con un imperdible en la chancleta.
Hasta pronto. Un abrazo, J.
Todo el edificio está cubierto en su interior por mosaicos, mármoles, pinturas, frescos, tallas y esas lámparas colgando desde unos techos que se pierden en la lejanía.
El acceso a la planta superior se hace por unos pasillos en rampa cubiertos de losas milenarias tan desgastadas por el uso que patinan y no a través de escaleras, algo que yo no había visto hasta ahora y que resulta de agradecer. En otras catedrales subir al piso de arriba al campanario es casi una tortura.
Creo que en la foto de la izquierda podéis percibir la altura de la catedral. Impresionante, ¿no os parece? Fijaros lo pequeñas que parecen las lámparas desde aquí.
Este edificio está tan cargado de historia que me podría pasar todo un día en él, mirando rincones y detalles e imaginando todos los libros que he leído sobre ellos. Es muy emocionante.
Y este period el ambiente en las calles a las eight.15, hora en el que terminaba oficialmente el Ramadán. Como veis, period un ambiente de fiesta y callejeo. Una vez más, cantó el muecín y un montón de botellas de agua se alzaron casi simultáneamente para apagar la sed de todo un día. Se respiraba mucha alegría por las calles. Fue una gozada estar ahí para verlo.
A ver qué vemos hoy. Ya os lo contaré. Un abrazo, J.
Ya por el camino encontramos algunas cosas diferentes, como estos escaparates llenos de ropa infantil sacada de las Mil y Una Noches. Había varios escaparates como estos, así que llegamos a la conclusión de que aquí los niños tienen que tener algún tipo de celebración infantil parecida a la de la Primera Comunión para lo que se visten como veis. Tendré que investigar…
Pero parece ser que también las niñas tienen algún momento en el que se disfrazan” quizá solo sea lo que aquí se considera elegante para bodas u otro tipo de celebración. Está claro que nuestra moda festiva tal vez pueda parecer una adefesio para quien vive aquí. Lo que sí os garantizo es que ayer no compramos nada en ninguna de estas tiendas
Entramos. Es más amplio de lo que yo esperaba. Otros bazares donde he estado tienen calles mucho más estrechas y un aire más antiguo. Aquí hay tiendas con escaparates de cristal y no solo productos colocados ante puestos callejeros.
Así que nos marchamos del Gran Bazar un poco decepcionadas. ¡Qué pena!
Los derviches giran siguiendo un ritual organizado en el que siempre hay uno de ellos en el centro. Dan vueltas sin moverse del lugar y sin que se word que levantan los pies, por lo que es como si giraran sobre una plataforma. Se ve que están en una especie de trance, todo ello acompañado de una música especial interpretada con instrumentos antiguos y animada por un monótono cántico related al de los muecines llamando a la oración.
Fue impresionante. Me encantó. Pocos rituales he visto que me hayan sorprendido tanto. Podía sentir lo solemne del acto para los bailarines. Ya solo ver a los derviches ha merecido con creces venir a Estambul. Es algo mágico y único, cargado de sentimiento religioso y de una profunda paz.
Y con esa paz os dejo por hoy. Un abrazo, J.
Ayer sí, ayer cruzamos a la zona asiática. Quedamos para tomar un café con Angelique, una amiga de los tiempos de Polonia que vive ahora aquí y ella fue quien nos guió sobre qué ferry coger y nos enseñó la zona de callejas y tiendecitas típica de esa zona de la ciudad.
Al volver al lado europeo nos despedimos de Angelique y volvimos al hotel a dejar las compras que habíamos hecho. Poco después salimos a cenar en una de las incontables terrazas que hay por todas las calles de Estambul y a disfrutar de la noche una vez más.
Hasta la siguiente. Un abrazo, J.

Me levanté la primera, como siempre, y bajé a desayunar. Me sorprendió ver que no todo estaba aún preparado en el restaurante y que el camarero corría y corría para preparar las cosas. Me tomé unas cuantas tazas de café tranquilamente mientras empezaba a contaros nuestras aventuras por este nuevo país. Poco a poco fue apareciendo gente y ocupando las mesas. Probé unas cuantas cosas del bufé y me lo tomé con muuuuucha calma. Hasta que me di cuenta de que eran las diez menos veinte y, si no me daba prisa y despertaba a mis hijas, les cerrarían el restaurante y no podrían desayunar.
Una vez cargadas de energía, bajamos a la zona de mimos. Allí contratamos un paquete de baño turco, sauna, baño de vapor, piscina y jacuzzi y un masaje de reflexología para cada una. Empezamos por la sauna. Period bastante grande y nos tumbamos allí durante unos diez minutos. Mundo, olvídate de nosotras durante un rato. En el baño de vapor aguantamos menos. Y el baño turco estuvo bien pero no nos hicimos ningún masaje ni nada. El siguiente destino fue la piscina cubierta y el jacuzzi: un poquito de ejercicio en el agua, algo de masajito suave… Ahora, lo de la reflexología fue otra historia…
Y con eso terminamos la sesión de mimos. De allí subimos a la terraza del resort a darnos un chapuzón” en su minipiscina y tomar un poquito el sol. Se estaba de ensueño porque había levantado algo de viento y no hacía demasiado calor. Así que nos quedamos allí hasta la hora de comer.
Y después seguimos nuestro camino despacio, tranquilas, disfrutando de lo que veíamos, oíamos, olíamos, de todo lo que nos rodeaba.
Paseando, paseando, llegamos junto al Bósforo, un cuadro azul miráramos donde miráramos. Ante nosotras, la costa asiática, Asia. Así es Estambul: una zona es Asia y la otra Europa, dos continentes en una única ciudad. Nosotras nos hemos alojado en la europea y por eso mirábamos hacia Asia. Decidimos montarnos en un ferry y cruzar a la asiática para cenar allí. Había docenas de barcos cruzando de un extremo al otro, cargados de pasajeros y turistas.
¡Qué gozada! No me diréis que esto no es vida. Estambul se extendía a ambas orillas del Bósforo con sus incontables minaretes, sus palacios y su luz.
La temperatura period perfecta. No hacía demasiado calor y la brisa y el viento producido por el moverse del barco hacían que fuese una delicia estar allí.
Y de pronto el ferry atracó en la costa. Pero no en la asiática, como esperábamos, sino en la europea, un poco más arriba. Esperemos,” dijimos, a ver si se trata de una pausa y solo se bajan algunos pasajeros para seguir de aquí a la zona asiática.” Pero qué va, se bajó todo el mundo. ¡Nos habían engañado!
La zona del puente es totalmente turística; de hecho, en casi todos los restaurantes venden cerveza y vino, algo poco musulmán, como ya pudimos comprobar ayer. Todos los restaurantes están especializados en pescado y todos tienen una cuadrilla de camareros que te asaltan mientras caminas por el pasillo intentando decidir cuál de los establecimientos elegir. Todos los camareros te invitan a sus mesas te abordan en cuatro idiomas diferentes con frases como: déjame que te diga solo una cosa,” solo quiero hacerte una pregunta.” Es un poco agobiante. Y, como decía mi hija mayor, se suelen dirigir a las mujeres porque, si ellas eligen un sitio, el acompañante lo suele aceptar sin rechistar.
La verdad es que todo lo que veíamos en los distintos restaurantes resultaba apetecible e interesante.
Nos sentamos a tomar un cerveza (:-)) antes de elegir el restaurante definitivo en el que cenar. Y nos lo pasamos pipa. Creo que los camareros estaban un pelín aburridos porque no se despegaron de nuestra mesa. Una de las preguntas más habituales aquí es: ¿de dónde sois?” Y claro, con nuestra respuesta, siempre les rompemos los esquemas: yo soy de Estados Unidos, la mayor de España y la pequeña de Kazajstán.” Obviamente, la siguiente pregunta es: Y eso, ¿cómo puede ser?”
Al principio pensé que sería cabrarroca pero no sabía igual. Ahora, ¡mira que era feo el bicho, eh!
La cena estuvo deliciosa pero cenamos tanto que hoy, por la mañana, todavía estoy llena.
Un abrazo, J.
a mar, a calor, a especias, a pinchos morunos (kebab) y a sol. No es como Moscú que, según algunos, huele a cebolla cocida (aunque a mí me huele a eneldo.) Estambul huele a Mediterráneo.
Decían que el lodge en el que nos alojamos tenía cuatro estrellas pero me temo que un par se le han perdido por algún hueco se le han caído por algún balcón. No solamente nos han dado una habitación diminuta y poco acogedora, sino que las instalaciones se ven viejas y deslustradas. Por no mencionar la conexión a web… una pesadilla. Pero no importa, estamos en Estambul. Y la gente sonríe.
Tras deshacer el equipaje, salimos a la ciudad a pasear, pasear, pasear. Y disfrutar del calor, de la gente por las calles, del sol, de la luz, de los olores y del bullicio. En Moscú siempre hay gente pero nunca hay bullicio. De hecho, si te ríes fuerte hablas con tono alto, es probable que la gente te lo recrimine por invadir su espacio sonoro.” Aquí no. Aquí estás en el Mediterráneo.
Caminamos por calles y callejas admirando los minaretes, los árboles, las terrazas.
Estamos en época de ramadán. Es decir, que los creyentes musulmanes ayunan durante todo el tiempo que el sol cruza el cielo. No pueden tomar nada: ni comida, ni bebida, ni tabaco si quiera, mientras no se ponga el sol. Y veíamos grupos enteros de familias paseando disfrutando de los jardines, portando neveras y bolsas con comida, a la espera de que el muecín anunciara que el sol se había puesto y podían por fin romper el ayuno.
Y eso fue alrededor de las ocho y cuarto. Estábamos aún cerca de la Mezquita azul. Y lo primero que vimos al oír el canto fue a muchos musulmanes abrir botellas de agua y beber con fruición. Y después encender un cigarrillo.
Tiene que ser muy difícil cumplir con ese precepto del ayuno: ¿no comer ni BEBER desde que sale el sol hasta que se pone? ¿Y los fumadores? Uf, qué duro.
Vimos cosas muy curiosas en un mercadillo que hay con artesanías y materiales antiguos de Turquía. Había de todo, desde el típico cestero, hasta recetas de productos alimenticios antiguos, telas diseñadas y decoradas con tinta siguiendo patrones de hace siglos joyas que parecían sacadas de algún museo.
Junto al restaurante había una pequeña heladería turca de esas que son poco más que un hueco en una pared y un par de heladeros vendiendo conos. Debo contaros que el helado turco no es como el italiano. Eso lo descubrimos al pedirlo y al consumirlo. Os cuento… Durante la cena se acumuló una muchedumbre junto al puesto de los helados. Se reían y se oían comentarios y ruidos curiosos, por lo que envié a mis hijas a curiosear. El heladero,” me dijeron, que está haciendo el tonto.” Así que al acabar la cena decidimos ir a ver a los famosos heladeros y comprobar qué period tan gracioso. Había dos heladeros, ambos vestidos como auténticos otomanos. En lugar de servir el helado con las típicas cucharas a las que estamos acostumbrados nosotros, usaban unas largas varas de metallic terminadas en unas pequeñas espátulas redondas del tamaño de una yema de huevo. Con eso cogían el helado y lo posaban sobre el cucurucho. La gracia estaba en que, como la masa es tan pegajosa, al entregar la galleta al cliente, lo hacían con el cucurucho colgando de la espátula y, cuando lo iban a entregar, de pronto tiraban hacia atrás y el cliente se quedaba con la galleta en la mano sin helado. volteaban todo el asunto en el último segundo y el cliente se quedaba con la mano vacía en el aire. colocaban el cucurucho al revés y no se podía coger… El helado no me gustó demasiado: el de chocolate estaba muy sabroso pero el de vainilla sabía a azahar; no es que tenga nada en contra del azahar, pero esperaba vainilla.
Y nos volvimos al hotel a descansar. Nuestro primer día en Estambul ha sido bonito, muy agradable y lleno de vida. ¡Cuánto me gusta!
Un abrazo, J.
Genial… ¿y cómo se come? Porque os prometo que nos lo sirvieron así, sin nada que acompañarlo.
Preguntamos a la camarera. Nos dijo que lo comiéramos como quisiéramos, como acompañamiento a los platos que hubiésemos pedido como verduras aparte. Hmmmmm. Interesante. ¿Y lo partimos nosotros mismos? Pues fue que sí. De las especias que había en el plato, además de los siempre presentes eneldo y cilantro, todas las demás: romero, perejil, estragón y un par cuyo nombre desconozco, tenían un sabor tan fuerte que en lugar de estar comiendo verduras parecía que estuviéramos dando un mordisco a un curry. ¿Habéis visto alguna vez cosa parecida, que os sirvan el plato para que os lo preparéis vosotros mismos? Sin aceite ni vinagre ni ná…
Eso parece. Lo de Nueva York se ha ido al garete. Este año no hay forma de hacer planes. Pero no desistimos. Lo volvemos a intentar. He reservado todo para irnos las niñas y yo diez días a Estambul. No conozco Turquía. Será interesante.
Hablando de lo que veo… ayer nos encontramos esto en el centro comercial…
Ya no es que se lleven al perro en el bolsito. Ahora lo sientan en el carro de la compra.
No sé por qué, la foto salió un tanto amarilla pero esto es lo que comí en un restaurante de la Calle del Viejo Arbat, quizá la más turística de todo Moscú. Y debo deciros que me llevé una sorpresa. Aunque pueda parecer pollo pavo, no lo es, es esturión, el pez del que se saca el caviar auténtico. El caviar son huevas de esturión. Y la carne es, como igual podáis adivinar en la fotografía, densa como la de las aves. No tiene espinas pero sí muchísimo sabor. Buenísima. Todo un descubrimiento. Así que, si venís por Rusia, no dudéis en probar el esturión.
Os diré, también, que el restaurante no me pareció nada del otro mundo. Las mesas eran incomodísimas y la comida no estuvo para echar cohetes. Será que mis gustos son muy diferentes del resto de la gente. A todos les encanta este restaurante. Yo prefiero otros.
Como no conseguíamos hablar con nadie, volvimos a la biblioteca. Allí preguntamos a un chico joven. No le sonaba de nada. Ni siquiera sabía de qué estábamos hablando. Le enseñamos el folleto, ese folleto que habíamos cogido allí mismo, en la biblioteca donde ÉL TRABAJABA. Nada, que ni idea. No nos lo podíamos creer. Preguntó a otra compañera de más edad. Tampoco. Y a otra ya decididamente mayor. Tampoco sabía nada. Increíble. Al final el joven cogió un mapa y se puso a buscar la dirección que aparecía en el folleto. Cuando encontró los museos vimos que estaban a bastante distancia. No nos merecía la pena ir. Además, si ni siquiera ellos sabían de qué estábamos hablando, supusimos que no sería demasiado interesante. ¿Os lo imagináis? Se trata de tres museos que salen en las guías y folletos de Finlandia y los habitantes del pueblo ni los conocen. Eso sí que era de película.
Y para terminar nuestro viaje me tomé otro helado de regaliz pero este… salado. Sí, es otra de las especialidades de aquí, regaliz salado. Y a pesar del color, estaba genial.
Espero que os haya gustado nuestra breve visita a Helsinki.
Un abrazo y hasta la próxima. J.
Pero no os creáis que lo único que nos llamaba la atención por las calles de Helsinki eran sus coche antiguos… qué va. Teníais que haber visto los escaparates de sus pastelerías. Los había para todos los gustos y con todo tipo de propuestas dulces. Desde escaparates de lo más tradicional como el de la izquierda, a algo tan original y tan de moda como el de la derecha.
Para platos principales nos sirvieron un pollo al curry, también para chuparse los dedos, y un plato de carne con salsa de cacahuetes y limoncillo que resulta indescriptible. ¡Qué maravilla!
Visitamos algunas tiendas de recuerdos como esta de la fotografía, que tenía toda una sección dedicada a objetos navideños. Claro, la época de Navidad es aquí de lo más comercial, con viajes organizados al norte, a Laponia, para ver a Papá Noel. Tenían cosas maravillosas, con un especial énfasis en enanitos duendes de todos los colores, tamaños y formas.
Una cosa que me llamó bastante la atención y que me encontré en todos los baños de todos los sitios que visitamos (ya sabéis que me suelo fijar en ellos) es que todos tenían esta ducha de mano conectada al lavabo. Creo que hacía las funciones de bidé.
En esta foto de la derecha podéis ver mejor las salchichas de oso. Nos suele gustar probar los platos locales allá donde vamos pero nunca creí que se me fuera a presentar la oportunidad de comer carne de oso.
Aquí, claro, en vez de cabezas de toro tienen cabezas de alce colgadas por las paredes. No sé qué me da más yuyu. No me gusta esa thought de colgar cabezas de animales en las paredes ni me gustan los animales disecados. Ni siquiera cuando period niña me gustaban y, cuando los demás se acercaban a admirarlos, yo solía salir de la sala donde estuvieran lo más rápido posible. Eso de embalsamar muertos no es lo mío, supongo.
Y aquí tenéis los postres: queso lapón que no sabía a nada, crepes con varias salsas de acompañamiento, tarta de chocolate (que estaba para chuparse los dedos) y tres tipos distintos de helado. Lo del helado fue alucinante porque uno de los sabores period helado de pez. Y os diré que nos pareció… asqueroso. No nos lo pudimos terminar. ¡Qué asco! Jajaja, cosas de las culturas y la diversidad. Me quedo con el de regaliz.
Así que nuestra última cena en Helsinki discurrió entre risas y aventuras gastronómicas. Fue muy divertido descubrir sabores nuevos y probar cosas inimaginables. Fue toda una experiencia.
Y aún me queda por contaros el último día.
Un abrazo, J.
El puerto sí había despertado y estaba a disposición de los turistas. Había pequeños barcos que se dirigían a infinidad de sitios y grandes ferrys como los que va a diario a Estocolmo Tallín.
Echad un vistazo…
Según nos explicó el guía de nuestro viaje, la inmensa mayoría de las islas del archipiélago son privadas. ¿Os imagináis ser dueños de toda una isla?
Helsinki se extiende durante muchísimos kilómetros, algunos de ellos sin ninguna casa. El término municipal es gigantesco.
Si lo que se busca es pasar unas vacaciones tranquilas, relajarse, olvidarse de todo y disfrutar de la naturaleza, está claro que Finlandia es el destino perfecto. La tranquilidad es absoluta y se respira paz.
Entramos en una tienda nada más llegar al pueblo porque me llamó mucho la atención su escaparate. Todo lo que venían en el interior estaba hecho de papier maché. Había algunas cosas increíbles. La dueña nos explicó que todo lo hacía ella. Era una pasada.
Y luego nos fuimos a buscar dónde comer.
Encontramos un restaurante con una magnífica terraza cubierta donde ofrecían un bufé de productos locales. La especialidad del native period, no os lo perdáis, caracoles. Pero no los pedimos. En el menú contaban que antes los criaban ellos mismos pero que ahora todos los que servían eran importados de Italia. ¡Qué cosas!
La gente estaba comiendo caracoles. Los servían en una especie de platos especiales con seis huecos y los presentaban ya sin concha en una salsa a base de mantequilla. Es otra de esas cosas que no se me habría ocurrido nunca, no sé por qué, que los finlandeses comieran caracoles…
Incluso puedes pagar un helado con tarjeta de crédito. Y así fue como acabamos la visita a Porvoo, tomando un helado de regaliz. ¡Está buenííííísimo! Las líneas oscuras que veis son el regaliz, por lo que en realidad es un helado de vainilla y regaliz. Me encantó.
La vuelta a Helsinki la hicimos en autobús por no volver a pasarnos tres horas en el barco.
Pero en Finlandia no solo se decoran las personas… Si en los escaparates hubiésemos encontrado algo así de original…
Bueno, ya os he contado unas cuantas cosas más sobre Finlandia. Ahora os dejo. Seguiré pronto porque todavía vimos muchas cosas más.
Un abrazo, J.
En realidad pasamos todo el primer día dando paseos y descubriendo la ciudad y un poco de su cultura y sus gentes. Todo el mundo es amable y nos hemos sentido acogidos y bienvenidos. Es un gusto pasear por calles ordenadas y limpias. Y descubrir sus insospechados rincones. Entre otras cosas, nos encontramos una pista de hockey improvisada en una de las plazas más céntricas, centros comerciales en los rincones más insospechados que se extienden por enormes pasillos subterráneos con diferentes salidas a la calle que a veces conectan un centro con otro en una especie de laberinto de tiendas y cafeterías, motivos decorativos bonitos curiosos, gente extravagante diferente… Disfrutamos de cada minuto. ¡Qué bien se está de vacaciones, sin ninguna preocupación, sin problemas, sin obligaciones! ¡Quiero más!
Es una pena que no hayamos podido venir un par de semanas antes, en lo que los rusos conocen como las noches blancas”. También se dan aquí, claro. No se hace de noche y la gente aprovecha para trasnochar muchísimo. Aún así, había gente por las calles todo el tiempo, aunque la mayoría eran turistas.
Y no, no es carnaval ni Halloween todavía…
Así que nos tomamos unas cañitas de San Miguel y una tapita de jamón. ¡En mitad de Helsinki! Ya os he dicho que estos finlandeses tienen algo con España. ¿No os parece?
Nos pareció una forma muy auténtica de celebrar el ultimate de la noche: de cañas de San Miguel por Helsinki.
Pronto os seguiré contando más. Un abrazo, J.
¡Me encanta el regaliz! Por eso estoy feliz en Helsinki. Hay regaliz para todos los gustos: rojo, negro, amarillo, dulce, sin azúcar, salado, chocolate con sabor a regaliz, helado de regaliz, panna cotta de regaliz… y lo encuentras en todas partes: en los supermercados, en los kioscos, en los puestos callejeros, en las gasolineras… creo que Helsinki está hecho a mi medida.
Y la ciudad nos parece algo parecido. No tiene grandes maravillas. Es cómoda, sencilla, tranquila, sin estridencias de ningún tipo. A pesar de ser puerto de mar y contar con maravillosos parques, carece de belleza arrebatadora, de encanto mágico.
Así que aquella primera noche nos dedicamos a dar algún paseo corto por los alrededores del lodge (muy céntrico) para hacernos una thought de cómo es Helsinki.
¡Y el servicio! ¡La gente aquí te sonríe, te habla, te responde, bromea, son amables! Ya se nos había olvidado cómo son las personas ante el público fuera de Moscú. Qué agradable es que a una la traten bien…
Cenamos en la gloria, disfrutando de los sabores de aquella deliciosa comida y nos retiramos pronto.
Al día siguiente, sábado, teníamos previsto salir a descubrir Helsinki…
Junto al mar había un mercadillo de verduras y varios puestos de comida y artesanía variada. Es un lugar agradable donde todavía no hemos conseguido degustar el pescado native, que tan buena pinta tiene. El problema es que siempre hemos ido por la mañana, recién desayunados, por la tarde, tarde, cuando los puestos ya han desaparecido. No entendemos por qué no mantienen los puestos abiertos al anochecer, para que la gente cene allí, en un ambiente tan agradable. Pero lo cierto es que los desmontan a media tarde. Una pena.
Este pescado lleno de peces me chocó bastante. No sé, me resultó un poco caníbal. ¡Brrrrrr!
Después de visitar el mercado y descubrir tantas cosas curiosas, seguimos dando paseos por Helsinki. Tuvimos mucha suerte con el tiempo, que fue magnífico.
Y mirad qué monada de esculturas había en el parque hechas con juncos secos… Esta es la cría de ballena. Junto a ella estaba su madre.
Algunos han acabado agotados con tanto sol y tantas actividades… jejeje. (Debo confesaros que los asientos esos son incomodísimos. Los hemos probado cuando han dejado alguno vacío y no había forma de sentarse cómodamente. No quiero ni imaginar el dolor de cuello que tendrá ese hombre esta noche.)
Un abrazo y hasta la próxima, J.
¡Helsinki!
Cuatro días de escapada en los que seguro que encontraré maravillas y curiosidades que contaros.
Un abrazo, J.
Ayer salí de centros comerciales con mis hijas. Nos lo pasamos bomba porque descubrimos una sala de cine 5D (una especie de simuladores de realidad digital) donde soltamos toda la tensión y el estrés de estas últimas semanas de hospitales, médicos y rollos parecidos. Las tres gritamos, reímos y disfrutamos un montón.
Como siempre, vimos cosas que nos llamaron mucho la atención, como esa deportiva” de la fotografía. No me imagino a nadie por la calle calzando eso. Aunque igual es que estoy desfasada y se ve por todas partes y yo no me he fijado… quién sabe.
¿No se pasan un pelín? Ya sé que hay mucho millonario, pero aún así…
Y la mejor…
Obviamente, se trata de conjuntos de ropa para perros, por si se os había escapado.
Un abrazo, J.
Hace un par de noches me llamó mi hija mayor por teléfono, toda emocionada, para decirme que por fin había encontrado una nueva casa para Golfo, el perro que tenemos recogido porque la siguió hace unos días, como recordaréis. Me contó que se lo habían llevado ya y que estaba muy contenta.
¡Cuál no sería mi sorpresa cuando la adormilada voz de la rusa me dijo que ella ya no tenía el perro porque lo había devuelto un rato después de habérselo llevado! Devuelto, ¿a quién, si mi hija no lo tiene? Pues a la gente que estaba con ella. Llamé a todo correr a mi hija. Unos minutos más tarde me contactó y me dijo que no, que ninguno de sus amigos había vuelto a saber nada del perro. Nos juntamos y nos dirigimos a la casa de la rusa en cuestión.
Y el perro había desaparecido.
Llamamos a la puerta de la casa. No hubo respuesta. Ni ladridos. Nada.
Volví al Centro Deportivo donde me enteré que los dueños de la casa trabajan en la Embajada Americana. Conseguí su número de teléfono pero, como era el de casa, tampoco obtuve ninguna respuesta.
Dejamos recado en todos los lugares que se nos ocurrieron y nos fuimos a nuestra cita médica del día, en la otra punta de la ciudad. Pasamos el día muy preocupadas. ¿Cómo se podía aceptar un perro en las condiciones en que lo aceptó aquella rusa y luego dejarlo colgado como lo dejó? No entenderé JAMÁS a las personas.
Los americanos llamaron a la patrulla de la Embajada mientras esperábamos a su puerta. Les dijeron que habían entregado el perro a los guardias de seguridad de la urbanización. Ellos lo han negado, les contamos.
Quedaron en insistir con la patrulla, investigar un poco más y llamarnos.
Nos fuimos a casa, dejamos las cosas y mi hija mayor y yo fuimos otra vez al Centro de Seguridad de la urbanización para intentar aclarar esa historia tan embrollada. ¿Dónde estaba el perro? ¿Qué había sido de él?
No le hicimos ni caso (¡qué tía más rara!) y nos fuimos a ver a los de Seguridad. Cuando le explicamos al jefe el problema, nos pidió ver una foto de Golfo. Yo llevaba la cámara, así que no hubo problemas en eso.
Y nos dijo que sí, que lo tenían ellos, que la noche anterior había habido una movida muy grande, con muchísimo follón, y que se lo había entregado una patrulla de la Embajada Americana, que nos lo habían negado antes porque los que habían estado de guardia estaban descansando y los que estaban durante el día no sabían nada (!?!?!?!?) ¿Os imagináis qué descontrol?
Bueno, el caso es que Golfo está otra vez en nuestra casa. Tendríais que haber visto qué saltos pegaba cuando nos vio a mi hija y a mí. Se notaba que había pasado mucho miedo. Pobrecito.
Ahora tendremos que duplicar nuestros esfuerzos y buscarle urgentemente una nueva familia, alguien… de confianza.
¡Lo que no nos pase a nosotros!
Un abrazo, J.
El viaje de ayer a Suzdal fue alucinante en muchos sentidos. Salimos de casa a eso de las 7.20 esperando tener un viaje de un máximo de three horas… ¡Tardamos 6!
El tráfico fue tan intenso durante todo el trayecto como lo que nos solemos encontrar en las avenidas principales de Moscú. Una pesadilla. Kilómetros y kilómetros de coches por los carriles e incluso los arcenes, parachoques contra parachoques, avanzando más despacio que a pie.
Obviamente, tuvimos que parar a tomar algo porque las horas se iban extendiendo, una tras otra. ¿Qué podíamos hacer, dar media vuelta? Además, no hay tren hasta Suzdal, tan solo autobús, que se encontraría con el mismo tráfico. La estación de tren más cercana se encuentra en Vladimir, a unos 35 kilómetros. ¿Cómo llegamos después hasta Suzdal?
Nos armamos de paciencia y continuamos.
Y mereció la pena, vaya si mereció la pena…
Había carrozas para todos los gustos y colores, como os digo, y claro, mi hija pequeña no paró de pedirnos en todo el día que quería dar una vuelta en carroza aunque, eso sí, quería elegir alguna menos cursi y más sencilla.
Después nos dedicamos a vagabundear un poco entre los puestos y cotillear qué vendían. Había un montón de mesas con recuerdos típicos: matrioshkas, imanes para la nevera, and many others. Hacía tiempo que me había encaprichado de las botas de fieltro rusas. Son unas botas especiales y tradicionales que siempre me han llamado la atención. También había zapatillas de un material parecido. Todo, por supuesto, pensado para los fríos del invierno. Al ultimate del día nos volvimos a acercar para comprar un par que algún día pondré en mi estantería de recuerdos del mundo, cuando tenga mi casa familiar y pueda desplegar todas las tonterías que haya ido comprando durante los años de viajes y visitas por el planeta.
Como los pepinillos no nos habían llenado, decidimos ir a comer a algún sitio antes de seguir visitando el pueblo.
Obviamente, todo en Suzdal lo tuvimos que negociar y hablar en ruso; fue un cursillo intensivo. Pero me hizo mucha ilusión porque conseguimos comunicarnos sin problemas. ¡Si hasta parece que hablo el idioma!
Fuimos caminando por la calle principal bajo el sol y el inmenso cielo azul de Rusia, un cielo siempre magnífico. En todos los rincones, mires donde mires, hay algo que admirar. Es cierto que gran parte de los edificios no están muy cuidados pero imagino que mantener todo ese patrimonio no resultará especialmente barato y Suzdal no es una gran ciudad. En todas partes encontramos urnas para depositar donativos, la manera más ordinary de recaudar fondos para mantener este tipo de joyas.
Antes de entrar en ningún monumento nos acercamos a algún otro puesto callejero. Este que veis a la izquierda tiene un montón de botellas de cristal en las que se exponen y ofrecen distintos sabores de vodka y las otras, las botellas de plástico, esconden una bebida local muy famosa en todo el país hecha de miel que se conoce como vino de miel y también lo hay de diversos aromas e incluso sin alcohol. Este último es el que probamos ayer por la tarde. Estaba rico.
La mayoría de los edificios en la actualidad se mantienen como museos. En uno de ellos vimos auténticas joyas antiguas, a cada cual más impresionante. Aquí tenéis un ejemplo de un colgante de oro con piedras preciosas y un Cristo de marfil tallado a mano. Todo el conjunto tendrá unos 6 ó 7 centímetros.
Y así llegamos a la zona donde se ubicaban las celdas de los monjes, en un rincón algo alejado del resto de los edificios religiosos. La entrada estaba en un pequeño patio al que casi no entramos porque no nos llamaba demasiado la atención. Más vale que lo hicimos. La primera celda que vimos estaba ambientada como debieron ser en la época de mayor esplendor del monasterio. Con el muñeco y los muebles no costaba esfuerzo imaginarse la vida de entonces. Parecía que Rasputín iba a salir de cualquiera de las celdas a estrecharnos la mano.
Period perfecto. No le faltaba de nada. Incluso tenía una distribución idónea para sus terribles propósitos. Con poner cuatro verjas y candados, lo tuvo todo hecho. El invierno, la distancia y el aislamiento le garantizaban una defensa perfecta y un ambiente deprimente y desolador para sus víctimas.
Salimos de aquel museo con el alma encogida.
Como los museos son muy visuales, en el extremo de la sala han colocado un maniquí que ilustra para qué sirve el objeto en cuestión.
El lugar period de cuento de hadas. Con el puente de madera sobre el río, la zona alta de Suzdal sobre la colina y las construcciones de madera en la otra orilla, parecía que nos hubiésemos marchado a otro planeta. ¡Qué lugar de ensueño!
En la foto de la derecha podéis ver el salón de los ricos y compararlo con el de los pobres Aquí hay telas y manteles y se ven objetos decorativos e iconos religiosos, entre otras cosas.
También había molinos auténticos, graneros, establos y una pequeña ermita de madera con sus correspondientes iconos en el interior. En algunos de los edificios había artesanos vestidos de época enseñando a los turistas cómo se trabajaban sus materiales con las técnicas tradicionales. A la derecha veis un cestero preparando una pequeña cesta.
Fue todo un descubrimiento el pueblecito antiguo. Disfrutamos un montón visitándolo y nos quedamos con las ganas de recorrerlo con más calma y tiempo.
Tampoco pudimos visitar la Catedral de la Natividad de la Virgen, en el kremlin, donde habíamos quedado con nuestro chófer, porque estaba cerrada. ¡Cuántas cosas se nos quedaron por hacer!
La catedral es otro magnífico ejemplo de la piedra blanca que os he comentado antes. A mí me encantan sus cúpulas de un vivo color azul profundo con estrellas imitando el universo. Serán una cursilada pero tienen encanto
Adiós Suzdal.
Cenamos muy bien a base de salmón, pollo y ternera a la barbacoa. Estaba todo buenísimo y además estuvimos de lo más entretenidos porque había una cantante (no especialmente buena) y las rusas se animaron a salir a bailar. No, nos aburrimos.
Después de cenar por fin nos pusimos de camino a casa. Solo nos costó tres horas llegar.
Fue un día para recordar. Un abrazo, J.
Este le siguió a mi hija mayor hasta casa anoche. Tiene collar y se le ve muy cuidado, así que dueño tiene que tener. Ahora solo hay que encontrarlo. Ya hemos inundado la urbanización (y fb y los correos electrónicos) de carteles y anuncios. Incluso hemos salido de la urbanización para ver si alguien ha puesto algún cartel en algún sitio porque se les haya perdido.
Como veis, los perros me persiguen. Yo no hago nada. Sobre todo esta vez.
Pero no lo puedo dejar en la calle porque se lo llevarían a la perrera y lo sacrificarían en tres días. ¿Por qué puñetas me sentiré tan obligada? La mayoría de la gente lo dejaría y se olvidarían.
En fin. Esperemos que el dueño aparezca pronto.
Un abrazo, J.
Nos lo pasamos muy bien. Esperábamos algo de mayor calidad, tal vez porque los rusos suelen sobresalir en calidad en sus montajes, pero la palabra que mejor lo define es entretenido”. Los vestuarios fueron magníficos, con todo tipo de concepts fantásticas para bailes de disfraces, y sí que vimos lo más tradicional de la cultura de aquí: los saltos y piruetas de ellos, la gracia y la elegancia de ellas, un par de bailarines clásicos, Kalinka, Ojos Negros, el Soviet… lo más conocido. Pero también salieron al escenario bailarines disfrazados de un caballo y de dos patos, lo que le quitó algo de seriedad al present.
Por lo menos no son hipócritas. Les gusta y lo demuestran. De forma abierta, ante todos, sin repujos. Es una de las cosas buenas de los rusos.
Entre consulta y consulta (porque eran en sedes diferentes) tuvimos tiempo de dar algún paseo. Y me chocó volver a encontrarme con asfaltadores. Vaya donde vaya, hay asfaltadores: en Karagandá, Kazajstán, estaban asfaltando las calles de la ciudad por primera vez en su historia cuando fuimos nosotros, en Wroclaw, Polonia, asfaltaron nuestra calle, en Villalbilla, España, asfaltaron parte del pueblo, aquí han asfaltado nuestra urbanización y ayer estaban asfaltando un parque infantil… ¿Será esto algún tipo de mensaje críptico cósmico que no soy capaz de interpretar?

Lo mío está claro que no son las peluquerías en esta zona del mundo. Ya en Polonia me resultó difícil ir peinada decente y en Kazajstán tuve una experiencia totalmente novelesca cuando pedí en una peluquería que, para facilitar las cosas, me dejaran el pelo con mi rizo pure… lo que no esperaba es que cogieran mechón a mechón de cabello, lo embadurnaran de espuma, lo enrollaran como un espagueti y le aplicaran calor para secarlo. Como os podéis imaginar, salí de allí con el pelo bastante más sucio de lo que entré. ¡Buaj, qué asco!
Pero salí con el coloration que veis aquí abajo.
¿A alguno os parecen dos colores iguales? Yo creo que ni se parecen. ¡Qué desastre! Así que ahora tendré que aguantar una temporada con pelo de rata hasta que pueda volver a probar en alguna otra peluquería cruzando los dedos para tener más suerte.
Un abrazo, J.
Eran más menos las nueve de la mañana cuando he salido a dar un breve paseo con los perros. Y entre los árboles pegaditos a mi casa me he vuelto a encontrar a Pepa Pepova. Al principio ha salido corriendo/saltando. Pero unos minutos más tarde se ha quedado quieta, agazapada, mirándonos, silenciosa y curiosa. Los perros ni la han visto. Y allí ha seguido hasta que hemos pasado de largo. Cómo no, yo solo llevaba el teléfono; la cámara estaba en casa. Pero aquí la tenéis. Encontrarme a Pepa Pepova, no sé por qué, siempre me alegra el día.
Luego ha sido una mañana curiosa. Había quedado con una amiga para ir a una tienda en el centro pero, nada más salir de la urbanización, un coche ha rozado el nuestro en un mal adelantamiento. Nuestro conductor ha bajado, se han bajado la conductora del otro coche, su padre y su madre, y ha empezado un concurso de quién gritaba más y más fuerte. Como la ley no permite mover los coches en caso de accidente (por leve que sea) mi amiga y yo nos hemos ido a pie, hemos hecho un par de compras y nos hemos vuelto a la urbanización en taxi. El chófer ha tardado un par de horas en quedar libre.
Y ahora os escribo desde el jardín, aprovechando los 35 grados que hace al sol.
Un abrazo, J.
Un abrazo, J.
¡Con lo contenta que estaba con el centro médico! Hoy he llamado para pedir cita con el médico que tenemos en la urbanización y me han dicho que estaba de vacaciones, que no había sustituto y que debía llevar a mi hija a la clínica para que le hicieran las curas. Me he enfadado mucho. La clínica está a una hora y media de distancia (con el tráfico normal de Moscú) y con una carretera llena de baches. Les he dicho que no estaba para nada de acuerdo porque la médico nos había mandado a casa con instrucciones de que el médico de aquí (que también pertenece a su organización) le hiciera las curas y hoy me dicen que no hay médico. Les he contestado que hoy no es fiesta en el país, tan solo un lunes regular y que no es mi problema que no quieran pagar un sustituto para que el routine se vaya de vacaciones, que eso es problema de ellos y que me lo solucionaran porque me negaba en redondo a hacer que mi hija, recién operada, tuviera que estar desplazándose así.
Acto seguido he llamado a la dirección de la urbanización porque ellos venden” las instalaciones con médico permanente. Tampoco entienden que no lo haya por unas vacaciones. Me han ofrecido que viniera la médico que tienen de guardia en el centro deportivo, porque seguro que le podría hacer las curas a mi hija. Y también me han dicho que iban a adscribir una carta al centro médico quejándose por la falta de servicio.
Así que, después de mucho discutir y mucho enfadarme, me han vuelto a llamar de la clínica y me han dicho que vendría un doctor a casa. De eso hace casi cuatro horas. Acabo de llamar otra vez para ver qué pasa y me han dicho que acaba de salir porque ha tenido una urgencia. ¿Tendremos por fin médico hoy? ¿Le harán las curas a mi hija?
Una verdadera pena porque me han decepcionado bastante. Hoy ha venido una amiga a ver a mi hija y también se ha enfadado bastante cuando le he dicho que estamos sin médico porque ella tenía que ir a hacer una consulta para ella y otra para su peque. No hay derecho a que nos dejen sin médico porque se vaya de vacaciones. Con lo que se paga, no creo que les costara mucho poner un sustituto.
Ya os contaré en qué acaba. Un abrazo, J.
Acabo de volver de pasar cuatro días acompañando a mi hija mayor en el hospital. La tuvieron que operar de urgencia, como a la peque, pero de otra cosa, claro. ¡Menudo susto!
Estuvo tres horas en la mesa de operaciones. No hace falta que os cuente cómo fueron esas tres horas, ¿verdad? Cuando al fin salió el cirujano nos contó que el apéndice, ya extirpado, no presentaba ningún problema pero que habían encontrado sangre acumulada en el vientre por una hemorragia en uno de los ovarios, una hemorragia que ya parecía haberse detenido. Habían limpiado la sangre y cerrado todo.
En la foto de la derecha podéis ver a mi marido trabajando mientras esperábamos que se despertara.
Nos pusieron a los tres (porque mi marido también se quedó la primera noche) en una habitación para cuatro e incluso nos trajeron un café. Lo peor es que el hospital, como es tan pequeño, no tiene ni una triste máquina de refrescos bocatas, nada, solo café. Así que llamamos al conductor y le pedimos que se pasara por un Kentucky para llevarnos la cena.
Hemos pasado cuatro días intentando controlar el dolor. La cosa se ha complicado con una infección de orina y por eso nos está costando un poquito más. El trato de los médicos ha sido exquisito y no han dejado ni un solo aspecto por analizar. La han visto todo tipo de especialidades y le han hecho todas las pruebas posibles. Además, la mayoría han tenido muchísima mano izquierda con ella y la han tratado con un cariño y una suavidad que es muy de agradecer.
En la foto pequeña podéis ver el pequeño jardín del restaurante que hay junto al hospital. Allí he comido un par de días de estos cuatro. Por lo menos nos ha hecho buen tiempo y he podido disfrutar de esos ratitos allí al aire libre.
Ayer vinimos a casa y le preparamos mi despacho para que pudiera usarlo como habitación esta semana. No puede subir y bajar escaleras. Nos han dicho que estará unos diez días convaleciente pero ya ayer empezó a sentirse un poquito mejor. Creo que también hemos superado este nuevo susto.

Ayer salí a comer fuera para celebrar los cumpleaños de un par de amigas. Nos juntamos unas cuantas y unos fuimos a uno de los restaurantes uzbekos de la ciudad. Fue una pena que nos organizaran la mesa en el inside porque, como veis, el exterior parecía bastante divertido. Pero éramos demasiadas para reclinarnos cuales emperatrices romanas en Moscú.
Y luego me tocó el tradicional atasco de vuelta en el que me encontré con vistas como la estatua de la izquierda, que todavía dominan Moscú.
esta preciosidad que está todos los días en la pradera que hay junto a la carretera que lleva a nuestra urbanización. Prácticamente lo hemos visto nacer. Está allí con su madre y es muy, muy dócil. En la pradera hay media docena de caballos atados a cuerdas alrededor de las patas. Pero el peque está suelto. Claro que no se aleja mucho de su madre pero parece mentira cómo se fía la gente aquí.
Ayer estuve en una de las muchas estaciones de tren que hay en la ciudad. Para comprar billetes necesitas el pasaporte aunque seas ruso. Lo del papeleo en este país es por demás.
Al otro extremo de la explanada está el palacete original. Una chabolita de ná que bien cuidada sería una maravilla. Hoy se usa como museo pero no hemos entrado a verlo. Entre otras cosas, nos pedían que compráramos una segunda entrada para ver el interior. Ya habíamos comprado una entrada para el parque.
Esta foto de la derecha muestra el arco de entrada hacia el palacete y en él se puede percibir parte de la grandeza perdida.
En el río hemos visto a alguno pescando, a varios de picnic e incluso a una señora nadando (pero me ha dado apuro sacarle una foto).
Había mucha gente caminando corriendo por los caminos que bordean el agua. Los rusos son muy deportistas.
Y así hemos llegado a una especie de lago donde había barquitas y catamaranes para alquilar. Y eso hemos hecho, a pedalear. Mi hija pequeña se lo ha pasado cañón. Aunque se ha preocupado un poco cuando le he dicho que tuviera cuidado y que no metiera la mano en el agua por si había algún cocodrilo cerca… Hemos bordeado el lago, pedaleado a toda velocidad por el centro del agua, visto peces saltarines y patos y multitud de plantas, vamos, que hemos pasado un rato genial.
Y con eso se nos ha acabado la visita a la hacienda. Al salir hemos parado para comer en un restaurante que había a la entrada, nos hemos tomado los típicos kebabs y de vuelta a Moscú. Ha sido una mañana que ha merecido la pena.
Hasta la próxima. Un abrazo, J.
Esta foto se sacó ayer en nuestra urbanización a las 11 de la noche. Justo comenzaba a oscurecer. Dicen que en San Petersburgo las Noches Blancas son aún más impresionantes porque el sol todavía se oculta menos y la gente sigue por ahí a las 2 de la mañana. Ya sabéis lo madrugadora que soy: os puedo decir que a las 5 la luz aquí es como la que pueda haber en España a mediodía. Y hoy comentaba una amiga que en Finlandia esta noche será la más larga del año, y el sol no se llegará a poner en toda la noche. Es un fenómeno curioso y que hace difícil convencer a los más peques que se tienen que acostar porque es tarde. Imaginároslo.
Ya sabéis cómo me gustan los contrastes de este país. Hasta ahora no me los había encontrado en Moscú, sí en Pekín y allí lo achaqué a la falta de cultura turística y a una política social diferente (y de eso ya hace unos 10 años). Pero aquí están. ¡Y nada menos que en el GUM, uno de los centros comerciales más exclusivos de la ciudad, el que está en plena Plaza Roja, con las tiendas más caras y donde un café te cuesta 50 euros! Comparad los servicios de sus instalaciones con la elegancia de sus escaparates. Debo decir que solo me los he encontrado allí.
El orgullo patrio ruso también resulta chocante. Para el Día de la Victoria había cientos de vendedores callejeros que se te acercaban en las carreteras para ofrecerte banderitas, gorras y todo tipo de parafernalia pseudo-militar. Eso resulta comprensible, sobre todo si se tiene en cuenta los millones de víctimas y el precio tan altísimo que tuvo que pagar este país para ganar la guerra. Pero que también haya vendedores en las atiborradas vías moscovitas vendiendo banderas rusas con el fin de animar a su selección en la Eurocopa… ¡Ni que hubiesen llegado a las finales! Yo creo que eso en España solo se llegaría a ver en una last. Y ni siquiera de la Eurocopa, tendría que ser el mundial. Pues aquí las tenéis, vendiendo banderas y bufandas en mitad de una avenida (y sus ineludibles atascos) en la primera ronda de la Eurocopa. No me diréis que eso no es fervor patriótico…
Y mientras, la vida sigue. Fuimos al cine. Mi hija mayor y yo quisimos ir a ver Hombres de Negro. La anunciaban en una sala donde proyectan películas en versión authentic. Así que allá que nos fuimos. Pero esa, qué casualidad, estaba doblada al ruso. ¡Qué decepción! Como ya estábamos allí decidimos entrar a ver otra, una en francés, que resultó ser un bodrio de los buenos. Y además no estaba permitido comer en el cine, ni siquiera palomitas… ¿Cómo ira a disfrutar de una peli en pantalla grande sin palomitas siendo americana? Oh, gran misterio. Salimos del cine con mal sabor de boca.
Allá que nos fuimos. Tim Burton es Tim Burton.
Hubo palomitas (no muy frescas, la verdad sea dicha), la sala estaba decente. Y la película en versión authentic. Y mi hija y yo nos lo pasamos pipa.
Y esta semana mis chicos han cumplido años. No son cumpleaños cualquiera porque el pequeño (izquierda) ha hecho 12, lo que en edad humana correspondería a unos 84, y el mayor ha cumplido 14, unos 98. Ahora tengo que calcular cuándo cumpliría a hundred el mayor durante el año. Si un año canino son 7 humanos… contando con que mis cálculos no fallen (y lo mío no son las matemáticas, eso está claro,) cumpliría los one hundred nuestros allá por el 10 de agosto. Ese día tendremos que comprar un par de bombones. Sí, ya sé que el chocolate no es bueno para los perros pero es lo que más le gusta en el mundo mundial y no todos los días se cumplen one hundred años, ¿no os parece?
Hasta la próxima. Un abrazo, J.

Fue toda una señora fiesta. Los peques, sobre todo, disfrutaron de lo lindo. Mi hija menor aparecía y desaparecía y se puso hasta arriba de algodón de azúcar. Tú vete a tu bola, que yo me iré a la mía,” me dijo al llegar por la mañana. ¡Y vaya si se fue a su bola! No me tuve que preocupar de ella ni un minuto. Bailó, jugó, comió… se lo pasó cañón. Y eso que hizo mal tiempo durante casi todo el día.
Pero el mal tiempo fue una pequeña bendición. Si hubiese hecho bueno, no habríamos cabido todos bajo la carpa y en las mesas que habían organizado para comer. Según me han contado, otros años hay unas colas eternas para hacerse con la comida y la bebida. Este año fue de lo más fácil.
La Casa de la Música es un lugar muy curioso. No me diréis que el techo no parece una foto de la parte de abajo del Enterprise de Star Trek… La sala principal no es muy grande, así que asistir allí a un concierto te da la sensación de estar en familia y ser uno de los pocos afortunados que ha conseguido un asiento. Y ya veis el órgano que preside el escenario… impresionante. Está claro que Moscú es una de las capitales mundiales de la cultura.
Seguimos descubriendo cosas nuevas cada día.
Un abrazo, J.
Estuvimos decorando la terraza sobre el restaurante el día anterior a la fiesta. Como la previsión period tan mala, decidimos en el último momento cambiar toda la planificación y mover las shishas y el cigarrero a la terraza sobre el restaurante. Aunque instalamos las carpas en el jardín, no nos atrevimos a tenerlas como única opción.
Y más vale, porque diluvió toda la noche.
La gente llegó puntual a eso de las 6. Se les sirvieron copitas de cava, zumos, refrescos vasos de cerveza, según prefirieran. Contamos con el patrocinio de Coca-cola, Lindtt, Parliament (vodka ruso) y alguna otra empresa que nos donó regalos para los invitados. A las 6 y media salieron la pareja de bailarines cubanos y se abrieron un hueco para deleitar a los invitados. Él era cubano y ella rusa y no sé si bailaban bien no porque yo estaban muy ocupada con otras cosas de la urbanización pero sí que consiguieron que la gente se animara. Arrastraron a la gente, que period de lo que se trataba, y lo hicieron francamente bien.
Y cuando acabaron nos marchamos a repartir los sobres. Mis ayudantes y yo nos colocamos en tres filas ordenadas numéricamente para que las parejas pasaran a recoger sus sobres. Estaban numerados por casas y en los sobres se les indicaba a qué casa debían ir para tomar el primer plato. El reparto de los sobres, la parte quizá más complicada de la noche, terminó puntualmente a falta de unos cinco minutos para las 7. Todo iba sobre ruedas.
En la segunda casa coincidimos con Amalia, una de mis amigas que también había formado parte de la organización. Como su marido no quería participar, se había emparejado” con Caroline, una inglesa cuyo esposo estaba de viaje. Luego irían juntas a donde les correspondiera, como si fueran una pareja más.
En casa de Caroline nos ofrecieron comida griega, la especialidad de Amalia: un plato de una especie de lasaña de su país y varios acompañantes para chuparse los dedos. Y vino, claro, que no faltara el vino.
En esa ocasión la otra pareja a la mesa estaba formada por una rusa y un sudafricano que nos estuvieron explicando su experiencia en un restaurante de Moscú en el que se come a ciegas, con todas las luces apagadas. Yo ya había oído hablar de ese tipo de sitios pero nunca había conocido a nadie que hubiese estado. Fue entretenido. No creo que me anime a visitarlo pero está bien que te lo cuenten de primera mano.
Al acabar el postre salimos pitando hacia la fiesta. Yo no podía faltar, claro.
La gente se lanzó a mover el esqueleto y a disfrutar de la fiesta. En la terraza los camareros servían cócteles de vodka cuba libres, el cigarrero preparaba auténticos puros cubanos para quien los quisiera y los libaneses repartían pipas de agua entre los allí sentados. Abajo, en lo que suele ser el restaurante, la música estaba a todo volumen, el camarero de los mojitos no paraba de enseñar a la gente a prepararse el cóctel y los camareros servían vino y cerveza sin parar.
De los sones latinos pasamos a discotequeros y a los más actuales. Y la gente bailaba. No dejaron de bailar ni un minuto en toda la noche.
Yo subía de vez en cuando a comprobar que la gente estuviera cómoda y que no faltara de nada. Poco a poco se iban acomodando personas alrededor de las mesas para pedir que les sacaran una shisha. Nuestros proveedores habían llevado pipas de agua y puros para vender a los vecinos que quisieran comprar.
El habanero resultó ser un caballero muy interesante que trabajó durante hora y media sin parar y que repartió sus puros entre los invitados. No le daba tiempo a terminar uno, que ya se lo estaban quitando de las manos. Además de los que él lió, habíamos comprado otros cincuenta puros cubanos para que nadie se quedara sin uno y también esos se agotaron. Ya no me dio tiempo a preguntarle si alguien le había comprado alguna caja de puros para llevarse a casa.
Y abajo la fiesta seguía.
La hora loca fue eso, una hora loca de desenfreno, baile y cachondeo. Los bailarines cubanos ya se habían marchado y también se fue el de los puros. Pero nadie se dio cuenta. Los camareros sacaron aceitunas, cacahuetes y galletas saladas para picar y poco a poco la música fue volviéndose más variada.
A las 2 de la mañana se suponía que teníamos que terminar. Media hora después de lo acordado se marchó el DJ. Y a eso de las three me planté para que se pudieran marchar los camareros. Todavía había unas cincuenta personas bailando sin freno. No se querían ir. Una más,” me decían. Pero se acabó.
Fue toda una fiesta. Me lo pasé bomba.
Un abrazo, J.
Y en este país tan moderno y avanzado, el camillero de una ambulancia va fumando tranquilamente. Yo creía que ya no pasaba en ningún rincón del mundo desarrollado. En Rusia todavía hay bares y restaurantes con zonas para fumadores y no fumadores. Y en el metro y otros lugares públicos está prohibido del todo. Hacía muchos, muchos años que yo no veía a nadie fumando dentro de una ambulancia en marcha.
También os he contado otras veces que en la ciudad (y sobre todo en sus bosques) hay verdaderas jaurías de perros sin dueño que viven en manadas y que son alimentados por los vecinos con las sobras de sus mesas. Por toda la cuidad encontramos recintos preparados para ejercitar a los perros que sí tienen dueños en agilidad y poder soltarlos un rato. Y habéis visto fotos de los caballos y sus jinetes por mitad de la ciudad… sí, está claro que a los rusos les gustan los animales. Y luego me voy al centro hípico que tengo junto a nuestra urbanización y me encuentro con este cerdito… al que por cierto, le hacía falta una buena pedicura.
Os seguiré contando las curiosidades que me encuentre.
Un abrazo, J.
Hoy su entrada la marca esa gran estrella roja pero antiguamente no había nada. Y esta puerta se encuentra en un callejón metido entre calles, en un barrio de trabajadores que, a pesar de estar bien cuidado, no parece contar con ningún atractivo especial.
En el breve paseo que dimos por los alrededores antes de entrar pudimos ver un paisaje urbano con el que ya nos estamos familiarizando: jardines decorados con piedras multicolores, iglesias varias, vallas verdes y amarillas protegiendo la hierba.. pero todo con color. ¡Cómo les gustan los colores a los rusos!
Nos explicó que el búnker se mandó construir en 1956. Primero se edificó un bloque de pisos que iba a actuar como tapadera porque estaba hueco por dentro y solo ocultaba la estructura de hormigón. Como ya os he dicho, los túneles se excavaron a la par que el metro más cercano para no levantar sospechas.
Las puertas de acceso al interior del búnker eran gigantescas y se situaban justo antes de un corto pasillo con otras puertas de cierre hermético de shade verde en cuyo inside los agentes debían cambiarse las ropas que pudieran estar contaminadas de radiación.
Este centro militar soviético de la Guerra Fría se utilizaba para enviar y recibir información desde otros lugares del gigantesco territorio de la antigua Unión Soviética y en él se ubicaban los ordenadores y máquinas que permitían lanzar misiles atómicos.
Os lo juro que era como si nos hubiésemos metido en una peli de espías. Si de pronto hubiese aparecido 007, me habría parecido de lo más natural.
A la izquierda tenéis la zona de convenciones y restaurante. Como veis, parece más moderna y cuidada.
Íbamos recorriendo uno de los pasillos estrechos cuando, de repente, se apagaron las luces (¡cómo chillaban los niños… y los no tan niños!) y empezaron a sonar sirenas. Se encendieron unos faroles rojos intermitentes y se escuchó un mensaje (obviamente en ruso, así que…) La situación duró un par de minutos. Estaba claro que pretendían imitar una emergencia un posible ataque nuclear, para que nos hiciéramos una thought.
Fue una pena porque nuestra guía nos salió un pelín sosita y fue incapaz de darle la más mínima emoción al asunto.
Seguimos recorriendo pasillos y escuchando las explicaciones que nos daban sobre el lugar, observando detalles, como las planchas de hormigón gigantescas que formaban los muros interiores cómo se extendían los cables por ellos.
De allí fuimos a la sala de management. En ella había algunas de las máquinas con las que trabajaban los militares en la época de la Guerra Fría. Incluso hicimos una especie de simulacro de lanzamiento de un misil atómico. Una vez más, si nuestra guía hubiese tenido un pelín más de gracia, la actividad habría podido resultar interesante.
En la sala había un poco de todo: desde máscaras de gasoline a máquinas de escribir de taquigrafía con teclado cirílico, desde armas ropa de los militares a grabadoras de la época, desde cajas fuertes a máquinas de función para mí desconocida.
Viendo esta foto del escritorio, ¿no os imagináis que pudiera haber sido tomada durante la Guerra Fría? Yo en aquel búnker sí sentí que las cosas fueron como nos las han contado las películas y los libros: los espías, el miedo, el secreto, la paranoia…
Pronto os contaré más cosas de este país tan curioso y diferente.
Un abrazo, J.
Nos fuimos de compras para hacernos con todo el materials que vamos a necesitar para decorar las zonas en las que vamos a celebrar el Progressive Dinner. ¿Qué es un Progressive Dinner? Yo tampoco lo sabía. Pero me pidieron que lo organizara, así que…
Un Progressive Dinner solo se puede hacer en un entorno limitado. Se trata de lo siguiente: la gente se apunta. Cuando se tiene la lista de participantes, estos se reparten entre las casas con el objetivo de que las parejas tomen cada uno de los tres platos de la cena de esa noche (entrantes, principal y postre) en casas distintas y sin volver a coincidir con ninguna de las parejas con las que ya hayan estado con anterioridad. Por ejemplo, a mí me puede tocar tomar los entrantes en la casa X, actuar como anfitriona para el principal, y tomar el postre en la casa Y. Eso es, en esencia, un Progressive Dinner.
En nuestro caso tenemos una fiesta pre-cena y otra fiesta post-cena. En la primera nos entregan los sobres donde nos dicen dónde debemos ir a tomar los entrantes. Al acabar en esa primera casa los entrantes, el anfitrión nos dará los sobres donde nos dirán en qué otro domicilio debemos tomar el principal y allí dónde hemos de comer el postre.
Ahora comprenderéis por qué tuvimos que ir a comprar motivos decorativos…
La tienda que nos recomendaron period increíble. No solo había una gigantesca variedad de globos como los de la foto (había tres veces más modelos), sino que el materials se organizaba en secciones: hawaiana, de terror, de indios y vaqueros, romántica, etc, para que cada uno se pueda montar la fiesta de sus sueños, y contaban con todo tipo de cosas: desde colgantes en papel, a silbatos, matasuegras, disfraces… de todo.
Y eso que disponemos de un equipo completo de ayudantes que van a decorar las salas y que están preparando cientos de manualidades para colgar… Y hay otro equipo encargado del entretenimiento: la música, las actividades… Y otro se encarga de las bebidas porque tenemos patrocinadores que nos las regalan pero hay que coordinar todo… Y otro que se asegura de que las instalaciones están limpias antes y después de la fiesta… Y otro que se responsabiliza del sorteo (que según me han dicho, es muy, muy complicado…) Y el comité organizador, que maneja el dinero y toma las decisiones… Uf, ¿no os he agotado ya? Pero creo que el resultado tiene bastante buena pinta.
Más cosas curiosas. Un detalle tonto. Fijaros en esos hombres que están sentados bajo el árbol. Eso solo lo he visto antes en Kazajstán. Están descansando. En la foto no se aprecia bien pero no están sentados. Están de cuclillas pero en una postura en la que apoyan totalmente los pies. No están sobre las puntas. Es una postura que adoptan sobre todo las razas tártaras y que a mí me parece incomodísima. De hecho, creo que soy incapaz de guardar el equilibrio mucho rato así.
Pronto os cuento más tonterías.
Un abrazo, J.
En el colegio internacional de Polonia también celebrábamos una Feria Internacional. No tenía ningún objetivo benéfico, como muchas de las otras actividades que organizábamos, sino que pretendía unir culturas y facilitar que nos conociéramos los unos a los otros.
Así que el día anterior a la feria preparé nada menos que siete litros de gazpacho, seis paellas, cuatro tortillas de patata y dos kilos de chorizo al vino. Además, la Embajada me dejó una de sus banderas y, a través de su sección de turismo, obtuvimos bolígrafos, imanes y chapas con la imagen de España para regalar.
Preparamos las mesas cubriéndolas con papel rojo y amarillo, pasamos un par de horas preparando pinchos y tapas con la comida que habíamos llevado, nos pusimos un delantal de faralaes, peineta y flores en la cabeza, y a servir…
Tuvimos mala suerte en cuanto a la localización de nuestro puesto. La thought period que nos pusieran en el patio, al aire libre, pero amenazaba lluvia, así que tuvimos que colocarnos dentro y no nos tocó un lugar demasiado céntrico. Aún y todo, casi acabamos con todas las existencias, sobre todo de gazpacho y paella.
Había muchísima gente, gente de todos los países y de todas las edades, familias completas y un montón de profesores. La gente se arremolinaba alrededor de los distintos puestos mirando, comprando, comiendo… Apenas había sitio en los pasillos para ir de una esquina a la otra.
Mi hija pequeña se lo pasó en grande y disfrutó de los platos exóticos y de ganar un montón de premios en la sección para peques. Fue un gran día para ella.
Entre las atracciones que habían organizado estaban las más tradicionales y las menos vistas. Seguro que en alguna película os habéis encontrado con la imagen de una especie de piscina y alguien sentado sobre una pequeña repisa, sobre todo en las ferias, en las que el objetivo es hacer caer a esa persona al agua… Pues también tuvimos de eso. Las personas que se sentaron en la repisa fueron el director del colegio y los jefes de estudio.
La feria duró de 12 a 16 hrs. Fue intensa y, como veis, algo que solo se puede hacer en una comunidad internacional como esta. No me imagino algo así en un colegio nacional de ningún país porque faltaría la variedad y la authentic. Si fuese un cole en España, igual se podría hacer una Feria Regional, pero la mayoría de la gente ya conocería los productos, ¿no? Esta es una de las cosas divertidas de vivir como expatriados y algo que he pensado que muchos de vosotros quizá no hayáis vivido nunca.
Un abrazo, J.
Nos hemos levantado a las 6 de la mañana. Nuestros conductores nos dijeron ayer que deberíamos quedar a eso de las 7.30 para ir a buscar sitio a fin de ver el desfile militar. No es que los desfiles militares me apasionen pero una no está en Moscú y puede ver algo así todos los días. Los rusos celebran este evento para demostrar su gratitud a los millones de personas que, a la desesperada y de manera heroica, lucharon como pudieron para derrocar a Hitler.
Nuestro chófer nos dijo ayer que el desfile empezaba a las 10. Como hemos llegado a eso de las 9 y no había apenas gente, hemos ido a desayunar. Al volver, todavía no había mucha gente. Hemos elegido un buen sitio y nos hemos puesto a esperar. Las 10, las 10.15, las 10.30… nada. Las 10.forty five, las 10.50… y en eso nos hemos encontrado con unos peruanos de la urbanización que nos han dicho que no íbamos a ver nada donde estábamos colocados porque el desfile pasaba por otra calle cercana.
Allá que nos hemos ido a todo correr. (Ya nos podía haber avisado el policía que hemos tenido delante nuestra mientras esperábamos allí de pie…)
Cuando hemos llegado, efectivamente, estaban pasando unos tanques por la calle de al lado. Pero no he visto nada diferente de lo que ya me encontrara durante aquel ensayo. Nada de soldados a pie, nada de jinetes ni aviones, nada diferente en absoluto. Otra decepción. ¿Por qué estaba toda esa gente allí de pie, bajo la lluvia intermitente, si solo han pasado tanques, camiones y algunos otros vehículos motorizados? Me he perdido cinco helicópteros que portaban banderas (porque había entrado a una tienda a comprarme una chaqueta del frío que tenía) pero eran eso, cinco, ni uno más, ni uno menos.
El famoso desfile de la Victoria ha terminado en más menos una hora.
Luego he visto en la tele que las tropas sí que han desfilado por la Plaza Roja (cerrada al público) así que todo lo espectacular que yo esperaba encontrarme ha sido en pase privado. ¿Y para eso han cerrado las calles tantos días, provocando un mega caos circulatorio? Estos moscovitas son demasiado buenos con su gobierno.
Se acabó el Día de la Victoria.
Un abrazo, J.
Pero en estas fechas de megapuentes, Moscú se queda literalmente vacío. No hay coches por las calles. Sí que ves algo de gente en las tiendas y restaurantes, pero mucha menos de lo recurring. Creedme cuando os digo que una imagen como esta es impensable cualquier otro día.
En los jardines encontramos una preciosa capilla de madera. Parecía sacada de un cuento de hadas. Es una pena que estuviera cerrada porque me habría encantado ver el interior pero así tengo una excusa para volver a visitarla.
Seguimos paseando y llegamos al borde del río. En la otra orilla había una casa preciosa, uno de esos tesoros que a veces se encuentra uno mientras pasea por las calles de una ciudad desconocida. Mirad el detalle del tejado y el mosaico de la fachada.
Las avenidas que bordean el río estaban casi del todo vacías de coches y de peatones, algo inaudito. Así pudimos disfrutar del paseo doblemente.
Esta (horterada) de estatua es otro de los iconos urbanísticos de Moscú. Nunca la había fotografiado porque me espanta pero bueno, merecéis verla alguna vez.
Otra cosa curiosa la encontré en el menú de tés. ¿Habéis visto qué alambique? No me atreví a pedirlo para desayunar pero algún día tengo que volver solo para tomarme un té en eso. ¡Qué cosas!
Y llegó la hora de entrar al museo. Según las guías, es uno de los mejores museos del mundo y se parece al Hermitage. No sé quién redactará esas guías pero… ¡qué decepción! ¡Qué chasco! ¡Qué tomadura de pelo! El Museo Pushkin está dividido en dos edificios. Y para ambos tienes que comprar entrada. Si solo hubiésemos comprado la entrada para el museo de arte clásico, me habría tirado de los pelos habría pedido que me devolvieran el dinero. Os cuento…
Sí que es verdad que de pronto entramos en una sala y nos encontramos a esta organista interpretando música en directo. Nos quedamos un rato a escucharle pero la música que eligió no era demasiado apetecible así que decidimos seguir visitando las salas. No os pongo más fotos del museo porque están prohibidas (esta la hice a escondidas), algo que tampoco entiendo, sobre todo al saber que hay un porcentaje tan grande de imitaciones en escayola (!!!???)
Mientras, la ciudad sigue engalanada para la gran celebración. Por todas partes vemos banderines, banderas, estandartes y pósters, además de algunas decoraciones de mayor tamaño. Todo a puntito, a puntito.
Y para sorpresa, la que nos llevamos con el café. Pedimos unos expresos y cuando mi marido se tomó el suyo se encontró con una desagradable contribución en el fondo de la taza. Parecía un trozo de flan. No sé describirlo mejor. Llamamos al camarero y le preguntábamos qué period eso. El camarero se llevó la taza a la cocina y volvió al cabo de unos minutos a preguntarnos: ”¿Seguro que no lo ha puesto usted ahí, Señor?” Por supuesto que no,” respondió mi marido. Bueno, pues si no quiere pagarlo no se lo cobraremos.” Y con eso nos quedamos. Y sí, nos lo incluyeron en la cuenta. Un desastre y un servicio pésimo.
Así que ya veis, una de cal y otra de enviornment.
Mañana más. Un abrazo, J.
Y ya estamos en plenas Noches Blancas. Aunque Moscú no es tan impresionante como San Petersburgo en eso, llama mucho la atención ver que es de día a las 5 de la mañana y que todavía no ha oscurecido a medianoche. La gente aquí sale de noche como si fuera de día porque no está oscuro y las terrazas se llenan a rebosar. Es todo un espectáculo.
Aquí veis mi jardín a las 5.15 de la mañana.
Hasta la próxima, J.
igual es solo que todo lo militar tira en Rusia. Ayer fui a hacer la compra al nuevo hipermercado que han abierto cerca de nuestra urbanización y descubrí que ya han inaugurado varias de las tiendas que lo van a completar. Entre ellas había una de armas… con un montón de fusiles.
No he visto un interés tan grande por el ejército de un país su historia en ninguno de los lugares donde he vivido. Es muy interesante.
Os seguiré contando más detalles.
Un abrazo, J.
Empezaré por la del restaurante… Estoy preparando una fiesta para la urbanización en la que vivimos. Se supone que están invitadas todas las parejas de adultos y que habrá, entre otras cosas, un DJ y música para bailar. La juerga empezará después de cenar, a las 10. Hemos reservado una terraza que hay junto al restaurante y la dirección de la urbanización nos va a prestar varias tiendas para poner en el jardín. Así que se me ocurrió preguntarle al dueño del restaurante si tendría algún inconveniente en servirnos algo para picar a eso de medianoche: unas aceitunas, unos frutos secos… Pues sí, sí tenía inconveniente. Yo no sirvo nada que no hayamos cocinado,” me respondió. Yo insistí diciéndole que le vendría bien incluso tomar eso como costumbre y servir una pequeña tapita con las cervezas las cocacolas de los clientes, porque así estaríamos más cómodos y consumiríamos más en common, que era algo que ya había oído comentar a muchos que echaban de menos, que en la carta solo hay platos grandes.” No puedo,” me respondió. Si sirvo unos frutos secos, he de cobrarlos y saldrán más caros que en la tienda. La gente se levantará, se irá a la tienda, los comprará y se los comerá en mi restaurante.” Pero,” rebatí yo, siempre los puedes comprar a granel a tus proveedores y te saldrán a dos gordas y podrás ganar un poco de dinero.” No sirvo comida que no hayamos cocinado,” me volvió a decir. Y no hubo forma de convencerlo. Sin embargo, yo seguía necesitando el picoteo para la fiesta, aunque él no viera la oportunidad comercial en servirlo. Volví a la carga. Mira,” me dijo al remaining, tú te encargas de comprar los frutos secos, las aceitunas lo que sea, y mis camareros te lo servirán… free of charge.” Así que eso haremos. Mientras tanto, de algo sí ha servido la conversación. Ahora, cuando pides una cerveza (y si las camareras se acuerdan de hacerlo) te sirven en un platito unos trozos de pan de ajo fritos… claro, como están cocinados…
La segunda anécdota que os quiero contar le ha pasado a mi marido en el trabajo. Como muchos ya sabéis, mi marido tiene un apellido compuesto. Eso vuelve locos a los rusos (y a los americanos, a los polacos, a los japoneses…). Y está dando pie a mucho tiempo malgastado y a unas cuantas situaciones curiosas… Como no debo usar nombres en el blog, inventemos uno para mi marido, digamos que se llama Luis Felipe López de Ayala… La primera complicación surge cuando deciden poner su nombre en la puerta de su despacho. Le consultan. ¿Cómo se escribe, Luis F. Ayala?” Y mi marido, no, mi nombre es Luis Felipe López de Ayala, todo junto, es un nombre y un apellido compuestos.” Ahhhh, vale.” Dos días más tarde… entonces, pondremos L.Felipe de Ayala.” Que no, que mi nombre está formado por todas las palabras, que no se pueden eliminar.” Ahhh, vale.” Otros dos días más tarde: es que no lo entiendo, ¿qué debemos poner exactamente?” En ese momento, mi marido coge una hoja de papel y dibuja cómo debería quedar el cartel. Ahhh, vale.” Dos días más tarde, ¿y si ponemos Luis. F. López de A.?”
Y también en paralelo, mi marido está organizando un taller de dos semanas para un montón de gente que viene del extranjero. Se supone que le tiene que echar una mano una secretaria que está sustituyendo a la suya ordinary. Es una pesadilla. El primer día les llega a recoger una furgoneta que tiene el parabrisas roto, no se ha limpiado ni por dentro ni por fuera, está hecha un desastre. Inmediatamente llama a la secretaria para decirle que cambien el vehículo para esa misma tarde. No puede ser,” le dice ella. Eso lleva su tiempo.” No podemos viajar con toda esta gente en algo así. Hace falta un minivan decente para esta tarde.” Ya veré si me hacen caso,” cube ella. Mientras, llegan al resort, uno de un puñado de estrellas, donde va a tener lugar la reunión. Había 22 personas apuntadas. Por razones que nadie comprende, la secretaria ha preparado la sala para eleven. Allí veis a mi marido, a punto de tener un infarto, moviendo mesas, sillas, buscando tapetes y bolígrafos, y adecentando la sala para que quepa el doble de gente. Y, qué desastre, a la inteligente de su secretaria no se le ha ocurrido encargar un café. A media mañana, mi marido se acerca a recepción y pide que les sirvan uno. No puede ser, usted no lo ha contratado,” le contestan en el establecimiento. Pero lo estoy haciendo ahora,” responde mi marido, modelo de lógica. Pero usted no lo ha contratado.” Tiene que llamar a su súper secretaria para que ella llame al resort y así conseguir que les sirvan un café. Como imaginaréis, ya para entonces, mi marido está agotado. Y es el primer día, la primera mañana…
Pero esto ocurre, os lo digo en serio, porque la forma de pensar que tienen los rusos no es como la nuestra. Si les pedís algo a lo que no están acostumbrados, simplemente no lo entienden. ¿Por qué usar el nombre completo, si es tan complicado? Y eso te lo cube una de aquí, donde usan el nombre de pila, seguido del del padre pero adaptado al sexo que tengas (por ejemplo, Aleksandrov si eres hijo y Aleksandrova si eres hija) y finalmente el apellido. ¿Y qué más da que el autobús esté hecho un desastre? Si la empresa de autobuses ha puesto ese será porque no tienen otro, ¿no? Otro ejemplo. Una amiga va a un restaurante y ve que ofrecen zumos naturales. Los hay de muchas cosas. Pide uno que sea mezcla de manzana y zanahoria. De eso no tenemos,” le dice la camarera. Ya, pero sí tenéis de manzana y tenéis de zanahoria. Me gustaría que me hicierais uno mezclado.” Pero de eso no tenemos,” le repite la camarera. Y no hay forma de sacarla de esa concept. Mi amiga solo puede aguantarse pedir (y pagar) los dos zumos y mezclarlos ella misma.
Curiosidades culturales, nada más.
Ya sabéis que se supone que la red de metros moscovita la construyeron los soviets con todo tipo de lujos para que el pueblo disfrutara de lo que hasta entonces solo se habían podido permitir los ricos. Por eso encontramos estaciones con todo tipo de mármoles y decoraciones. Se organizan visitas guiadas al metro. Yo todavía no he ido a ninguna porque prefiero ir descubriendo las estaciones de casualidad. Ayer me tocó ver un par de ellas.
Cuando finalmente salí a la calle, el panorama que me encontré era de lo más atípico. Ver las gigantescas avenidas moscovitas cerradas, sin coches, sin tráfico, era digno de verse. Comencé a caminar hacia la consulta del dentista (que no me podía haber tocado en ningún otro lugar de la ciudad, claro) y vi personajes de lo más curiosos, como los dos que veis en la foto de la derecha. Todos se estaban preparando para el gran día.
Fui al dentista. Salí una hora y media más tarde. Estaba comenzando a llover. Y el cuadro que me encontré entonces fue todavía más increíble. Juzgadlo vosotros mismos…
¡Había llegado en mitad del ensayo! Todo estaba tomado por tanques, misiles, camiones y otro tipo de parafernalia militar y los soldados iba a su bola, sin prestar atención a los pocos transeúntes que nos parábamos a mirar y sacar algunas fotos. El tanque que veis en la foto de arriba se puso a maniobrar y aparcar justo delante de mí.
Y si esto es un ensayo, ¿cómo será el desfile auténtico?
Espero poder contároslo. Le pregunté a mi profesora de ruso si sería difícil conseguir un sitio para ver el desfile y si era cierto que antes les obligaban a ir a verlo. Me dijo que no a las dos cosas. Según contó, los rusos prefieren quedarse en su casa y verlo en la tele escucharlo en la radio. ¿Quién se molesta hoy en día por escuchar la descripción de un desfile militar por la radio en España? Los rusos parece ser que lo hacen. ¿Será patriotismo?
Un abrazo, J.
Un abrazo, J.
Empezamos visitando el palacio que mandó construir el zar Nicolás I para su esposa, a la que se supone que amaba tiernamente. Como le encantaban las rosas, todo el palacio está lleno de ellas. Tuvimos la oportunidad de visitar su dormitorio, el aseo de la zarina, el cuarto de recepciones del zar y alguna otra sala. Como veis, no carecían de nada y todo estaba trabajado con los materiales más finos y caros, como este suelo, construido con eight tipos de maderas nobles, esa manilla de una puerta.
Mirad las sillas shade calabaza que había en uno de los pasillos interiores. Habría unas cien. Todas doradas y de un naranja muy vivo. Seguro que son las que se utilizan para las recepciones. Très stylish!
En esta sala de la izquierda se reunían con los aristócratas. Según nos explicaron, lo habitual aquí eran usar bancos, y las sillas fue una importación europea, en un afán de mostrarse modernos y a la última.
Al salir nos encontramos con el habitual desfile de la guardia de los sábados al mediodía. Había más soldados de lo routine porque el próximo día 9 es el Gran Desfile de la Victoria que conmemora el triunfo de los aliados en la 2ª Guerra Mundial y ya se están preparando. El desfile acabará en la Plaza Roja y me han dicho que es una pasada. ¿Conseguiré verlo?
Y un último apunte… el tiempo ha mejorado tantísimo en esta última semana que ayer no bajamos de los 23 grados. Todo el mundo ha sacado sus barbacoas y yo misma he puesto los muebles de jardín y hemos comido al aire libre. Una gozada.
Hasta la próxima. J.
Me está tocando visitar con frecuencia una zona muy céntrica de Moscú porque es allí donde está la clínica médica donde nos atienden y ya recordaréis que mi peque se partió un brazo hace cosa de un mes… Se me ha ocurrido que quizá quisierais ver algunas calles normales” del centro, no las principales y turísticas, sino las del moscovita medio.
Este moderno edificio se encuentra en la acera de la derecha de la calle donde se ubica la clínica. Como veis, tiene un estilo muy authentic, curvado, en un diseño modernista de típico cristal urbano. Edificios como este y de muchísimos pisos más abundan por Moscú. Son los que se se construyeron tras la época soviética, el paso adelante de la ciudad tras tantas construcciones en forma de panales de abeja.
Pero en la misma calle, la acera de la izquierda es como el ying y el yang… todo lo contrario. Las puertas azules que veis son los típicos trasteros moscovitas. Los hay en todos los rincones de la ciudad y la gente los utiliza para almacenar de todo: incluso como garajes para los coches. Como veis, no hay aceras ni asfalto y el suelo es un barrizal tras el deshielo y la desaparición de la nieve invernal.
Sin embargo, Moscú es una ciudad muy segura. Los niños van solos al colegio caminando (como hacíamos en mi infancia en España) y se respira tranquilidad por las calles.
En esta foto veis la misma calle unos metros más abajo: más y más trasteros. De hecho, un señor sacó un coche de uno de ellos mientras pasábamos por ahí. Los trasteros están cerrados con candados muy grandes y hay zonas en Moscú donde se acumulan cientos de estos cubos, por ejemplo, junto a las vías del tren del tranvía.
Esta foto de la izquierda os la pongo porque me hizo gracia. Se trata de un anuncio de una pequeña máquina de jardín que, según lee el texto, en ruso se conoce como cultivator.” Una tontería que me hizo pensar en terminator.”
Y la foto de la pareja solo la pongo porque entraron ayer al café donde estábamos cenando. Iban de la mano. Y no es muy routine ver parejas como esta, aún menos en Moscú. Así que mi hija mayor se les acercó y les preguntó si les podíamos sacar una foto. Se sorprendieron, claro, y quisieron saber para qué. Ella les dijo que le había gustado mucho ver a una pareja que probablemente lleva un montón de tiempo compartiendo la vida. Accedieron, como veis.
Bueno, se acabaron las tonterías por hoy. Mañana más y mejor porque vamos a visitar nada menos que… el Palacio Presidencial…
Un abrazo, J.
Estos crocus son las primeras flores que veo esta primavera. Están en nuestra urbanización que, en dos días, se ha llenado de brotes y capullos y se ha inundado por el deshielo de las montañas de nieve acumulada. La primavera ha tardado pero, cuando al closing ha llegado, lo ha hecho con muchísima fuerza.
Y esta otra foto solo pretende enseñados parte del paisaje urbano de Moscú. Sí, urbano, que no me he equivocado. En la ciudad hay montones de pequeños bosques como este, incluso llenos de vida salvaje, donde la gente pasea, esquía, hace barbacoas y meriendas, camina… disfruta de la naturaleza. Como veis, no todo aquí es asfalto, atascos y montones de coches.
Un abrazo, J.
… Pepa Pepova. Por fin la hemos pillado en una foto. Es una de las liebres que vive en nuestra urbanización.
Por cierto, hoy hacía 21 grados en Moscú. Sí, la primavera ya está del todo aquí. ¿Cuándo venís a vernos?
Un abrazo, J.
Un abrazo, J.
Sí, ha llegado la primavera. Está lloviendo y la nieve empieza a desaparecer de las carreteras, aceras y parques. Pero ahora Moscú está más feo que nunca. Las calles son un rompecabezas formado por bolsas de barro bolsas de agua y la nieve que aún se acumula en algunos rincones está negra y sucia. Es muy poco apetecible caminar. En las zonas verdes” asoman cuatro briznas ralas de hierba rodeadas por tierra oscura y lodosa. Aunque los árboles están llenos de yemas, no tienen ni una sola hoja y todo el conjunto se dibuja en tonos de grises y marrones apagados. Una imagen muy poco primaveral, como podéis comprobar.
Pero me han dicho que espere a mayo, cuando la ciudad se llena de verdes y flores.
Mañana es aquí Domingo de Resurrección. Por todas partes encontramos pasteles de Pascua. Se supone que hoy hay una misa a eso de las eleven de la noche. Una vez terminada, se apagan todas las luces de la iglesia excepto la llama eterna que arde junto al altar. A las doce en punto comienza el tañer de las campanas de todas las iglesias de Rusia y el pope enciende un cirio con la llama eterna. Los fieles encienden los suyos propios con el del pope y salen todos juntos del edificio para lo que se conoce como la Procesión de la Cruz. Dan tres vueltas alrededor de la iglesia a oscuras, orando sin parar. Y finalmente se abren las puertas del iconoclastas, simbolizando la apertura de la tumba de Cristo. Dicen que es muy impresionante.
Durante toda esta semana los creyentes llevarán víveres y viandas a la iglesia para que los popes los bendigan. Se colocarán mesas larguísimas donde se pondrá la colorida comida (por eso de los huevos de pascua decorados y los pasteles de todos los colores) y el pope lo bendecirá todo con agua bendita. Durante todo el día mañana, los creyentes lo celebrarán comiendo porque habrá terminado su vigilia y ya podrán disfrutar de todo tipo de alimentos.
Y esta noche se retirarán las telas negras de las estatuas y figuras y se rodeará todo de flores. Os lo cuento porque me temo que me lo voy a perder Mi espalda está dando guerra otra vez y no me puedo permitir provocar una mayor inflamación. ¡No sabéis la pena que me da!
Un abrazo, J.
Decidme, ¿cuál os gusta más? ¿El rojo semáforo? ¿La falda amarilla con la chaqueta azul y el gorro a juego? No sé cuál escogería para una noche en el Ritz. Tengo mis dudas.
Aquí podéis ver algunas de las estatuas que había… Hemos estado un rato mirándolas y luego hemos seguido nuestro camino. Como siempre os digo, Moscú es una ciudad con una sorpresa oculta en cada esquina y rincón.
El lugar period más elegante de lo que esperábamos, y con un ambiente bastante peculiar. La comida ha resultado estar deliciosa, así que hemos encontrado un sitio más al que ir de vez en cuando, y si nuestro estado de ánimo nos lo pide. Había un montón de fotos del autor en las paredes y las luces le daban un aire vespertino a pesar de ser el mediodía. Las camareras iban vestidas de la época del escritor, en tonos beige y tierra, para no resaltar sobre los manteles ni los sillones enfundados. Curioso, un lugar bastante curioso.

Y hoy por fin os puedo poner una foto de los tradicionales perros callejeros de Moscú. Los hay por todas partes: en los parques, en los pequeños bosques que se extienden por varias zonas de la urbe, en las calles… los ves cruzando carreteras, tumbados tranquilamente sobre la nieve de una mediana jugando entre ellos. Los moscovitas los alimentan con los restos de sus mesas y mi conductor no entendía que en España, por ejemplo, estén prohibidos. Forman parte del paisaje de esta ciudad. Ahora ya solo me falta conseguir una foto de Pepa Pepova, la liebre que vive en nuestra urbanización. Pero para eso tengo que madrugar mucho e ir sin los perros, algo poco possible habitual. Pero llegará. Algún día la pillaré y os la podré enseñar. Un abrazo, J.
Fue capital de Rusia durante tres meses bajo el gobierno de Iván el Terrible. Y todavía hoy me hablaba mi guía de ese estatus con orgullo.
El día de ayer fue bastante sorprendente. Creía que me iba a encontrar con Janna y Tatiana, las artistas que están ayudándome a ilustrar mi cuento, para ver sus avances y sacar un montón de fotos a sus productos. Quizá recordéis que son las artistas que conocí en la urbanización y que decoran las muñecas matrioshka y las pequeñas estatuas de madera de personajes de la vida rusa. Ya las visité hace unas semanas y quedé alucinada por las condiciones en las que viven. Las conocí por primera vez cuando coincidimos en una de las charlas que se organizan en nuestro centro cultural. Tatiana, la madre, me invitó la semana pasada a que volviera ayer a Sergiev Posad para visitar su casa de pueblo en Aleksandrov después. Acordé con Janna, la hija mayor, aprovechar el viaje para sacar fotos a sus productos porque voy a intentar ayudarles a preparar una página internet a fin de que puedan comercializarlos mejor.
El hogar de Tatiana me pareció tan pobre y mísero como entonces. Por no tener, no tiene ni un triste cuarto de baño. Todavía hoy aquí siguen utilizando letrinas exteriores y carecen de agua corriente. Hay miles, millones de casas así en la Rusia actual. La excepción son los edificios de pisos de la capital y las grandes ciudades. La inmensa mayoría de los habitantes de este país sigue viviendo en estas construcciones de madera sin los más mínimos servicios modernos.
A la izquierda podéis ver la puerta de entrada a la casa de Tatiana. En el dintel hay unas palabras talladas. Le pregunté a Janna qué querían decir y me explicó que representaban el nombre de una empresa que la familia tuvo una vez.
Cuando entré, Janna me entregó un usb con un montón de fotos de sus producciones. Así que parte del trabajo ya estaba hecho. Se sorprendió muchísimo de verme llegar sola y me dijo que lo lamentaba porque había preparado un pequeño almuerzo para todos, contando con mi marido y mi hija pequeña. Así que nos limitamos a tomarnos un té y salimos hacia McDonalds con el objetivo de aprovechar la conexión inalámbrica para el ordenador y poder enseñarle lo que había hecho hasta el momento como diseño de su futura página net.
Pero también es cierto que nos desviamos un rato del camino porque nos quería enseñar una iglesia polaca que todavía hoy sobrevive desde antes de la guerra entre ambos países. Según Janna, su arquitectura es única y por eso quería que la viéramos.
Visitar esa pequeña iglesia me hizo comprender lo importante que era mi viaje para Janna. Se sacó unos cuantos folios del bolso y se puso a leer su letra manuscrita en mayúsculas para darme todos los datos de la historia del lugar. ¡Se había estado preparando una descripción completa de lo que quería que visitáramos!
Las pequeñas escobas que veis a la izquierda estaban colocadas junto a la puerta de la iglesia. Me explicaron que están ahí para que los feligreses puedan limpiarse la nieve de los zapatos y botas antes de entrar.
Obviamente, en los templos las mujeres deben cubrirse y los hombres destaparse la cabeza, como ya creo que os he comentado en alguna otra ocasión.
No pudimos sacar fotos del interior. Y tampoco visitamos los demás edificios.
Frente al Kremlin” había una fila de pequeñas tiendecitas de recuerdos y objetos varios. En la primera en la que entramos vendían botas de pelo de oveja y, en un rincón, algunas antigüedades. Allí encontré un objeto que no he visto en ningún otro lugar del mundo. Según me explicaron, es una madera que se utilizaba para cardar la lana. Lo auténtico es también su decoración, puramente rusa. Lo compré. Lo que ya no me llevé a casa fue una rueca de hilar que también tenían. Aunque todo era tan barato que resultaba ridículo, no tenía demasiados rublos encima, así que me resistí a la tentación.
En las demás tiendecitas no encontré nada más interesante.
Y ya está. Se acabó la visita a Alexandrov. Nos volvimos a montar en el coche y partimos de nuevo hacia Sergiev Posad. Solo nos detuvimos un segundo para hacer una foto de la sempiterna foto de Lenin ante lo que supongo que sería el Ayuntamiento.
Vi cajas pintadas, laúdes, un juego de té con sus tazas y platos de madera para un samovar… Había un poco de todo y para todos los gustos. Tatiana me dijo que a ella lo que le gusta es pintar y que por eso puede ponerse a decorar cualquier objeto.
Y llegó la hora de marcharme. Acordé con ellas que la próxima vez nos veríamos en la urbanización porque tienen que venir a traer algunos encargos. Entonces comprobaremos qué tal van con las ilustraciones del cuento.
Esta mañana ya le he enviado a Janna el hyperlink para su nueva página net. Todavía no la hemos hecho pública porque hay varios detalles que pulir pero ya ha cogido forma.
En fin, otro día inesperado en la fría Rusia. Cuando pille otro ratito os contaré algunas anécdotas breves y cositas que me han ido sorprendiendo por aquí.
Un abrazo, J.
Y esta otra era la parte del Caviar. Lo que veis sobre las columnas al fondo son globos que imitan el caviar actual, que no es el negro tradicional.
¡Si nos vieran nuestros hijos!
Ah, y la mayor atracción de la noche… En una de las salas había un toro mecánico. Eso sí que tuvo éxito. Hombres y mujeres por igual lo intentaron. Costaba unos 12 euros cada intento y nadie aguantaba más de dos minutos en el bicho. Aunque por el mismo precio les dejaban volver a montarse otra vez sin pagar.
No sé cuánto se recaudaría anoche pero seguro que fue un pico. Vi que algunas cestas llegaron a los four hundred dólares y entre las obras a subasta había una piragua de madera auténtica. Fuera lo que fuera, seguro que les viene bien y nosotros disfrutamos de una nueva experiencia. ¡Qué se inventarán la próxima vez!
Un abrazo, J.
Ayer volvimos a la clínica donde le habían operado a mi hija pequeña para que le cambiaran las vendas y le hicieran la cura. No solo la trató el mismo médico que había ayudado en su operación, y con el mismo cariño y ternura que aquel día, sino que hizo muy feliz a la peque cuando le dejó quedarse con las firmas de sus amigas en la tela que cubría la escayola, y también le ofreció tres colores de vendas para cubrir la nueva: blancas, rojas azules. Ya le dije al médico que me parecía de lo más patriótico Eligió el rojo.
También me chocó ayer otra cosa. En la planta de traumatología y ortopedia (y supongo que las habrá en todas las demás) había un cuadro en la entrada con las fotografías, los nombres y los puestos de los médicos y del private auxiliar de esa sección. Lo sorprendente es que también se indicaba qué idiomas habla cada uno. Todos, excepto uno de los veintitantos que había, eran por lo menos bilingües. Nuestro médico, un chico bastante joven, habla nada menos que cinco idiomas: ruso, ucraniano, polaco, alemán e inglés. Y como ya os comenté, su inglés es bueno. Luego nos confesó que también entiende francés. Igualito que en otros lugares, ¿verdad? Impresionante.
Bueno, ya os he contado alguna tontería más.
Un abrazo, J.
Somos nueve, todas de países diferentes, y nos juntamos aproximadamente cada tres semanas en casa de una de nosotras, por turnos. La anfitriona tiene la tarea de cocinar entre uno y tres platos de su país delante de las demás, para que aprendamos el proceso. Todos los ingredientes se deben poder comprar aquí.
Yo, como organizadora, fui la primera. Preparé sopas de ajo y leche frita (que me salió incomestible y putrefacta). Y la última sesión que hemos tenido por ahora fue en casa de una suiza que, como está casada con un chino, nos ofreció un plato de cada país.
Como en esta sesión coincidió que era mi cumpleaños y lo había sido de otra más del grupo, no fuimos todo lo serias y ortodoxas que pueda ser de esperar. Aunque también debo reconocer que, según pasan las sesiones y nos vamos conociendo mejor, el nivel de juerga y cachondeo se va multiplicando de manera exponencial. En esta ocasión la pobre anfitriona nos tuvo incluso que recordar que no le estábamos haciendo ni caso en un par de ocasiones (¡Qué verguenza!)
Empezamos con un vinito por eso de los cumples… Nuestra anfitriona preparó los platos y las demás incluso ayudamos en algunos detalles. Y después, como debe ser, nos sentamos a comerlos. Aún tomamos más vinito.
El postre lo puso una de las participantes. ¡Qué delicia! Mirad esa tarta. ¿No os parece espectacularmente profesional? Pues no os digo cómo estaba… para chuparse los dedos. Creo que repetimos todas. Ya nos ha dicho que formará parte del menú cuando nos toque en su casa. ¡Bien!
Como ya se está convirtiendo en costumbre, nos lo pasamos pipa. Disfrutamos de la compañía, del plan y de la comida y yo, por lo menos, pienso preparar ambos platos en casa.
Está bien esto de aprender haciendo, ¿a que sí?
Un abrazo, J.
¡Qué cosas ve una por el mundo!
Un abrazo, J.
Nuestra experiencia no es representativa de la situación médica en el país porque, para nuestra suerte, tenemos acceso a clínicas privadas y servicios muy alejados de la media rusa. Pero aún así os puedo contar algunas cosas sobre la calidad de la medicina en Moscú por lo que nos pasó ayer. Mi hija se cayó de la bici. La clínica de nuestro seguro está basante lejos, como a una hora en coche y mi marido estaba trabajando, así que nuestro vecino se ofreció a acercarnos para que nos pudiéramos encontrar allí. Todo un detalle. Nunca se lo podré agradecer lo suficiente.
Cuando por fin llegamos nos atendieron con rapidez, sacaron unas placas y estudiaron la situación y nos confirmaron que mi peque tenía dos huesos rotos. Nos explicaron además que no recomendaban una escayola porque había bastante inestabilidad en la zona y, si no soldaba bien, perdería movilidad de por vida. ¡Uf, qué susto! Y además dijeron que la operación no debería retrasarse. No teníamos muchas opciones, ¿no os parece? ¿Qué podíamos hacer, viajar a España con un brazo roto? Hmmmm, me parece que no. Así que le dijimos a la médico de guardia que adelante.
Y entonces ingresaron a la niña, le sacaron sangre, le hicieron todo tipo de pruebas y le asignaron habitación. Vino el anestesiólogo.
Ahora bien, la clínica no cuenta con una triste cafetería. En el cuarto de baño de la habitación cada cama recibe un cepillo de dientes con su pasta, jabón, champú, and many others., pero los pobres acompañantes que tenemos que pasar la noche con un paciente no disponemos de un lugar donde cenar tomar algo calentito. En el hall de entrada hay una máquina dispensadora que ayer solo tenía una gran colección de cajitas de zumo de melocotón (ningún otro sabor), varios tipos de bolsas de patatas fritas, algunos frutos secos, colección completa de chocolatinas y varias variedades de galletas y croasanes de chocolate y mermelada. ¿Un sandwich? No. ¿Un batido, un refresco? Tampoco. ¿Algo menos synthetic? Qué va. (¿Debo contaros ahora que le llamé a nuestro conductor y le pedí que por favor se acercara a un McDonald’s para llevarme una hamburguesa y unas patatas? Hmmm, tal vez no.)
El anestesiólogo… Nos hizo un montón de preguntas sobre qué había comido la niña por la tarde y, cuando le dijimos que se había zampado tres de los caramelos de recepción al llegar nos explicó que el azúcar provoca muchos jugos gástricos que podrían provocar vómitos durante la operación por la anestesia y que recomendaba dejarla para la mañana siguiente. Así que allí nos quedamos la peque y yo mientras su padre iba a casa con el pobre chófer (serían las 2 de la mañana) para poder llevarnos ropa limpia al día siguiente y atender a los perros.
Una hora más tarde llegó mi marido con nuestras cosas y Pepe, el osito de peluche que siempre ha acompañado a nuestra hija en sus aventuras por el mundo.
Unos minutos más tarde apareció una enfermera para darle una bebida que en un cuarto de hora la dejó grogui.
Nos pidieron que firmáramos todo tipo de consentimientos. Pedimos conocer al cirujano. Hemos oído tantas historias raras en este país que no nos quedábamos tranquilos hasta que le viéramos la cara. Y vino. Y sus explicaciones nos parecieron de lo más lógicas y profesionales. Y al rato se la llevaron al quirófano.
Bajamos a tomar otro café y a esperar noticias. Nuestro fantástico conductor nos trajo unas magdalenas para amenizar el rato.
Al cabo de un par de horas subió la pobre medio dormida y lloriqueando porque le dolía todo: el codo, la garganta, el estómago. Cuando le dieron un analgésico se volvió a quedar roque durante un par de horas.
Y después se ha despertado, le han traído la comida, ha venido el cirujano para entregarnos el informe y contarnos que la operación ha ido mejor de lo que esperaban porque no han tenido que meterle una guía como esperaban y que en diez días le quitarán la férula que le han puesto y empezará rehabilitación y que creen que todo saldrá bien. En tres meses le tendrán que quitar el tornillo lo que sea que le han puesto y ya está. Nos han dado el alta y nuestro infalible conductor nos ha traído de vuelta a casa a eso de las 2.30 de la tarde. (¡Pobrecito, estaba que se caía de sueño!)
La experiencia de una operación quirúrgica en Rusia ha sido muy buena. Anoche pasamos miedo y preocupación por lo desconocido pero debo decir que todo ha resultado profesional, serio y de muy buena calidad. Ya les gustaría a muchos…

La verdad es que lo del cumple no fue más que una excusa para juntarnos con un montón de gente maja y pasárnoslo pipa. Fue toda una noche. Disfruté un montón. El ambiente fue único y original, la gente encantadora, mis amigos lo mejor y hasta mi espalda aguantó como nunca.
Todo empezó en el Café Margarita…
Cuando entramos nos quedamos un poco sorprendidos y decepcionados por lo minúsculo que period. Nos habían avisado pero aún y todo nos pareció imposible que los 20 que esperábamos cupiéramos en ningún sitio. Pero cupimos, cupimos, y hasta bailamos…
Cuando entramos nos repartieron esas botellitas blancas de plástico que veis en el primer plano de la foto de la derecha. ¡Eran maracas! ¿Maracas en un restaurante ruso? nos preguntamos. Bah, seguro que son otra cosa. Pero no, eran maracas, maracas. La concept era acompañar el ritmo de los músicos en las canciones movidas. Y lo hicimos, al igual que todos los demás comensales del lugar. Obviamente, la comida fue lo de menos.
Con la música movidita nuestra mesa se lanzó a agitar las maracas con energía e incluso a bailotear un poco por el reducido espacio del comedor mientras los rusos de las demás mesas batían palmas, agitaban sus maracas pero no movían ninguna otra parte del cuerpo. Cultural, claro. Sin embargo, en el centro de la sala había una mesita con una pareja. Se pasaron toda la cena sonriéndonos y haciéndonos gestos como diciendo que les divertía mucho nuestra juerga. Cuando tomamos la tarta, les llevé un trozo a cada uno
En estas fotos podéis ver algo de la decoración del local. Era como haber retrocedido realmente en el tiempo. Si alguien me llega a decir que estábamos en 1950, en 1970 en 1985, me lo habría creído. Los platos, las sillas… no había nada en el local que te recordara la modernidad. Ni siquiera había espitas de cerveza a presión a la vista. No creo que la decoración haya cambiado desde los años treinta. Tenía muchísimo sabor.
Pero la noche period joven y no acabó ahí.
Como os he dicho, la disco tiene cinco plantas y, claro, hay que usar escaleras. Primero subimos hasta la última y fuimos bajando hasta encontrar una música que nos pareció buena para mover el esqueleto. Creo que nos quedamos en el tercer piso. La pista no era muy grande y estaba rodeada de mesas. Según la canción, como en casi todo el resto del planeta, se llenaba a desbordar, y en otras ocasiones estaba casi vacía.
Y bailamos. ¡Vaya que si bailamos!
Y de pronto subieron un par de tipos a una especie de escenario que había al fondo de la sala y se pusieron a cantar baladas románticas. Me llamó mucho la atención darme cuenta de que casi todos los rusos bailan las agarradas” como la pareja que veis en el plano delantero de esta foto. Eso de achucharse” y poner cara de estar quedándose dormido, apoyar la cabeza en el hombro de él y demás no se estila en Rusia, por lo menos en Moscú. Buena distancia, pose de baile de pueblo y a dar pasos en círculo. Curiosísimo.
Por cierto, y para que no se me olvide os lo cuento ahora… me explicó mi nueva profesora de ruso que las mujeres aquí son así de lanzadas y descaradas porque apenas hay hombres. Con las guerras, las limpiezas de Stalin y su horrible historia, millones de hombres murieron y solo sobrevivieron las mujeres. Por eso hay tantas y matan” por encontrar un marido. De ahí que al hombre se le permita hacer muchas cosas que en otros países ni se nos pasaría por la cabeza admitir hoy en día, como la cuestión de la bebida. Eso explica porqué las mujeres son tan esculturales y avasalladoras en la juventud y luego se dejan tantísimo después de tener sus hijos. Es una guerra contra reloj.
Bueno, que ayer me lo pasé genial. Fue una cena de precumpleaños fantástica y muy, muy divertida. Viví cosas nuevas y eso ya sabéis que me apasiona.
Más en breve. Un abrazo, J.
Ya os contaré. Un abrazo, J.
Hemos visitado los talleres del Bolshoi…
Entrada a los talleres.
En los talleres del Bolshoi es donde se fabrican todos los materiales que se utilizan en los teatros del mismo nombre: escenarios, decorados, trajes, zapatillas…
Los pasillos del taller parecían los de un búnquer y las paredes estaban desconchadas en algunos tramos.
A la izquierda podéis ver a una empleada bordando una tela gigantesca para imitar unas columnas.
Y en esta imagen estaba yo subida a esa especie de pasillo colgante (a pesar de mi horrible vértigo) para poder enseñaros dónde se suben los artistas a ver su obra terminada y corregir cualquier error que se les haya podido escapar.
Donde sí nos han dejado sacar la cámara ha sido en el probador femenino. Allí había algunas prendas de las bailarinas y cantantes.
Traje de Don Quijote.
Y por último nos han enseñado las prensas en las que se imprimen todos los carteles del Teatro Bolshoi. Como veis, son antiguas y a solo dos tintas, por lo que toda la cartelería es siempre en rojo y azul y artesanal.
Como veis, ha sido una visita de lo más interesante. Es increíble que en uno de los más famosos teatros del mundo todavía hoy se siga haciendo todo de forma artesanal. Y es una lástima que vayan a desaparecer. Es muy difícil encontrar aprendices nuevos, nos han dicho, y por eso estas profesiones acabarán desapareciendo y siendo sustituidas por máquinas, como en otros muchos sitios del planeta.

Catedral de San Isaac. Nuestro alojamiento está entre la Catedral y el Hermitage. Mejor imposible.
Vimos la famosa estatua equestre de Pedro I, más conocida como el Hombre de Bronce. A sus pies nos encontramos con unos novios y su fotógrafo, haciendo un reportaje.
Aprovechamos para hacer algunas fotografías del otro lado de la ría con sus casonas y edificios enormes.
Junto a la Fortaleza está anclado este imponente barco que parece sacado de una película de Peter Pan. También se utiliza como restaurante. Apetecible, ¿verdad?
Así que dimos media vuelta y continuamos con nuestro paseo por las calles de la ciudad.
Paramos para tomarnos una cerveza en un restaurante italiano cercano a la pensión y cenamos algo rápido en un bufé ruso. Nada espectacular. Fin del día.
Tuvimos muchísima suerte, como siempre, y nos escapamos de tener que hacer ninguna cola. Lo recurring en el museo es tener que comprar las entradas con antelación para evitar esperas de un par de horas. Pues nosotros no. Llegamos, compramos y entramos directamente. No, no me voy a quejar. Estábamos encantados.
El edificio por fuera me encanta. Los colores de su fachada, verde, amarillo y blanco le dan un encanto que no había visto nunca antes en ninguna otra construcción. Y las salas interiores son magníficas. Quizá por eso no me hayan impresionado tanto las obras de los pintores que alberga el museo. ¡Mirad qué columnas y qué techos!
Hoy hemos vuelto a Moscú. Hemos tenido uno vuelo muy fácil y cómodo. Nos ha sorprendido ver que en San Petersburgo las máquinas quitanieves no solo retiran la nieve echándola hacia un lado, sino que usan aire que echan por la parte trasera para secar la pista. Y después de secarla pasan otra máquina que esparce sal. Sí que están acostumbrados estos rusos…
Bueno, espero que el viaje a San Petersburgo os haya parecido interesante. Nos hemos dejado muchas cosas en el tintero porque no íbamos para suficientes días y no ha dado para más. Espero vuestros comentarios.
Un abrazo y hasta la próxima, J.
Cuando llegamos ayer nos estaba esperando un chófer enviado por los dueños de nuestro alojamiento: Sasha y Andrei. Ella es médico y él es fotógrafo profesional. Tienen dos apartamentos en el centro de la ciudad que alquilan a turistas como nosotros para sacarse un sobresueldo. Ambos pisos mantienen un ambiente bohemio y auténtico. Resultan de lo más chocantes y a la vez geniales. Nos estaban esperando con un té calentito (al que el fotógrafo añadió un chorrito de vodka con pimiento rojo!!!!) e incluso se ofrecieron a ir al Teatro Mariinsky a ver si quedaban entradas para el Lago de los Cisnes y comprarnos cuatro. (No debían quedar porque no nos las trajeron. ¡Qué pena!)
La habitación más alucinante es la cocina, aunque no la única. Los suelos del apartamento son una amalgama de baldosas diferentes y algunos rincones con parqué. Hay plantas preciosas en todas las ventanas y lámparas de lo más extrañas en docenas de sitios diferentes.
Ahora, os contaré que San Petersburgo huele mal. No solo huele mal el edificio donde está el piso, sino que varias veces comentamos que las calles huelen mal, a alcantarilla. Será que tienen un problema de desagües algo porque de verdad que apesta. Una pena.
Andrei nos dio un plano de la ciudad donde nos indicó varias propuestas de sitios para comer y cenar.
Seguimos callejeando sin dirección definida, perdiéndonos un poco por la ciudad y disfrutando del ambiente. No hacía frío y period muy agradable caminar sin prisa.
Las cúpulas de la iglesia están cubiertas de mosaico como el resto. Y aunque el Cristo principal no está mal, hay una pequeña en la que el santo que sea parece un fantasma y da bastante miedo. Igual se inspiraron en Rasputín para decorarla…
El iconoclasto y lugar más sagrado de la iglesia está protegido por esta puerta todavía en construcción. Es preciosa y está tallada toda en mármol.
Yo tomé un pastel de carne, mi marido uno de conejo y setas, mi hija mayor uno de cebollas verdes y huevo (porque se ha hecho vegetariana) y la pequeña de pollo. Estaban fantásticos, deliciosos, suaves… La masa es ligeramente dulce y el relleno, sobre todo el mío, es muy sabroso. Merece totalmente la pena. No llegamos a tomar pastel de postre porque nos llenamos pero también parecían ser deliciosos.
Salimos de comer y seguimos paseando.
Y según paseábamos por la avenida escuchamos música. Había un grupo de gente parada en mitad de la calle y al asomarnos vimos una banda militar tocando y gente bailando. Entre los que bailaban había dos hombres claramente borrachos que se lo estaban pasando pipa. El de la derecha de pronto se quitó la camisa y comenzó a besar con gran pasión el crucifijo que llevaba colgando. Como os digo, un ambiente auténtico.
Fotografía de la izquierda: vajilla imperial rusa. Este modelo de vajilla es tradicional de San Petersburgo y famosa en toda Rusia. He pensado que os gustaría verla.
Izquierda: un cruce de calles. Edificios típicos.
Abandonamos la Avenida Nevsky y nos adentramos por otras calles para intentar volver a la zona de nuestro alojamiento. Y entonces nos encontramos con vías, casas y lugares menos cuidados, claro. Esta fotografía creo que refleja con claridad el tipo de paisaje urbano que vimos. Esto también es Rusia, no solo los palacios, las iglesias y catedrales y demás.
El río, como os he dicho, está congelado. Y la gente pasea por él como si de otra avenida se tratara.
Llegando a nuestro alojamiento. San Petersburgo de noche. Será interesante volver en verano, durante las llamadas Noches Blancas, en las que el sol nunca se oculta del todo y no se hace jamás de noche de verdad.
Pero eso será otra historia. Por hoy ya vale. Mañana más.
Un abrazo, J.
Cuando salí de Moscú estaba nevando. Viajaba por primera ver con Aeroflot y, según los comentarios de mis amigas latinas en este país, me podía esperar un ambiente oloroso y no precisamente perfumado por parte de mis compañeros de vuelo. En fin, había que intentarlo. El viaje en la compañía rusa es infinitamente más barato que en la española y el aeropuerto se encuentra a tan solo media hora de nuestra casa y no a dos, como el otro donde aterriza la aerolínea ibérica.
En Pamplona no nevaba pero sí llovía y el ambiente era gris y apagado. Apenas se veía gente por la calle.
Al rato me acerqué a la estación de autobuses a encontrarme con mi cuñada. Pasamos una tarde agradable poniéndonos al día. Un par de horas después se nos unieron mi madre y mi sobrina.
A la mañana siguiente me fui temprano al Juzgado para declarar en el juicio. Y al terminar volví a la ciudad a encontrarme de nuevo con mi cuñada. Disponíamos de toda la tarde para hacer cosas y resolver algunos temillas que tenía pendientes en España: llamadas de teléfono, visitas al banco, papeles…
Pamplona nos pareció triste. Las tiendas y sus escaparates no tenían nada de color y la ropa y el calzado eran deprimentes, viejos y trasnochados. Entramos en el famoso Corte Inglés y no pudimos encontrar una triste camiseta que comprarle a mi hija pequeña de recuerdo.
Pero eso no quiere decir nada. Los navarros están muy adelantados. No tendrán ropa alegre ni bonita ni calzado masculino con encanto pero sí que cuentan con espacios para aparcar y recargar los coches eléctricos en mitad de la ciudad. ¡Faltaría plus!
El viaje de vuelta no fue tan relajado aromáticamente hablando como el de ida, tan solo dos días antes. A mi lado se sentaba un ruso con barba a lo Rasputín que emanaba un cierto tufillo a cebolla amarga. Van a tener razón mis amigas latinas… ¡qué rabia!
Mañana San Petersburgo. ¿Os lo cuento?
Un abrazo, J.
Los ortodoxos peregrinan a Sergiev Posad, centro religioso fundado por el Santo Sergio allá por el 1300. Nosotros hacía tiempo que queríamos ir pero, cómo son las cosas, acabamos yendo por un motivo del todo inesperado.
Cuando Janna me dijo que teníamos que ir a recoger las matrioshkas a su casa, no imaginé que viviera en Segiev Posad. Pero así es. Así que allí fuimos el fin de semana pasado.
Sabíamos que Janna y su madre, Tatiana, no eran precisamente millonarias, pero tampoco imaginamos que fueran tan pobres…
¡Qué lugar más de película! En esta casa, típica del paisaje ruso, vive Tatiana aunque solo ocupa la mitad derecha; la otra mitad pertenece a una tía. El padre de Janna vive en otra casa parecida situada a unos metros de distancia.
En la casa también viven tres cuatro gatos.
Recuerdo que conocí a Tatiana y a su hija en una de las conferencias que nos dan en la urbanización. Os hablé de ellas. Aunque la madre es pintora profesional y creo que la hija tiene el título de bellas artes, se ganan la vida pintando matrioshkas. Les encargué una matrioshka muy especial para mi suegra. Quería que el conjunto de muñecas estuviera formado por los miembros de su familia: mi suegra, mi suegro y sus siete hijos.
Como eran una familia tan grande, el conjunto de muñecas quedaba bien. No es tan especial si solo son cuatro los miembros de la familia. No luce tanto.
La cabaña (por llamarla de alguna manera) estaba llena de matrioshkas a medio pintar en todas sus superficies. Solo vimos dos habitaciones: la primera era una especie de cocina en la que, además de mucha porquería y unos cuantos trastos, había un fregadero y un hornillo; la segunda period el dormitorio con una cama y las mesas.
Mi hija pequeña luego me comentó: tenías razón, Mamá, es verdad que en Rusia hay pobres.” Imaginaros cómo period aquel lugar.
Pasamos y nos encontramos con Janna, su hermana y un sobrino. La madre, Tatiana, no estaba.
Pero la variedad ha ido creciendo. No hay normas y la decoración depende de lo que se le ocurra al artista que las pinte. El huevo lo pintó Tatiana.
Los gatos campan a sus anchas. Había en ese momento dos adultos y un cachorro. Entraban y salían de la casa por una ventana entreabierta. Y los perros, según me contó Janna, los usan para cazar. No sé qué cazarán en Rusia. Ya os he contado en alguna ocasión que en nuestra urbanización viven varias liebres y sé que se aquí se come habitualmente carne de ciervo, por lo que puedo imaginar qué tipo de animales persiguen. Pero no, no lo pregunté.
Entrada al Monasterio.
Nuestro chófer nos acompañó en las visitas de ese día. (No quiero ni imaginar qué pensó cuando fuimos a casa de Tatiana ni de dónde creyó que podíamos conocer a esas mujeres…) El caso es que period su segunda visita a Sergiev Posad y estaba muy emocionado. A la izquierda lo veis con Janna, que le está dando explicaciones del conjunto monumental.
A la izquierda podéis ver el edificio de la capilla que protege el manantial y a la derecha las manos de mi marido y de mi hija pequeña llenando los contenedores con agua milagrosa. Se supone que te curas de tus males si la bebes.
Pero el agua de los milagros no fue lo único diferente que nos encontramos durante nuestra visita al Monasterio de San Sergio…
Entramos a visitar las iglesias, catedrales y demás edificios abiertos al público y en la Catedral de la Santísima Trinidad nos topamos con una cola de gente que se extendía hasta el exterior. Al asomarnos vimos que había un cura ortodoxo cantando unos rezos muy solemnes. Cuando se callaba le hacían eco tres sopranos desde una esquina que cantaban a capella cuando el religioso no lo estaba haciendo. El ambiente era realmente impresionante y solemne.
Sergiev Posad impresiona (no sé si tanto como el Vaticano) y envuelve. Es visita obligada si se viene a Moscú. Y tener la suerte de llegar en pleno rezo es fantástico. Aunque el conjunto no resulta tan rico como los católicos, emana una paz que impregna cada uno de sus rincones.
Ya de vuelta nos llamó la atención el concepto del reciclaje que tienen en este país. No se recicla la basura ni los vidrios pero sí las chimeneas de fábricas antiguas que se convierten en improvisadas antenas repetidoras. Guay, ¿verdad?
Bueno, pronto más. Un abrazo, J.
Hoy he ido a conocer el Teatro Bolshoi con una visita guiada. Como acaba de ser reabierto tras más de seis años de restauración, el edificio está de lo más solicitado. Las entradas para ir a ver un ballet no bajan de los 300 euros por cabeza. Y está todo vendido. Se pueden comprar en la reventa a los especuladores pero para eso hace falta ganas y tiempo, algo que yo hoy no tenía.
Y toda esa madera que conforma los diferentes balcones está a su vez recubierta por infinidad de láminas de pan de oro. Por eso brilla tanto. En la restauración utilizaron 4,5 kilos de pan de oro.
Durante nuestra visita estaban montando el escenario para la ópera Boris Godunov y en la foto se puede ver a los trabajadores moviendo parte de las piezas del decorado.
En el teatro hay tres palcos. El más importante, situado sobre la puerta de entrada y justo en frente del escenario, es el palco imperial. Supongo que será el que hoy utilice Putin.
Los otros dos palcos están situados a ambos lados del escenario y son menores en tamaño.
Con la llegada de la electricidad, las lámparas fueron sustituidas por 480 bombillas y el agujero del tejado se cerró. Después se construyó sobre él una sala para ensayos (de la que no nos han dejado hacer fotografías porque estaba una de las bailarinas ensayando) que tiene un escenario de las mismas dimensiones que el del teatro principal.
Después de subir hasta el gallinero y ver la lámpara colgante de cerca, hemos ascendido hasta el ático y visto, como ya os he mencionado, un breve ensayo de una de las bailarinas. En el escenario gemelo había tan solo un piano de cola con su correspondiente pianista y la bailarina con su profesora. Han repasado unos cuantos movimientos y nos hemos tenido que ir.
Como veis, la visita al Teatro Bolshoi es interesante incluso cuando no se va a escuchar una ópera ver un ballet. Aunque esa será la siguiente. Por el momento no he conseguido entradas y, al precio al que están, me temo que tendré que esperar. Pero por lo menos he conocido el teatro y he aprendido un montón. Ha sido algo único y que no lo podré repetir en ningún otro lugar del mundo.
Un abrazo y hasta la próxima, J.
también os puedo contar la del samovar. Se lo compré a mi marido de regalo de Navidad. Es una especie de tetera tradicional rusa. Se calienta el agua con carbón. Bueno, pues el que me lo vendió me dijo que me tendría que preparar los papeles para que, en su día, lo podamos sacar de Rusia. Y en eso estamos. Ahora me quiere cobrar otros one thousand rublos adicionales por preparar los papeles que me tenía que haber dado cuando me lo vendió: el certificado de autenticidad, el de impuestos, etc. En fin, que lo que más les gusta a los de este país son los papeles con cuantos más sellos y de más colores, mejor.
Y lo de los colores no solo les gusta en los sellos y en los documentos. Así vista la foto, podría ser cualquier barrio marginal de cualquier ciudad del mundo, pero este grafitti está en una de las calles comerciales más conocidas de Moscú, la Vieja Arbat, una vía peatonal que en invierno se nutre de sus tiendas de souvenirs y en verano de las terrazas de los restaurantes que se extienden por toda su superficie. Son los contrastes de esta increíble ciudad: lo más lujoso siempre junto a lo más callejero.
Más mañana, que me voy de visita guiada al famoso Teatro Bolshoi. No, no veré una representación; tan solo voy a ver el edificio del legendario teatro. Pero os lo contaré también.
Un abrazo, J.
Si miráis con detenimiento veréis que hay dos tipos subidos al tejado del edificio y que las tiendas de abajo están rodeadas de una cinta que prohíbe el paso. ¿Sabéis que significa? Que los dos valientes de arriba están arrojando la nieve acumulada ayudándose de palas y que la cinta evita que la nieve caiga sobre los transeúntes porque les impide el paso.
Así que va a ser que no, que el invierno no se ha terminado, lo celebren como lo celebren los rusos. Que llevan una semana celebrándolo. De hecho, hoy está nevando otra vez y tiene pinta de seguir durante todo el día. Tortitas no, la primavera no ha llegado.
¿Es no authentic el carnaval ruso? Hoy nos hemos acercado por la Plaza Roja para ver qué hacían los moscovitas con motivo de la celebración y algo hemos visto. Efectivamente, había tortitas en cada puesto. Mi hija pequeña se ha comido una con nata y ha dicho que estaba fantástica. Pero había más cosas. Había pasacalles y gente bailando al son del acordeón. Los había disfrazados y en la entrada de la Plaza Roja había puestos de policía y detectores de metales. En la pista de hielo que hay en la plaza, la mayor del mundo, según he oído, han colocado un escenario gigantesco y en el rato que hemos estado nosotros había bailes tradicionales preciosos. Supongo que después habrá conciertos de gente famosa por el control policial tan estricto que han montado.
Después hemos aprovechado para hacer dos visitas que teníamos pendientes desde hacía tiempo: el mausoleo de Lenin y el interior de San Basilio, la catedral de colorines que culmina la Plaza Roja. Ha resultado ser un día muy especial para visitar ambas atracciones turísticas.
El mausoleo es un edificio pequeño en el que aparece el nombre de LENIN a la entrada en letras cuadradas y no demasiado llamativas. Como construcción no resulta demasiado espectacular. Lo que sí choca es lo que te encuentras al entrar. Yo solo sabía que se trataba de su mausoleo. Luego me he enterado, al verlo, que alberga su cuerpo embalsamado…
Parece un muñeco de cera, como los de Madame Tussaud los del Museo de Madrid. Pero es él en persona. ¡Qué cosa!
Como ya os he dicho, no nos dejan entrar cámaras, así que las fotos que veis aquí las he sacado de internet.
Así que nos hemos dirigido a la otra atracción que nos quedaba pendiente, el interior de la Catedral de San Basilio. Con 450 años de antigüedad, San Basilio ha sido testigo de gran parte de la historia moscovita. Y es visita obligada, por supuesto.
Así que, resumiendo, San Basilio me ha parecido muchísimo más bonita por fuera que por dentro, quizá porque ya he visto otras catedrales ortodoxas que me han impresionado más. Esta es una pena pero no parece tan cuidada como las demás. Y eso que no carece de cierto encanto…
Al salir nos hemos ido a comer a un restaurante chino de esos donde puedes servirte sin parar hasta que ya no quieres más. Se llama UCT Bufet. Por casi 900 rublos, que es un precio bastante normal en menús en esta ciudad, te llenas seguro. Aunque la comida no es espectacular.
Bueno, por fin os he contado alguna cosilla más. Espero no perderme tantas curiosidades de Maslenitsa el año que viene.
Un abrazo, J.
Un abrazo, J.
Veamos. Este sitio se llama OTRADA y es un membership hípico. Tiene zona de comedor y zona de estar, con sofás, sillones, mesas de café, and so forth. El ambiente es muy acogedor y por la noche ponen la chimenea, dándole aún más encanto a la estancia. Según me han dicho, en verano montan unas fantásticas terrazas al aire libre donde se puede disfrutar del calor moscovita hasta bien entrada la noche.
Después un portero se ha llevado nuestro carro hasta el coche para dejar allí la compra y nos ha recomendado el restaurante asiático (Asia Corridor) del centro comercial. Ha sido todo un acierto. Las mesas estaban junto a gigantescos ventanales por los que se filtraba el sol invernal y ha habido un momento que teníamos verdadero calor. Se agradece en Rusia.
La comida ha sido muy especial. He probado sabores y texturas para mí desconocidos hasta entonces, como mi nécora blanda el tartar picante de salmón de mi amiga. Ciertamente merece la pena probar sus platos. (Eso sí, para poder pedir hay que presentarse en el restaurante con por lo menos media hora de antelación porque el menú es interminable.)
Pronto más. Un abrazo, J.

Muchas de las personas que he conocido aquí, por ejemplo, no comen más que en restaurantes de alto nivel. Ni se plantean comer en alguno ruso normalito porque, según dicen, es demasiado ruso” para ellos. Así que solo salen a restaurantes internacionales japoneses, sushi.
Yo no soy así. No puedo relacionarme solo con la gente que me rodea en mi urbanización. Me encanta descubrir el país en el que vivo y su cultura y sus gentes. Por eso intento aprender algo de su idioma y comunicarme con ellos. Y visitar sus ciudades y, si puedo, sus pueblos.
Intento combinar las dos cosas pero eso hace que mi agenda esté tan llena que no me queda ni una esquina donde anotar información adicional. Cada día hay varias propuestas planes. Y a veces toca elegir.
Tomemos el día de ayer como ejemplo: tuve un almuerzo para celebrar el cumpleaños de una de las vecinas de la urbanización. (Eso fue después de mi clase de ruso, claro.) Fuimos a un restaurante muy stylish del centro de Moscú, Café AIST. (, por si os pica la curiosidad) Allí almorzamos un grupo de unas 15 amigas, todas de habla hispana, y la verdad es que pasamos un rato muy divertido. La comida estaba buena aunque el servicio fuera lento en todo excepto en llevarse los platos vacíos (como en otras ocasiones en este país). Creo que se trataba de un restaurante de nouvelle cuisine porque los raviolis del menú se convirtieron en 1 ravioli y los profiteroles del postre en 1 profiterol.
Y por la noche teníamos cena en un restaurante cercano con un par de parejas (de fuera de la urbanización) con las que esperábamos divertirnos de lo lindo. Y aunque una pareja falló porque él se puso enfermo, la verdad es que lo pasamos pipa. La pareja con la que cenamos lleva aquí siete años y hablan el idioma casi a la perfección, por lo que nos pudieron contar cosas la mar de interesantes y divertidas.
Lo que tuve que cancelar por falta de tiempo fue una lección sobre cultura rusa que coincidía en horario con el almuerzo y una sesión de voluntaria en el colegio de mis hijas para sustituir a un profesor enfermo. Habitualmente habría escogido esta última opción porque sé que resulta útil pero ya había cancelado otros almuerzos con ese grupo y tuve que elegir. ¿Veis qué complicado es?
Y por último, ya que tantos me habéis preguntado… seguimos sin pasar tanto frío como esperábamos. Esta es la imagen de Moscú ayer. Como veis, ni siquiera queda nieve por las calles. No es que se haya derretido, porque no hemos subido de los cero grados en ningún momento, sino que la limpian tan bien que no queda ni resto. Solo se ve nieve en los parques y sobre la hierba. Y sí, la gente sigue saliendo a la calle y disfrutando de su vida normal y cotidiana.
Hasta la próxima. Un abrazo, J.

Hoy hemos ido al mercado donde se supone que compran sus alimentos los grandes restaurantes de Moscú. No os puedo enseñar muchas fotos porque en el puesto de comida española la que despacha no nos ha permitido sacar ninguna y cuando los tenderos sí nos han dado permiso, como veis en la foto, ha venido uno de seguridad y nos ha empezado a reñir. Nos lo ha prohibido. ¿Qué tendrá un mercado de abastos para que te prohíban hacer fotos? ¿Pensarán que voy a enviar las imágenes a algún chef de la competencia internacional y les voy a hacer la guerra fría?
Ya me habían avisado que debía preguntar los precios (que no los ponen por ningún lado) antes de pedir porque sino igual luego nos pretendían cobrar cualquier cosa. Aun y todo tengo la sensación que, siendo extranjeras, los precios se multiplican misteriosamente por diez en cuanto abrimos la boca. He comprado un kilo de ciruelas. Me han costado 12 euros. Y una de las que ha venido conmigo ha comprado una fruta de su país, Colombia, que le ha costado 2,5 euros cada una. Como hacía mucho que no las probaba, lo ha pagado, pero seguro que los del mercado se han puesto muy contentos de vernos por allí.
Pero también debo decir que en Dorogomilovsky he visto cosas que no he encontrado en ningún otro sitio: atún, por ejemplo. También había montones, miles de una especie de cangrejos que se parecían a los de río pero mucho más grandes, vivos. Tan vivos, que uno se ha caído al suelo y lo he recogido para devolverlo a su lugar. También había ostras, almejas, mejillones y docenas de tipos de pescado diferentes. Por no mencionar la carne: para todos los tipos y colores. Y especias…
En el mercado había también puestos de objetos varios. Hemos visto algunas vajillas uzbekas preciosas, por no mencionar los samovares. Los samovares son las teteras rusas. Son tradicionales y se utilizan con carbón para calentar el agua. Los hay preciosos y, como son antigüedades, no te dejan sacarlos del país con facilidad.
Luego nos hemos ido a comer algo y, cuando ya nos subíamos al coche para volver a la urbanización, hemos visto una farmacia y hemos entrado para comprar unos medicamentos. ¡Qué farmacia! Nunca había visto nada parecido. Más parecía una tienda de cosméticos. De hecho, tenían varias estanterías con productos diversos para el cuidado de la piel y hasta nos han invitado a una especie de batido. Y mirad (a la derecha) lo que tenían expuesto sobre una plataforma giratoria junto a la caja. ¿Sabéis qué vendían en esas cajitas de terciopelo tan elegantosas? The Unique Condom.
Hasta la próxima, un abrazo, J.
Os dije que os contaría qué tal el Membership de Jazz. Como quizá sepáis, ya habíamos estado antes y, aunque la comida no es ninguna maravilla, sí que nos lo habíamos pasado bien. Pero lo de ayer fue una experiencia totalmente distinta.
El Igor Butman Jazz Membership está situado en un hotel. Entras al Membership y primero pagas una entrada para acceder a la sala que está organizada con mesas para cenar alrededor del escenario. (Curiosamente, antes de irnos ayer pude ver que retiraban esas mesas y preparaban todo lo necesario para un desayuno tipo buffet de resort para mañana.) El restaurante es tan oscuro y tiene tan poca iluminación que para leer el menú me tuve que levantar y acercarme a una lámpara. Los demás cogieron una de las velas de la mesa y la acercaron para poder iluminar las letras. Además, solo había un menú en inglés en TODO el restaurante, así que tuvimos que pedir que nos lo devolvieran de otras mesas un par de veces. Y el camarero también vino a decirnos que debíamos pedir la cena en tan solo unos minutos porque el espectáculo empezaría pronto y no teníamos más tiempo para decidir. Tuvimos que apresurarnos, apresurarnos, apresurarnos. Pero luego también tuvimos que reclamar porque, a pesar de las prisas, la cena de mi marido tardó casi una hora en aparecer: un filete.
Los músicos que acompañaban a la cantante eran los mismos que ya acompañaron a la otra cantante que vimos en el Igor Butman. La pianista, (que ya sé que se llama Natalya) era la que con tanta energía nos sorprendió la primera vez. Y anoche se mantuvo fiel a su estilo.
Kassia, la cantante, una mezcla de Camerún y Nueva York, no me entusiasmó. Cantó temas que no me dijeron gran cosa y no me transmitió nada. Una decepción, como os he dicho.
Antes de despedirme, un detalle curioso que me llamó la atención cuando íbamos al Membership de Jazz. Eran las 7 de la tarde, de noche, estábamos a unos catorce quince grados bajo cero pero, como igual podáis comprobar en la foto de la izquierda, los rusos siguen trabajando en la calle, en las obras. Había obreros soldando y otros abriendo zanjas. Y no creáis que esto era una excepción de ayer por alguna fuga algo, qué va. Los rusos trabajan todos los días y, parece ser, a todas las horas.
Un abrazo y hasta la próxima, J.
Hoy hemos hecho algo de turistas totales. Nos hemos ido de crucero y a comer al rompehielos. Lo que hace todo el mundo que viene de visita a Moscú en invierno. Había leído un montón de comentarios positivos y no ha estado mal. Pero tampoco es para echar cohetes. Os cuento…
Primero hablaré del servicio… una pena. Sé que el pan estaba bueno pero cada vez que le pedía a nuestro camarero que nos trajera pan, nos traía una bandeja con dos bollitos. Le he explicado que queríamos pan todos… otra vez dos bollitos. Al ultimate le he pedido por favor, más pan, pero cuatro, CUATRO, bollitos. Si no hubiesen estado tan buenos…
Han tardado siglos en servirnos. En un momento dado he pedido una segunda botella de agua y os juro que han tardado veinte minutos en servirla. Según mi marido, tienen que alargar las comidas de los comensales para que duren las dos horas y media del viaje. No sé, algo así tiene que ser.
Pero bueno, hemos comido. Y nos hemos dedicado a disfrutar de las vistas.
Pero seguro que la imagen que más me ha gustado del paseo de hoy a mí es esta. No sé por qué.
Y ahora a prepararme que nos vamos a cenar al Igor Butman Membership. Ya os contaré.
Un abrazo, J
Pero no solo eso. No será tan terrible cuando estoy viendo tres cuatro petirrojos jugueteando en el jardín delante de mi casa. También he visto un par de ratitas por la calle, una de ellas blanca como la nieve que todo lo rodea. Mis chóferes estaban alucinados. También ellos creían que las ratitas blancas son solo de laboratorio y que no viven de manera salvaje. ¡Qué cosas!
Un abrazo, J
Ayer fui con una amiga a visitar a una artista rusa. Se dedica a restaurar muebles de madera antiguos y pintarlos como se hacía tradicionalmente.
A lo que sí hice fotos, para que los vierais, es a los muebles con los que trabaja y sus trabajos. Esto es un baúl típico y tradicional ruso antiguo. En el pasado los decoraban con angelotes y figuras folclóricas, todo a mano, claro. Y no os creáis que son baratos. El aparador de la derecha cuesta unos 3.000 euros. Ella se dedica a venderlos de manera privada y siempre tiene pedidos. Viaja por los pueblos buscando los muebles básicos y luego los decora. Lo que está claro es que son muy de aquí.”
Como ya os imaginaréis, yo sigo con mis clases (y parece que por fin puedo organizarlas con cierta regularidad) y por eso hoy he conseguido unos pocos libros de lectura simplificados en ruso. ¡Cómo me he acordado de mis alumnos, que se llevaban los que yo les prestaba a casa! La pena es que aquí apenas hay unos pocos y no son demasiado buenos. Los temas, para empezar, no es que me hayan resultado demasiado atractivos: grandes felinos (el mejor), máquinas, castillos, vikingos… no sé, me vendría mucho mejor algo más cotidiano, ¿no os parece? Pero bueno, es lo que hay. Me he leído todos los que he podido con grandes dificultadas. Los tendré que volver a coger prestados de la biblioteca del cole de mis hijas cuando haya dado alguna clase más.
Mientras, chapurreo siempre que se me presenta la ocasión. Hoy, por ejemplo, me he acercado a una escuela de ballet que hay cerca de casa porque las clases a las que asiste mi hija pequeña en la urbanización no me convencen del todo. Y la información me la han tenido que dar en ruso, claro. Jejeje. Espero haber entendido correctamente. Por de pronto, mañana iremos a una clase de prueba. ¿Os imagináis que me haya equivocado? Ya os lo contaré.
Y ahora nos vamos a la clase de ballet, qué casualidad, a las de la urbanización. Un abrazo y hasta la próxima, J.
Ahí tenéis la prueba.
En Moscú no se ven muchas motos, sobre todo en esta época del año. En verano si veíamos alguna. Pero se ven otras cosas…
Vista normal de una parte del palacio. Es tan gigantesco que no conseguí sacarlo entero en una foto. Mi cámara es pequeña y no puedo hacer panorámicas. Pero creo que os podéis imaginar las dimensiones.
El conjunto arquitectónico también incluye la iglesia ortodoxa authentic que había en estas tierras (conocidas como Barro Negro” antes de que la emperatriz las remodelara) y otros edificios para el servicio, para el ocio e incluso para el trabajo, como el despacho privado de Catalina.
La mayoría de los edificios están construidos en estilo gótico ruso y los colores son típicos de la zona.
Esta figura de hielo representa el escudo de Catalina la Grande. En los jardines de Tsaritsyno había otras figuras de hielo para deleite de los niños: un pequeño castillo, varios toboganes, una especie de casita… Y la vera del río seco que desciende hacia el puente la utilizaban grandes y pequeños como rampa para deslizarse con una especie de trineos hinchables. Se lo pasaban cañón porque la pendiente es pronunciada.
Uno de los primeros edificios que te encuentras al entrar, junto a la iglesia, es el de la fotografía de la izquierda. Se trata de uno de los edificios destinados a alojar a los sirvientes de Catalina, como también lo es el de la fotografía de la derecha.
Como veis, todos los edificios siguen el mismo estilo y tipo de diseño y son de la misma época, por lo que resulta todavía más increíble. Algunos han sido totalmente reconstruidos siguiendo los planos de los arquitectos, otros simplemente se han restaurado.
En la fotografía de la izquierda podéis ver uno de sus trajes. Yo había leído que muchos de ellos se confeccionaban con piedras preciosas y, efectivamente, este tiene todas esas líneas verticales blancas, cosidas con perlas. Una pasada. Sus amantes (de los que tuvo colección) también llevaban botones de oro, de gemas, colgantes de pedrería… les encantaba. El traje de bodas de Catalina se confeccionó en tela de plata y estuvo totalmente cubierto de piedras preciosas. El traje y la corona pesaban tanto que apenas se podía mover.
Uno de los salones. Ahora entiendo de dónde viene el gusto ostentoso de los rusos. ¿Os acordáis de los muebles que vimos en las tiendas y que os enseñé el otro día? Creo que con estas fotos queda claro que se quedaron atascados en aquel estilo.
Fijaros en los techos y paredes…
Vimos muebles de la época, vajillas, cuberterías, joyas, cuadros a montón, objetos de todo tipo… cosas muy curiosas, como una silla para un orinal… Pero no en todas las salas estaban permitidas las fotografías.
Pero luego lo entendí, esa sala de la segunda planta está situada en un lugar estratégico. No solo te venden la autorización para sacar fotos, sino que te alquilan ropa de la época (de niños y adultos) para que te pasees por la sala y te retrates. Lo bueno es que la ropa no está mal hecha y no es un pingo, como podría ocurrir en otros lugares. Así que merece la pena. ¿No os parece?
A la derecha podéis ver una estatua de Catalina hecha a tamaño natural.
Seguimos caminando por el palacio, habitación tras habitación: maderas, mármoles, cristales tallados, oro, plata… lo que queráis.
Izquierda: miniatura de Catalina. Mediría unos 25 cm. Cuando la emperatriz quería a alguien, le enviaba una miniatura un colgante con su retrato rodeado de piedras preciosas.
A la derecha vemos una caja de música. No es un pájaro de verdad ni disecado, sino mecánico. Obviamente, no pudimos escuchar cómo suena pero me pareció un detalle sacado de un cuento de hadas. Recuerdo haber leído historias sobre pájaros mecánicos como este cuando era niña.
Había una exposición de tartas, a cada cual más espectacular, y de otros alimentos reflejando, supongo, qué y cómo comían los moscovitas de la corte de Catalina. Observad la fotografía de la derecha. Son todas aves sobre una especie de pasteles. A mí me daba mucho yuyu pero seguro que a los mimados de la emperatriz les parecía de lo más apetecible.
Había algunos trajes tradicionales y tocados de varias épocas. Era también interesante. Pero menos nos lo parecieron las salas restantes, con objetos y piezas de arte más moderno.
Con todo, realmente os recomiendo la visita a este lugar. No solo el inside, con todas sus curiosidades, sino también el exterior. En el verano dicen que es de lo más bonito que hay. Y al anochecer, con todo encendido, el lugar tenía mucha magia. Según he leído, con buen tiempo se organizan un montón de actividades aquí. Tendré que estar alerta e informarme para intentar aprovechar dejo por hoy. Espero que os haya gustado nuestra rápida visita al Palacio de la Zarina.
Pronto volveré con alguna otra aventura.
Un abrazo, J.
Entrada al Kremlin. Bajo esta imponente torre roja se encuentra una de las puertas de entrada al Kremlin. El Kremlin es toda una zona amurallada que knowledge del siglo XIV (aunque ha sido reconstruida y remodelada en varias ocasiones) y consta de varios edificios en su interior. No hemos podido visitar más que unos pocos, como la Catedral de la Asunción, porque los demás todavía hoy se siguen utilizando para funciones políticas y están protegidas por guardias que no permiten el paso.
Impresionan sobremanera las cúpulas sobre todo si, como hoy, el día es radiante y el sol se refleja en los restos de nieve que aún decoran los tejados. El azul del cielo parecía más profundo en el Kremlin que en el resto de Moscú.
Hay cúpulas para todos los gustos pero todas son magníficas. Coronan unos edificios elegantes y a veces coloridos, rojos, verdes y blancos y se alzan hacia el cielo como si quisieran acariciarlo.
Las puertas de entrada a las iglesias y catedrales también estaban cubiertas de frescos y resultaban impresionantes.
No estaba permitido hacer fotografías del inside. Es una pena porque me habría encantado enseñároslo. Todas las paredes y techos están cubiertos con frescos como los que veis aquí a la derecha, además en tonos parecidos, lo que les da ese aire tan especial.
Como veis, los edificios están bastante bien conservados.
Jajaja, pequeño, ¿verdad? Alucinante. No sé si lo dispararían de verdad pero, si lo hacían, una de esas bombas tenía que hacer un agujero descomunal. Y cargarlo tenía que ser todo un numerito. ¿Cuántas personas haría falta solo para subir la bola y meterla dentro del cañón? ¿Y tendría retroceso? ¡Cualquiera lo sujetaba!
Como os decía, el centro comercial era como todos. ¿Reconocéis el nombre de la tienda en la foto de la derecha?
Ha sido un día bonito. Hemos dado paseos y nos hemos congelado un poco. Había momentos en que mi marido decía: si sonrío, sé que no voy a poder volver a ponerme serio, así que mejor no sonrío.” Exageraba un poco, creedme. Como brillaba el sol y no había una sola nube, la luz era muy brillante y daba mucha alegría a todo el paisaje. Sí, lo hemos disfrutado un montón.
Pronto más. Un abrazo, J

Por fin ha llegado el invierno (a finales de enero, no me puedo quejar.) A media mañana el termómetro marcaba -17 C y ahora, a las 19.forty five, marca -14 C. Vamos mejorando.
Y no se nota tanto. Sí, es verdad que ves el agua helada en los tejados y en las tuberías pero al salir a la calle la sensación térmica no es tan horrible como nos temíamos. Con un buen gorro y guantes, como cualquier invierno en Pamplona Madrid. Os prometo que todavía no he pasado más frío.
Pero mis pobres perros sí que lo sienten en sus patitas. Al cabo de un rato de paseíto por la calle, uno los dos comienzan a recoger alguna de las patas porque se les está helando la planta. No me extraña. Una cosa es salir a la calle y abrigarse para que haya la menor cantidad de piel expuesta a los elementos y otra es caminar por el hielo y la nieve, además sin zapatos. Así que les hemos puesto botas. Son de piel, especiales para que no se congelen. No saben andar con ellas y parecen jovencitas adolescentes con sus primeros tacones altos. Están la mar de graciosos. Pero lo agradecen. Se nota.
Por lo demás, la gente sigue saliendo y haciendo vida normal. Los niños juegan en la calle (eso sí, con ropa para nieve completa: botas, abrigo, pantalones…) y las carreteras están limpias del todo.
Donde sí hice fotos fue en el mercado al que voy a comprar la comida. Les hizo mucha ilusión (aunque no sé qué pensarían ni para qué habrán imaginado que quería las fotos.)
Ya vale por hoy, que estoy algo cansada. Esta mañana he tenido a 35 amigas a desayunar ( algo parecido, ya que la reunión era desde las 9.30 hasta las 14.30.) Las mujeres latinas de esta urbanización tienen la costumbre de ir a desayunar a una de las casas de vez en cuando y yo todavía no lo había organizado. Pero, puestos a organizar, he invitado también a las pocas españolas que conozco en Moscú. El caso es que todas aceptaron la invitación, latinas y españolas, así que he preparado unos pocos pintxos y tapas para disfrutar un rato entre charleta y charleta. Nos lo hemos pasado muy bien.
Un abrazo a todos. Hasta la próxima, J.

Ayer salimos a un paseo por Moscú a más menos 8 grados bajo cero. ¡Casi ná! Primero visitamos un parque, Sokolniki, porque habíamos leído que había una exposición de figuras de hielo muy interesante. Y allí estaban todos los rusos patinando, esquiando, con trineos, caminando… Hombres, mujeres, niños, ancianos, bebés, con perros, sin ellos… todo el mundo. Y pensar que alguien nos dijo que en invierno nunca había nadie fuera de sus casas en Moscú…
A la puerta de uno de los edificios nos encontramos las matrioshkas más grandes que hayamos visto nunca. Eran preciosas.
Por todo el parque encontramos una especie de hogueras preparadas (con su montón de leña a un lado) para que la gente se calentara las manos si tenían demasiado frío. No eran más que eso, hogueras. Pero se agradecían un montón después de un rato de paseíto.
La gente sin patines iba por la acera. Como os he dicho, patinaba todo tipo de gente. Vimos algunos padres que llevaban a sus bebés tumbados en trineos que ellos, subidos sobre sus propios patines, empujaban. De hecho, es lo más común por la ciudad. A los niños pequeños no los llevan en silleta sino en trineos y solo los más peques van en cochecito.
Había gente por todas partes y puestos de té y café, tienditas de mazorcas de maíz calentitas, vendedores de crêpes variados y hasta un par de vendedores ambulantes con sus pinturas y cuadros. Sí, todo eso a -eight grados… El parque también incluye algunos restaurantes y cafeterías donde sentarte y un puesto de alquiler de patines gigantesco.
Según he leído, antiguamente el trineo tirado por caballos period la forma regular de viajar. Las ruedas no funcionaban cuando nevaba, claro, así que durante muchos meses solo se usaban trineos. Podían alcanzar bastante velocidad y recorrían distancias considerables. No sé si se seguirán usando en zonas rurales.

Después de pasar un buen rato de frío en el parque junto al río, nos hemos ido a comer a un restaurante japonés. Lo curioso de este local en explicit no ha sido que nos recibieran haciendo sonar un gong (!), sino que nos han servido un curioso té que sabía a vainilla con una tetera de lo menos práctica que uno se pueda imaginar. Juzgad por vosotros mismos.
Hasta la próxima,
Hoy hemos tenido reunión en el Club de las Damas Latinas. Se trata de una especie de asociación que agrupa a quienes su nombre indica y que se dedica a organizar encuentros y alguna actividad. La reunión de hoy ha tenido lugar en la Casa de España. Curiosamente no eran las españolas las que se encargaban, sino las peruanas, por lo que el almuerzo ha sido a base de alimentos y platos de ese país. Ni que deciros tengo lo bueno que estaba todo, ¿verdad?
Antes de disfrutar de la comida nos han presentado a una guía con un español maravilloso que nos ha contado algunas de las tradiciones de esta época en este país. Hay unas cuantas cosas curiosas. Como ya sabéis, la Navidad ortodoxa no es el 25 de diciembre sino el 7 de enero porque aún siguen con el calendario juliano en vez del gregoriano. Y según esos cálculos, hoy es el día en que se bautizó Cristo. ¿Cómo lo celebran los rusos? A partir de medianoche consideran que todo el agua del planeta está bendita. Así que corren a ducharse y lavarse la cabeza y los más osados se acercan a un río a un estanque, abren un agujero en el hielo, y se bautizan” de nuevo sumergiéndose en las cálidas aguas de la noche. Sí, sí, mis dos chóferes lo van a hacer. Ya os contaré si siguen vivos mañana.
Inciso: hace un par de días estuve en una tienda de muebles porque necesitaba una mesa para el salón. Solo os pongo un par de fotos para que os hagáis una thought de lo que a los rusos les parece el colmo de la elegancia. Y eso que he elegido de las más discretas.
Hasta pronto,
Pero lo sintamos no, el frío está en las calles. Mirad, si no, cómo pescan sobre el hielo del río en mitad de la ciudad. Eso que solemos ver en algunas pelis me lo encuentro yo todas las mañanas que cruzo el puente para ir al colegio. Parece imposible que la capa de hielo sea lo suficientemente gruesa para soportar su peso, dada la falta de frío, pero ahí están. Mi marido quiere probarlo un día y uno de los chóferes me ha dicho que a él le gusta hacerlo, así que a ver si lo organizamos. Ahora, también tendré que preguntar qué tipo de peces pescan y si los devuelven al agua se los llevan a casa…
Un abrazo, J
A la izquierda podéis ver una maqueta de todo el conjunto. Incluye el monasterio, el convento, el campanario, la capilla, el museo y el comedor, donde hoy hay una tienda de libros religiosos e iconos. Todavía hay monjas viviendo en el convento, como las que aparecen en la foto de la derecha y que no son tan mayores. Y también hay diáconos y presbíteros paseando por sus calles. Ha sido como si el tiempo se hubiese detenido hace un par de siglos.
Los exteriores solamente ya merecían la pena la visita. Me encantan los colores con que los rusos decoraban sus edificios. No son solo de piedra, como en muchos lugares de Europa. Y qué decir de las cúpulas. La catedral tiene un puñado completo que se ven desde muy lejos y llaman la atención por sus dos colores.
Durante la época soviética la religión estaba prohibida porque se suponía que el país period laico, así que todos los templos religiosos se fueron deteriorando. Algunos se usaron como museos, como ocurrió con la Catedral de San Basilio, esa de tantos colorines que parece una casita de muñecas y está en la Plaza Roja. Otros fueron demolidos y más adelante reconstruídos, como la Catedral que visitamos el otro día, la de Cristo el Salvador. Tras la caída del telón de acero, muchas iglesias se han mantenido y restaurado con fondos privados.
Al salir del recinto hemos dado un paseo por el exterior y nos hemos encontrado con un lago totalmente helado en la parte de atrás. Estaba precioso y añadía bastante encanto al cuadro.
Luego nos hemos ido de investigación culinaria, que ya sabéis que nos gusta. El restaurante de hoy era tibetano pero no ha sido para deleitar. Aunque el pollo al curry y el pan estaban buenos no creo que repitamos. Así son las cosas, a veces encontramos lugares maravillosos que archivamos para visitar en otras ocasiones, y otros días probamos y no volvemos a repetir.
Pronto os contaré más cosas.
Un abrazo, J
Mi marido fue a la pelu a que le cortaran el pelo hace un par de días. Y pensé que era cuestión de suerte que le tocara la Sra. Spock aquella tarde, una muy mujer alta, huesuda, con entradas en el estiradísimo cabello azabache que, recogido en una cola de caballo, pronunciaba sus orejas y hacía resaltar sus ojos de un azul tan claro que parecían transparentes. Embutida en una minifalda de cuero negro que apenas le cubría el trasero y taconeando sobre las agujas de sus botas de rodilla por las baldosas de la peluquería, os lo juro que parecía sacada de otro planeta. Por supuesto, nunca sonreía, y el maquillaje solo enfatizaba sus duros rasgos de ama sádica. Pero me marido se dejó. Y ella empezó a cortarle el pelo, una operación que suele costar entre quince y veinte minutos. Una hora más tarde, todavía no había terminado. Cortaba con tijera, luego con maquinilla, recortaba de nuevo con tijeras ahora especiales, con forma, casi cabello a cabello… Atusaba, levantaba… ahora cogía la cuchilla de barbero y rebanaba cuatro puntas rebeldes de aquí, después con las tijeras de nuevo en la mano volvía a recortar lo que a mí me parecía un piquito inexistente en la zona derecha de la cabeza. Por lo menos hora y media. ¡Increíble! Y le puso esto, y le puso aquello, y yo ya no pude aguantar una carcajada cuando, para horror de mi marido, que no se lo esperaba, le roció la cabeza con un buen chorro de laca. No, no es para los rusos eso de las peluquerías a rebosar, con los profesionales atendiendo a tres clientes a la vez. Sí que se lo toman a conciencia…
Así que ayer decidió ir mi hija mayor a teñirse, ya que empiezan otra vez el cole mañana. La Sra. Spock no estaba. La atendió una chica joven que, para nuestra buena fortuna, hablaba inglés. Entre ellas consiguieron finalmente acordar qué quería mi hija que le hicieran. Tinte con mechas rojas. No parece tan complicado, ¿verdad? ¿Y si os digo que tardó cuatro horas y media? Yo hice mis recados, volví, me aburrí y, al closing se me ocurrió aprovechar y que me tiñeran a mí también. Total, tenía que esperar… Mi hija luego se reía. Me atendió el bombón de la peluquería. Un tipo alto, musculoso, guapo, guapo. Que no lo hizo mal, es verdad. Pero aún tuve que esperar como una hora a que terminaran con el cabello de mi hija. ¡Qué rollo!
Os cuento más detalles que me han llamado la atención. Uno de mis perros se puso enfermo. No sé si se empachó con eso de las navidades si comió algo que le sentó mal si se enfrió, pero qué desastre. Y como no se le pasaba, tuve que llamar a la veterinaria para que nos recetara algo, además de someter al pobre chucho a una estricta dieta de agua durante un par de días. Lo que me dijeron que comprara es medicina de humanos, en farmacia. Debía dársela medida en una cuchara sopera. Y ahí la tenéis. Lo que veis es un… ¡jarabe! Sí, es un antidiarreico que lo venden en ese tubo como si fuera pasta de dientes y es denso y espeso como un paté. Nunca se me ocurrió que se pudieran vender los jarabes en este formato. Pero ahora que lo he visto me parece muy buena thought.
El Café Tchaikovsky, junto al Salón de Conciertos del mismo nombre, un lugar cargado de historia donde no te sorprendería ver entrar a un grupo de mafiosos y ponerse a contar pilas de dinero. Allí tomamos un café antes de entrar al espectáculo, el Concierto de Año Nuevo de Strauss interpretado por la Orquesta de Cámara Morphing de Viena. Como veis, la sala de conciertos está toda decorada en blanco. Es ovalada, no redonda, y se supone que cuenta con una de las mejores acústicas del mundo.
Al día siguiente visitamos el Parque Gorky, que se encuentra en mitad de Moscú. Nos habían dicho que tenía caminitos que se pueden recorrer patinando y quisimos aprovechar que hacía algo más de frío para verlo por nosotros mismos. Nada más llegar nos llevamos la primera sorpresa. En la entrada había un campamento de esquimales. Pudimos acariciar a los renos (que tienen un pelo increíblemente suave), visitar una de sus tiendas e incluso disfrutar de algunos de sus bailes tradicionales. Una delicia.
Sí que nos dio tiempo a ver los caminos” para patinar. No eran lo que habíamos imaginado, rutas en mitad del bosque, pero sí que permitían un tipo de patinaje diferente al recurring. El parque cuenta con varias pistas para deportes sobre hielo: patinaje, patinaje artístico, hockey y no sé qué más.
Y luego nos encontramos con los muñecos de nieve. Docenas de ellos, todos juntos en la misma zona. No sabemos si se trata de llegar y hacer un muñeco para añadirlo a la colección si la dirección del parque prepara el conjunto para los visitantes. El caso es que la gente caminaba entre los muñecos, todos diferentes, como si de un bosque de personajes se tratara.
También había un pequeño conjunto de árboles con los troncos embutidos en una especie de súper medias multicolores pero no pude hacerles fotos porque ya nos íbamos.
Mi marido y yo nos fuimos a comer solos, sin las niñas, el mismo día que fue a la pelu él. Está visto que a los rusos les gustan los lugares íntimos. Estas fotos que veis también son de un restaurante uzbeko (parecen abundar) y los reservados son como un cuento de las Mil y una Noches, ¿no os parece?
Todas las mujeres deben llevar la cabeza cubierta y todos los hombres deben descubrirse.
La gente no sube la voz, susurra, y se percibe el respeto en cada gesto y movimiento. Y eso choca porque por la calle los rusos no son precisamente educados. En las colas empujan, dan codazos, no se cortan un pelo. Pero en la iglesia dejan pasar y hasta se apartan y esperan a que los demás hayan rezado. No deja de ser de agradecer.
Este icono nos llamó la atención, ¡pobrecito! por lo feos que han salido la Virgen y el Niño. Por otro lado, debe haber de todo, y no sabemos qué representa exactamente.
Lo que más me sorprendió fue el tamaño de las naves. Sí, sospechas que no pueden ser muy grandes, que cuanto menores, mejor, pero tanto… Resultan bastante claustrofóbicas. Y supongo que incómodas, también. Viajar un montón de horas en la misma postura, sin poder moverte, no puede ser demasiado agradable. Seguro, sin embargo, que la emoción y las vistas lo compensan.
Un museo muy interesante e instructivo. Merece la pena.
Os seguiré contando cosas sobre este país pronto.
Un abrazo, J
Después de las tiendas nos hemos ido a pasear y a buscar algún sitio en el que comer. Por el camino, oh visión, ¡el edificio de la KGB! Sí, la auténtica. No quiero ni pensar todo lo que ha ocurrido en su interior a lo largo de los años, ni lo que tal vez pueda incluso estar ocurriendo en la actualidad. El edificio de la KGB representa tantos libros leídos, tantas historias en papel y en el cine… Siempre lo imaginas, nunca crees verlo en persona. Y aquí está. Existe. Es.
Pero, cómo serán las cosas, entre tanto lujo, tanta elegancia, tanto dinero, tanto adorno y tanto querer ser, los aseos son los más sucios y descuidados de cuantos me ha tocado visitar por el momento en este país. Y no es que tuviese mala suerte y uno de los cubículos estuviera así por accidente, no, que he tenido que mirar en varios hasta dar con uno en el que me atreviera a entrar. (Visto todo lo que estoy viendo, tal vez debiera escribir un blog monotemático dedicado a los váteres de Rusia…)
Mañana tenemos previsto salir durante el día para ver el ambiente de la ciudad. No sé qué nos encontraremos y está claro que no podremos quedarnos por ahí de noche, ya que nuestra peque es aún demasiado joven y todo el mundo nos ha dicho que puede resultar muy peligroso. Pero alguna impresión sacaremos.
Y os la contaremos, claro.
Un abrazo,
Y también ayer estuvimos en la piscina de la urbanización por primera vez. Yo no me bañé pero los niños disfrutaron como locos. Resultaba muy agradable estar en el interior en traje de baño y mirar por las cristaleras hacia la calle, toda blanca y fría. Estuvimos solamente nosotros durante toda la mañana, todo un lujo, y luego comimos algo en el restaurante.
Hoy hemos ido a Mega, el centro comercial que tiene la pista de patinaje en el centro. Los niños han patinado y disfrutado un montón. El caso es no quedarnos en casa. Hay que aprovechar que están de vacaciones.
Aunque no sé si nuestra primera Navidad en Moscú se puede considerar moscovita puesto que pasamos la Nochebuena en la urbanización, crisol de culturas, nacionalidades y países. Y aunque hubiésemos querido, los rusos no celebran la Navidad. Los días 24 y 25 son como otro día cualquiera en este país. Como siguen el calendario ortodoxo, el nacimiento de Jesús es para ellos el 7 de enero. A partir del 31 de diciembre, fiesta grande con celebraciones, cenas, cohetes y juerga, los moscovitas se cogen vacaciones durante toda la semana y, según nos han contado, la ciudad queda desierta, como Pamplona después de San Fermín.
En previsión de una Nochebuena hogareña y tranquila, aceptamos la invitación de unirnos a otras familias que se han quedado aquí (las menos) para compartir esa noche tan especial. Cada uno debíamos llevar algo a casa de unos colombianos. Nos juntamos cinco familias y la noche comenzó picoteando: frutos secos, aceitunas, pulpo a la gallega (cortesía de mi marido), mejillones al vapor (mi contribución) y tomando una sangría que, según todos, me había salido espectacular”. Aprovecho para contaros algo curioso que hemos observado: no importa cuánto bebamos, nunca sentimos que el alcohol nos afecte. ¿Será por el clima tan seco, por la presión atmosférica? No sé, algo hay, porque lo que en otras circunstancias bastaría para que a mi querido esposo le cambiara el tono de voz, aquí ni se le nota. No sé, no lo he comentado con los demás. Será interesante ver qué opinan…
Y cuando llegamos a casa, ¡oh, sorpresa! Había venido Ded Moroz (Papá Noel en ruso)… y nos había dejado un montón de regalos, a cada cual más grande. El arbolito de Navidad se nos había quedado diminuto a su lado. Como suele ser habitual, hasta los perros tuvieron sus sorpresitas…
Con todo, una noche memorable. Sí, señor.
Al día siguiente, Navidad, decidimos aprovecharnos de que los rusos no lo celebran para ir a comer por ahí. Tiempo habría de acabar con los típicos restos de Nochebuena… Elegimos el restaurante uzbeko en el que yo había estado con mis amigas hacía unas semanas para que mi familia lo conociera. Les encantó. No solo period un lugar preciosos y con una decoración de lo más exótica, sino que la comida no le quedaba a la zaga. El native está situado en pleno centro de la ciudad, rodeado por un pequeño bosque y, para hacer nuestra experiencia más única aún, estábamos comiendo cuando vimos caer uno de los altísimos árboles que nos rodeaban. No fue hasta más tarde que vimos a los trabajadores que se estaban encargando de él. A primera vista nos había dado la impresión de que caía solo. Impresionante.
Y es que la escena moscovita ha cambiado. Por fin hay nieve acumulada en las calles, por lo menos en los jardines porque la de las carreteras y aceras la quitan a tal velocidad que ni tiempo da para verla. En la urbanización sí se ve más blanco. Allí a veces te sobresaltas con el pequeño alud que se organiza cuando de pronto se vacían lados completos del tejado como si se cayera una cortina desde el cielo. A mis perros les encanta la nieve, sobre todo al mayor, que se sumerge en la nieve como si fuera agua y hace una especie de ángel canino la mar de divertido. ¡Y pensar que yo estaba preocupada por si tendría frío! El más joven, listo él, se hunde en la nieve cuando está levantando la pata para intentar hacer pipí y acaba con las cuatro patas en las profundidades sin remedio. Por todas partes ves a los adultos tirando de trineos con los más pequeños sentados encima. Es una forma fácil de llevar niños por la calle. Les resultaría mucho más complicado ir caminando. Y los hombres de verde… además de trabajar sin parar quitando nieve, limpiando tejados, cepillando aceras, aspirando rincones… ¡siguen yendo en bicicleta!
Mi peque y yo fuimos a hacer la compra a uno de los sitios habituales donde encontré una escalera por la que no había bajado nunca. En lugar de salir por el exterior, decidí usarla. Conectaba la calle con un restaurante que hay en la planta superior. Y me llevé otra de mis sorpresas… Imaginaros una escalera así en Moscú… Los carteles estaban en inglés y otro idioma que parecía portugués. Tres pisos completos de carteles. Y ninguno en ruso.
Ahora estamos intentando decidir qué haremos en Nochevieja. Aquí es, como ya os he contado, la gran fiesta. Pero nos han recomendado que no nos acerquemos al centro porque hay demasiada gente y podría incluso resultar peligroso. Nos preocupa el perro pequeño porque los rusos se vuelven locos con la pirotecnia y eso le da pavor. No podemos dejarlo solo. Pero igual contamos con nuestra asistenta para que se quede a pasar la noche y cuide de ellos. Eso nos daría libertad para salir. En un principio pensamos ir fuera de Moscú a dormir pero no encontramos alojamiento. Así que ya os contaré qué se nos ocurre al closing…
Un abrazo, J
Aver comenzó como un día normal. Teníamos una invitada, una amiga de mi hija mayor, que se había quedado a dormir, así que preparé las cosas del desayuno y me puse a traducir cuando mi marido se marchó a trabajar. Pero las chicas aparecieron demasiado temprano. Resulta que los padres de la amiga la habían llamado para avisarle que iban a venir a recogerla antes de lo previsto porque debían adelantar su viaje a su país para pasar las fiestas porque hay una huelga que amenaza con dejarlos sin vuelo. Así que a apresurarse. Vino la madre en su coche (llevan muchos años en Rusia) y tuvimos la routine conversación con los de seguridad para que le dejaran entrar en la urbanización. Escollo superado, la amiga se fue a su casa.
Y yo decidí aprovechar para ultimar algunas compras navideñas. Salí con el chófer y nos dirigimos a la zona de tiendas más cercanas. Ayer sí que había nevado y el ambiente estaba bastante invernal aunque, curiosamente, no se sentía frío. Estuvimos todo el día entre 0 y 3 grados, por lo que la sensación térmica no period mala. Pero había bastante nieve y los pies se hundían al pisar la acera.
Había acordado con el conductor que me ayudaría a cargar la compra en el coche porque las latas y botellas suelen pesar mucho. Pero no conseguí encontrar mi teléfono. No estaba en mi bolso ni apareció en los bolsillos de mi abrigo. Pensé que me lo habría dejado en casa, con esta cabeza despistada que a veces tengo. Así que salí con el carro por la nieve, intentando encontrar dónde había aparcado para que me echara una mano. Al llegar a casa comprobé que tampoco estaba aquí. ¡Maldición, lo había perdido! Al repasar la mañana me di cuenta que seguramente se me cayó al salir del coche para ir a la tienda. Y claro, en la nieve y con la gente que había, difícil recuperarlo. Llamamos pero daba señal de ocupado. Volvimos a llamar un rato más tarde y seguía dando la misma señal. No puedo estar sin teléfono. Había que comprar uno nuevo.
Llamé de nuevo al chófer, que se había ido hasta la tarde, y le dije que tenía que volver después de comer para ir a comprar un aparato nuevo. Más vale que tengo los conductores que tengo. De camino a la tienda consiguió que la empresa de telefonía diera de baja la tarjeta SIM vieja y me prepararan una nueva con el número de siempre. Nos fuimos al centro, a las oficinas principales, a recoger la tarjeta. Y al salir, a punto de entrar en una tienda a comprar el aparato nuevo, sonó el del chófer. Era mi hija mayor.
Obviamente, me compré un teléfono nuevo. Paramos de camino a casa después del veterinario. No debo estar sin móvil, con todo lo que me pasa, ¿no os parece?
Y hoy me he levantado como siempre, temprano. Es el cumpleaños de la mayor y he intentado aprovechar el rato para envolver regalos. Me he encerrado en mi despacho y empezado a preparar paquetes como una loca. En pijama. Con un café junto a mí. Y de pronto ha sonado el teléfono. ¡Mi profesora de ruso! Se me había olvidado por completo que tenía clase. A correr otra vez. Ducha supersónica, ropa… la primera que he pillado, y a intentar centrarme en la lección. Ahora está dándole clase a la pequeña. Como también ha madrugado, yo solo he hecho la mitad del tiempo previsto y le he dejado a ella la otra mitad. En ese rato he preparado el desayuno especial de cumpleaños y en unos minutos empezaremos las celebraciones. Sí que comienza otra vez bien el día…

Nos hemos ido a Moscú a celebrar el cumple de la mayor (otra vez). Quería comer en el Exhausting Rock Café pero había tanto tráfico que solo hemos conseguido llegar hasta la calle donde está a eso de las three de la tarde. Como ha nevado bastante, varios camiones se habían quedado atascados. Las ruedas giraban sin agarrarse al asfalto y no se podían mover. Así que el atasco era importante. Además, había varias calles con el tráfico totalmente detenido porque iba a pasar algún político. Tienen la costumbre de cortar el tráfico el tiempo que haga falta si va a pasar Putin cualquiera de su gobierno, por lo que es regular encontrarse con esperas de varias decenas de minutos. (Sí, ya sé, sin comentarios…)
Y ya nos hemos venido hacia casa. Donde nos hemos encontrado con la sorpresa que os he comentado antes. Nuestra nueva ama de casa, Gema, una filipina encantadora, nos ha preparado un menú completo para cenar y festejar el cumple de la mayor. Ha comprado los ingredientes, ha cocina y hasta nos ha dejado las instrucciones sobre cómo comerlo. Una pasada. Y además estaba buenísimo: pasta con pollo y verduras, rollitos con salsa agripicante y flan de canela. Hmmmmmmmmmmmm, una delicia. ¿Qué más se puede pedir?
Así que ahora me voy a acostar. Misión de cumpleaños cumplida. Mañana empezamos a preparar Nochebuena. Os seguiré contando.
Un abrazo, J
Y ayer también me llevé otra agradable sorpresa. Una de las vecinas latinas de la urbanización vino a verme por la tarde para regalarme un pastel de calabaza que le había pedido a un amiga americana que preparara para mí porque sabe cuánto me gusta y el tiempo que hacía que no comía uno de verdad. Qué detalle, ¿no os parece? Está de muerte, dulce, suave, con una masa que se deshace en la boca y un sabor único que no tiene ningún otro pastel en el mundo. Mi amiga me había dicho que la repostera es famosa por aquí por la calidad de sus tartas y la verdad es que no creo haber probado una tan buena jamás. Hmmmmmmmmmmm
Hoy he estado ayudando en el cole de la pequeña. Junto con otras tres madres, dos rusas y una búlgara, hemos tenido que preparar y organizar un bingo navideño para los niños. Nos entregaron un fichero con los cartones” que debimos imprimir y plastificar. Y hoy hemos tenido que jugar y cantar las ilustraciones (porque en lugar de números tiene dibujitos de Navidad.) Algunas empresas de padres habían donado regalos, desde camisetas y pequeños juguetes a dos cámaras de fotos y dos teléfonos móviles, así que parecíamos Papá Noel. Ha sido genial que después se nos acercaran varios peques a darnos las gracias y decirnos que se lo habían pasado bomba jugando, incluso aunque no hubiesen ganado ninguno de los regalos grandes. Todos se han llevado algún premio de consolación. A mí me ha servido, también, para conocer a algunas rusas del vecindario con quien espero seguir profundizando.
Y así, poco a poco, nos vamos contagiando del espíritu de la Navidad (que aquí no se celebra).
Hasta pronto. Un abrazo,
Ayer salimos a celebrar el 16º cumple de mi hija mayor. Como le encanta la música, optamos por ir a cenar a un Jazz Bar donde iban a tocar y cantar en directo. El lugar estaba lleno, sin una mesa libre. La comida no fue especialmente suculenta pero se dejaba comer. Tuvimos que pagar una entrada cada uno y luego la cena, claro. La mesa que nos tocó estaba a tres del escenario pero muy centrada, así que se oía y veía perfectamente. El grupo de ayer estaba formado por tres músicos rusos y una cantante estadounidense: Zenia McPherson. El primer número fue musical. Al piano estaba una rusa alta, rubia y flaca, de larga melena rubia y un floripondio negro horrible con plumitas del mismo color sobre uno de los lados de la cabeza. No me extraña que esté tan delgada. Era pura energía. Tocaba el piano y se movía toda ella, se le hinchaba la vena del cuello y no dejaba de tararear, incluso en voz alta, acompañándose mientras hacía música. Nos dijeron que se llamaba Natalia. Al contrabajo estaba un chico joven con visera a lo yanqui y a la batería el jefecillo del grupo, con gorro tipo mafia italiana del Nueva York de los cincuenta. Tocaban con ganas, con gestos, con sentimiento… pero el público no se movía. Sí, aplaudían cuando se acababa un tema cuando Zenia, la cantante, toda expresividad, nos animaba a reconocer así el trabajo de alguno de sus compañeros. Pero en mi mesa yo movía la cabeza, las manos, los pies al compás, mientras mi hija y mi marido hacían lo mismo. Éramos los únicos. Nadie seguía el ritmo con ningún movimiento. Todos estaban sentados educadamente, escuchando, sin menear una pestaña.¿Cómo se puede escuchar esa música, esa marcha, y no dejarte llevar ni un poquito?
Y sin embargo les gustó. Porque se acabó y no dejaron de aplaudir rítmicamente hasta que consiguieron un bis.
No sé cómo serán los rusos en las discotecas. ¿Bailarán? Está claro que la movilidad no movilidad en este tipo de situaciones es cuestión cultural. Tendré que salir más de juerga para descubrir otras peculiaridades.
La buena noticia del día… El cachorro, Pushkin, se ha ido ya a su nueva casa con su nueva familia, formada por los padres y tres niños. Creo que van a ser muy felices, sobre todo la peque, que tendrá unos three años y se enamoró de Pushkin ya un día que nos vio en la puerta del colegio. Es exactamente el tipo de familia que yo quería para el enano. ¡Qué bien!
Y ahora os dejo, que me tengo que ir de compras.
Un abrazo, J
Son hogazas redondas, como las de las fotos, y están de muerte. ¡Qué cosa más rica! El panadero se sube literalmente en el horno para meter la masa dentro y luego sacarla. Es un plan blando, sin corteza y muy, muy tierno por dentro. La masa se deshace al masticarla. Una delicia.
También venden una especie de empanadillas casi tan grandes como esas hogazas pero rellenas de multitud de cosas diferentes: cordero con verduras, queso, pollo, frutas diversas… Y todo con especias diferentes. Están muy buenas.
Todo un descubrimiento fortuito el de esta mañana, pero que seguro que aprovecharemos en el tiempo que pasemos en Moscú.
Un abrazo,
En la urbanización tenemos servicio doméstico. Está casi totalmente dominado por mujeres filipinas que han dejado a sus familias en sus países porque el sueldo aquí es cuatro veces lo que podrían cobrar allí. Pero las condiciones son bastante precarias. Conseguir un visado es harto difícil y con frecuencia caen en manos de mafias que les engañan, les roban y les colocan en una situación de riesgo de ser deportadas y no poder volver a entrar en el país. La nueva chica que vamos a contratar nosotros pasó por eso. La engañaron, la robaron y fue a la policía. Ahora tiene un documento que dice que su visado se está tramitando. Pero tiembla cada vez que ha de salir de la urbanización porque la policía no les tiene demasiado cariño y les para para pedirles los papeles cada 2 x three. Mi filipina” (como se suele hablar aquí) tiene dos peques, niño y niña, y lleva dos años sin verles en carne y hueso. Sí, hablan por skype todo lo que pueden pero imaginaros crecer con una madre virtual. ¡Qué vidas! Y eso que ella tiene suerte. La jefa que tiene ahora le ha dado el dinero para que pueda viajar a su país en Semana Santa. Es un regalo porque estaba muy contenta con ella y sentía, como yo, que no deberían ser las cosas como son. Mi filipina” se supone que se encarga de llevar mi casa al completo: limpia, lava, plancha, cocina e incluso hace la compra. Pero ya me conocéis, yo no suelo dejar que me lo hagan todo. Por ejemplo, me gusta cocinar, así que probablemente siga haciéndolo siempre y cuando tenga tiempo. Claro que no puedo hacer demasiado en cuestiones de limpieza por mis problemas de espalda, pero eso no quita para que me tumbe a la bartola, a ver a otra persona hacer. Últimamente me llaman de continuo del cole de la mayor para que eche una mano cuando algún profe está enfermo, así que me vendrá muy bien contar con ella. Y adora los perros. Su jefa actual tiene dos y eso me garantiza que sabe de qué estamos hablando con los míos. ¡Menudo descanso!
Por eso estoy tan sorprendida por la llamada de ayer. Una mujer me envió un mensaje diciéndome que estaba interesada en el cachorro. Hemos quedado en unos minutos. Pero sí, es filipina. ¿Para qué querrá el perrito? Hmmmm, lo he buscado en web y en su país también se come ese tipo de carne. No quiero ser mal pensada pero no creo que una asistenta de hogar pueda querer complicarse la vida con un perro, sobre todo conociendo las condiciones en las que están en este país. Tendré que esperar y ver qué me cuenta.
Y anoche pasaron más cosas. No os he contado hasta ahora porque todo está pasando muy rápidamente pero bueno… os cuento ya. Hará unos diez días recibimos un mensaje de la redactora de la revista social de la urbanización informándonos que un grupo de cuatro cinco adolescentes encapuchados habían atacado y golpeado a un niño en una de las calles del complejo. A los dos días nos remitió otro mensaje la gerencia explicándonos que los empleados de seguridad habían sido informados aquella misma tarde y que, al no salir ninguna persona con esa descripción por ninguna de las cuatro puertas de acceso, habían llegado a la conclusión de que los matones residen aquí. Unos días más tarde hubo un segundo ataque. Los encapuchados no solo iban con las capuchas puestas sino que llevaban máscaras y no hablaban para que no se les reconociera. Los detalles que se filtraron esa segunda vez resultaron bastante más preocupantes. Y anoche nos convocaron a una reunión en el restaurante. La gerencia nos explicó lo que os acabo de contar y dijo que han comprado nuevas (y mejores) cámaras de seguridad y han contratado a una segunda patrulla para que recorra las calles de la urbanización. La reunión se alargó bastante. La gerencia bla, bla, bla, pero sin propuestas en firme. Ni siquiera se ha recurrido a la policía porque según dijeron, textualmente, eso sería como abrir la caja de Pandora.” Los padres de los niños atacados, e incluso una de las víctimas, estaban allí. Se habló de una posible rencilla entre adolescentes del colegio americano y del británico, ya que los dos pequeños (10-12 años) son del primero. Pero también se oyeron voces quejándose de que realmente no se había hecho nada porque tal vez los atacantes sean hijos de mafiosos rusos y la gerencia no se puede meter con ellos. Hmmmm. Un representante de una empresa privada cuyo nombre no quiso mencionar (aunque todos supusimos que representaba a la embajada de EEUU) comentó que sus propios servicios de seguridad están ya implicados y no van a dejar ninguna piedra sin mover. Añadió el número de familias de su empresa” que residen aquí y aseguró que, si no se resuelve de inmediato, empezarán a marcharse. De hecho, ya ha prometido que no vendrá ninguna familia nueva hasta que no haya complete garantía de seguridad. Gran lucha de poder: la gerencia no se atreve a hacer gran cosa, mucho ruido y pocas nueces, y los habitantes nos negamos a dejar que el terror reine en las calles. El motivo principal de residir aquí es precisamente que creíamos que nuestros hijos estaban seguros para poder salir solos a la calle. Así que no sabemos qué va a ocurrir. Ya os contaré.
Como no hay nieve, hasta Santa Claus ha tenido que improvisar. Este año no hay trineo. Ni pistas de patinaje, ni ríos helados, ni figuras de hielo… Es una pena, y eso que yo estoy encantada de esta ola de calor” que estamos padeciendo…
Un poco triste, la verdad. Luego se ha pasado todo el día lloviendo. Más que lloviendo era calabobos txirimiri, vamos esa llovizna tonta que parece que apenas llega al suelo pero acaba dejándote empapado. ¿Y esto es Rusia? Esperábamos estar ya a -10 por lo menos…
Bueno, se acabó por hoy. No porque no tenga más que contaros, que hay siempre mil cosas, sino porque es hora de hacer la cena. Un abrazo,
J
No, no me he olvidado de vosotros es que no llego a todo. Me dijeron que en el colegio de mi hija mayor (que ya a partir de enero será el de la mayor y el de la pequeña) necesitaban ayuda para la sustitución de profesores cuando se pusieran enfermos los titulares. Con mi experiencia, pensé que bien podía ayudar, así que allá me fui y rellené los papeles. Me ofrecí como sustituta de español y alguna cosilla fácil que pudieran necesitar. ¡Corcho, sí que estaban necesitados! Desde que presenté los papeles hará cinco días, ya he trabajado tres. El primero fue sustituyendo al profe de humanidades de 7º durante hora y media, toda una clase sobre las cruzadas. Pero tuve suerte y fue un buen chico y me dejó la lección preparada al dedillo. Allí me veis, con 19 chavales de 12 años, contándoles qué decía el Papa Urbano para reclutar cruzados voluntarios”. Vimos un trozo de peli, leí un texto en voz alta, hicimos ejercicios, empezaron un management, resolví sus dudas, vamos, una clase en toda regla. Pero parece que a los chicos les gustó. Alguien le dijo a mi hija mayor después que no les importaría que fuese su profe titular yo. Como se suele decir, me alegraron el día.
Y ayer y antes de ayer he estado sustituyendo a una ayudante de segundo de primaria. Se supone que ayuda a dos profesoras diferentes y tenía que estar saltando de un aula a otra según una especie de horario. En realidad, una de las titulares era muy maja y me pedía que le echara una mano en llevar y traer a los niños que les acompañara al comedor, pero la otra… la otra no sé cómo puede dar una clase sin ayuda. Hice docenas de fotocopias, imprimí y recorté fotografías, mandé encuadernar libros, acompañé a los niños, recogí a los niños, atendí a los niños, preparé material para varias actividades, recogí materials desde diferentes esquinas del colegio, leí un cuento en voz alta para los peques, les llevé al patio, les vigilé, les atendí… Y la profesora se quedó sin nada que mandarme. El cuaderno en el que anotaba todas mis instrucciones” se quedó sin tareas pendientes. ¡Qué petarda! Y además le roba horas a la otra titular. Se hace la sueca con el horario y la primera se queda sin ayudante. Pero si el segundo día le tuve que decir que me iba a comer… Según el horario de la asistenta, mi comida era de 12.50 a 13.35. Pues no quería que me fuera hasta la 1. En fin, una de las que hay en todas partes. Pero también tuve mis recompensas. Cuando me pidió que leyera el cuento en voz alta (un rollazo sobre máquinas sencillas, ruedas y engranajes), varios niños y niñas se sentaron junto a mí en el suelo y se me abrazaban a las piernas intentaban darme la mano. Casi al final del segundo día, la profesora necesito-que-me-lo-hagan-todo, al ver que uno de los niños que se había venido a sentar junto a mí era Tom, me llamó a parte y me dijo que se trata de un peque muy necesitado de atención porque su madre les ha abandonado y el padre está siempre en el extranjero, que si no me importaría irme con él a dar un paseo para hacerle caso. Así que ahí me tenéis, dando vueltas por el cole con el niño de la mano, sin parar de charlar. Ya veis que hasta en los entornos más acomodados los hay con necesidades básicas. Pobrecito. Es un encanto de chaval de enormes ojos negros.
como otra niña de la otra clase que el primer día se pegó con dos niños durante el recreo en el que les tenía que cuidar yo. Cuando al closing la castigué a que dejara de jugar” unos minutos, me montó tal pataleta de gritos, lloros y me quiero ir a mi casa” que cuando sonó la campana para volver al aula se negó a levantarse del suelo. Cuando conseguí convencerla y hacer que anduviera para reunirse con sus compañeros me contó que nunca jugaba con nadie, que no la querían, que a ella nadie la invitaba a ningún cumpleaños, que siempre estaba sola, and many others. La jefa de los cuidadores de aquel día me dijo que tenía que informar a la profesora titular de lo que había pasado en el patio. Sí, se lo dije, pero también le dije que la niña ya había recibido su castigo. Al día siguiente, durante el recreo, no se peleó con ninguno y jugó sin mayores problemas. Cuando la felicité por no pegarse y saber jugar bien, se hinchó como un pavito. Y cuando lo mencioné delante de la profesora, creo que creció un par de tallas. Lo dicho, que tener una buena situación posición no siempre da la felicidad.
Lo peor es que el enano es un verdadero Houdini. Intenté que se quedara en la cocina para que no me destroce la casa… todos sabéis cómo es un cachorro. Así que aproveché la puerta antibabies” que había instalado allí para evitar que saliera. Pero qué va. El hueco que queda en una de sus esquinas es suficiente para que se escurra por ahí. Así que llevo días inventándome barricada para evitar que salga. He puesto el cubo del pienso de los perros, un cubo de basura industrial que pesa unos cuantos kilos… lo empuja con la cabeza hasta que consigue arrastrarlo lo suficiente para escapar. He puesto unas bandejas que tengo con cebollas, patatas y ajos… que me encuentro por toda la cocina cuando consigue tumbarla y escapar. He puesto las sillas de la cocina… sobre las que trepa y salta fuera. He puesto… qué no he puesto. Hasta que se me ocurrió atar la bandeja de las patatas y ajos a la puerta antibabies. Así ya no la podía empujar. ¡Qué bien! pensé. Ya está. Ya no se puede escapar. Y recuerdo que subí al dormitorio, donde apareció un par de minutos más tarde. Es imposible, si no puede haberlo roto… qué va. Lo que hace es saltar la valla por encima. No me preguntéis cómo, ya que es el doble de alta que él pero lo hace. Y se lo pasa bomba haciendo caer las decoraciones del árbol de Navidad.
En fin, ya os seguiré contando.
Un abrazo, J
Mi hija pequeña me preguntó qué eran. Fábricas de nubes,” le contesté. Y me creyó. No me extraña. Con su edad yo también me habría creído. Otra de las curiosidades de esta gran ciudad es topar con fábricas construidas en mitad de la ciudad, entre rascacielos y edificios de pisos, entre tiendas y avenidas. Y no solo las hay de nubes, también de productos varios. Y aún ayer mi hija me preguntaba, ¿y para qué querría alguien fabricar nubes?” ¡Bendita ingenuidad! Un día de estos se lo tendré que aclarar pero me encanta dejar que su imaginación vuele y no limitarla a lo cotidiano y obvio. ¿Seré mala madre?
Dicen que Moscú es una gran capital cultural. Y sí, es cierto que todos los grandes conciertos vienen aquí, por ejemplo, y que hay museos y espectáculos en cada esquina. Pero también lo es que la mayoría de la población no podrá acceder nunca a ellos. Hace unos días intenté buscar entradas para ver alguna función en el recién restaurado Ballet Bolshoi. Cuando había alguna disponible los precios más económicos no bajaban de 250-300 euros. ¡Como para ir una familia de cuatro! Y ya por curiosidad busqué otros planes… los precios no eran menores. ¿Cómo puede estar todo lleno, todos los días? No sé, tendré que encontrar la forma de que me las regalen ver si hay, como en otros lugares, chollos de última hora algo. De poco me sirve que todos los grandes vengan a Moscú si son inalcanzables.
Y eso es todo, amigos… por hoy.
Un abrazo, J.
Ya lo siento, pero soy así. Lo hacía cuando period niña, y a mi madre se le ponían los pelos de punta, y lo sigo haciendo hoy. Lo hice en Polonia, en España y lo sigo haciendo aquí. No lo puedo remediar. Me supera. Y mi marido me va a matar.
En los bosques que rodean nuestra urbanización hay muchos perros salvajes. eso nos han contado. En las naves de los polígonos se ven muchos de razas mixtas y gran tamaño que supongo que se utilizan como guardianes. Un vecino nos dijo hace poco que salió a pasear con su perro por el bosque junto a nuestras casas y se encontró con una verdadera jauría. Cuando ya se había hecho con un palo grueso y creía que se le avecinaba una gorda, oyó un silbido. De entre las sombras de los árboles apareció un ser (todavía hoy no sabe si period hombre mujer, joven de más edad) que con una palabra seca consiguió que todos los perros desaparecieran. Mi vecino cree que se trataba de alguien sin hogar que vive en el bosque.
¿Cómo lo voy a dejar? No solo lo van a atropellar sino que, si sobrevive, se morirá de frío y de hambre. Así que lo he metido en el garaje y he llamado a una conocida que tiene dos perras, una recogida de la calle. Como mi mañana estaba más llena que la del propio Putin, se ha ofrecido a quedarse el cachorrito en su casa mientras yo hacía todas mis cosas. Ahora está en casa de otra vecina y tengo a toda la urbanización buscando un nuevo hogar para el peque. ¡Si es que me meto en cada lío! Pero creedme, es un perro especial. He recogido muchos en mi vida, como os decía antes, y no me suelo equivocar. Este también tiene alma”, algo especial, que hará que sus dueños sean muy, muy felices con él. Cuando se encuentren, claro.
Pero no puedo, me supera. Soy incapaz de dejar en la calle a la criatura. Mi amiga me decía que tengo que aprender a mirar hacia otro lado porque aquí hay muchos así. Pero también los había en Madrid y los que recogí resultaron especiales. Nunca hubo ninguno que diera problemas no acabara brindando una felicidad singular.
En fin, que si queréis un maravilloso cachorrito solo tenéis que venir a buscarlo. Por mí, encantada.
Un abrazo, J
Luego me he ido al mercado de Izmaylovo. Se trata, como ya he comentado en alguna otra ocasión, de un mercado de artesanía y otras cosas. En esta época lo que más se expone son las matrioshkas, las muñecas rusas que se esconden una dentro de la otra y figuras varias navideñas. Esta mañana me he reunido allí con unas cuantas vecinas de la urbanización. Yo no quería comprar regalos, buscaba una mesa y un banco, pero no he tenido suerte. El lugar estaba bastante lleno de gente y sin duda había infinidad más de puestos que la última vez que estuvimos que, si no recuerdo mal, period domingo. Tampoco hacía tan mal tiempo y se veía más movimiento. Como podéis comprobar en la fotografía, tampoco es que sea un sitio demasiado apetecible. Hemos comido en unas mesas colocadas al aire libre frente a los puestos de pinchos morunos” de pollo, ternera, cordero salmón. Lo pongo entre comillas porque los shishkebabs, como se llaman aquí, de moros árabes tienen más bien poco. Los sirven con unas finas láminas de pepinillos en vinagreta y la carne está sabrosa. También hemos comprado pan. Lo venden en unas hogazas pequeñas y redondas y más bien parecen pitas que barras al estilo europeo. Nos ha encantado.
Fin de la salida y vuelta a casa para recoger a la pequeña, limpiar un poco, preparar la cena, sacar a los perros… no, no os preocupéis que no os voy a contar todos los detalles.
Hasta la próxima. Un abrazo,
Y tuvimos anécdotas, claro. De pronto nos vimos rodeados de un grupo entero de… ¡sevillanas! Lo increíble es que eran todas rusas. Se habían acercado a nuestra mesa a saludarnos y eso obviamente atrajo un montón de público. En explicit cuando empezaron a tocar las castañuelas. Nos vino de perlas porque era uno de los recuerditos en venta en el puesto y varias niñas se acercaron entonces a comprarlos.
El día pasó en un suspiro. Comimos algo en la sala donde se habían colocado los puestos de alimentos del mundo. Pero llegamos bastante tarde y apenas quedaban cosas que probar. Se había terminado todo lo de países como Nigeria, Madagascar, Singapur… Quedaban pasteles polacos pero esos ya los conozco. Al fina yo opté por una especie de hamburguesa de pollo eslovaca porque parecía lo más fácil de comer en poco tiempo. Y la verdad es que estaba rica. Fue una pena no poder disfrutar de otros productos. Así pasa cuando no estás de visita.
Hacia las cinco de la tarde cerramos caja, hicimos cuentas y fuimos a entregar la recaudación a la asociación. Fue un buen pico. Servirá.
Vuelta a casa, refresco del maquillaje y cena en casa de unos amigos. Hmmmm, sopa de calabaza y cuscús de cordero con pastel de chocolate de postre, todo regado con vinos de Rioja. Genial. Buena compañía, conversación… medianoche. Vuelta a casa. Contentos pero cansados. ¿Veis cómo fue un día largo?
Y hoy tengo algo parecido a una comida con amigos, también. Robert McKee está en Moscú. Para quienes no sepáis quién es, se trata del gran gurú de la escritura de guiones de Hollywood. Está impartiendo su famoso seminario, el que yo ya he traducido tantas veces. Pero, como suele ser ordinary, tiene todas las horas del día comprometidas. Así que nos veremos brevemente durante su descanso para comer, una media horita. Para eso tendré que cruzar Moscú otra vez. ¡Horror! Pero esa os la contaré cuando haya pasado.
Hasta entonces. Un abrazo, J.
También os puedo contar que me estoy volviendo loca con los bancos. ¡Uf, qué pesadilla! Solicitar una cuenta bancaria aquí lleva un montón de días. Mi marido la acaba de conseguir e incluso le han dado una tarjeta visa. Como teníamos pagos pendientes, hoy he intentado efectuar transferencias bancarias a las distintas cuentas. La primera sorpresa ha sido que hay un límite diario que se puede transferir. Varias de las facturas superan con creces ese límite (!!!) La segunda sorpresa es que hay que dar de alta cada número al que quieres realizar una transferencia y, además de los datos bancarios, te preguntan qué tipo de pago estás efectuando: si es un pago por alguna herencia a un no residente, si es un bien servicio prestado a un no residente, si es en concepto de sueldo salario a un no residente, etcétera, pero siempre a no residentes. Como no conseguía efectuar los pagos, he ido a pagar en mano con la tarjeta de crédito. No, no, eso no se acepta. Hay que pagar a través de transferencia. Se me olvidaba comentar que casi todas las facturas están en dólares euros y hay que consultar con el Banco Central de Rusia el cambio oficial POR LA MAÑANA y POR LA TARDE para realizar el pago. Un error lleva a graves problemas, según me han dicho. En fin, como tampoco podía pagar en mano, he llamado a mi marido. A él le han dicho que podía hablar con el banco y que de esa forma le permitirían realizar las transferencias. Lo que no me ha contado, pero he leído después en el electronic mail que ha recibido y que me ha reenviado, es que le preguntaban con toda sorpresa si realmente me había autorizado a hacer los pagos por internet a mí, su mujer, y que tuviese mucho cuidado, que eso no estaba para nada recomendado y que no era seguro (!!!!) Conclusión, hoy por la tarde, los pagos siguen sin estar hechos. Que se fastidien.
Hoy ha comenzado el día temprano, saliendo de casa a las 7 de la mañana para dejar primero a mi marido en la empresa y dirigirme después al colegio de mi hija mayor. Allí teníamos una reunión de la Asociación de Padres y Profesores a las 8.forty five. Había café, té, zumos, aguas, bollería variada… todo cortesía del centro escolar. Los temas que se han presentado (porque no se han tratado ni discutido, no era un debate) han sido variados pero casi todos tenían que ver, directa indirectamente, con la recaudación de fondos para actividades benéficas. También se ha comentado que habrá un nuevo director de seguridad del colegio a partir del lunes y que se ha organizado la visita de un autor para otro día de la semana.
Como curiosidad os contaré que había un montón de cuadros decorando las paredes (creo que alguno lo podéis ver en las fotos) y que uno de ellos period un retrato de Putin. Cuando lo hemos comentado, alguien ha dicho que suele haberlos en todos los locales y que incluso lo han visto de salvapantallas en la clínica privada a la que van al médico. ¿Será una recomendación” que haya una imagen suya en todos los establecimientos pura coincidencia?
Después de la comida hemos vuelto a la urbanización donde nos hemos tomado un cafecito en casa de una de las vecinas.
Sí, ha sido un día de lo más social. No he hecho nada de provecho pero me lo he pasado muy bien. Es agradable salir de vez en cuando y no preocuparse de lo que está por hacer.
Por la tarde he tenido clase de ruso y vuelto a la rutina regular: cenas, casa, familia, and many others.
Otro día más. Un abrazo, J.
Y ya nos han llegado los encargos que hicimos a Tatiana y su hija, las matrioshkas y los Santa Claus. Estoy encantada. Mi Papá Noel queda muy bien en la entrada. Es auténtico. Me parece un recuerdo maravilloso de nuestro paso por Moscú, especialmente porque he conocido a las artistas que lo han hecho. Tuvieron muy buena acogida entre las señoras de la urbanización. Les llovieron los encargos y sé que vuelven dentro de unos días para entregar más pedidos. Es cierto que sus muñecas son mucho más bonitas que las que se ven por las tiendas. Son mates y con un acabado mucho más esmerado. ¡Y pensar que se dedica toda la familia a eso! Así que ya sabéis, si queréis que os encargue verdaderas muñecas matrioshkas rusas, no tenéis más que pedírmelo y decirme con cuantas las queréis: las hay desde tres hasta 16.
Bueno, hoy no os cuento mucho más. Cuidaros y un abrazo, J.
Vera, su hermano y su madre pasaron varios años viviendo en las antiguas tierras de Catalina II La Grande, siempre contando con el apoyo de los trabajadores. Allí la niña disfrutaba del paisaje, del lago, del bosque, de la enorme variedad de fruta que se cultivaba en la zona y de la magia que la rodeaba. Fue una época feliz y bella. Incluso en los días de mayor frío, cuando el hielo formaba escarcha en las ventanas, su madre le animaba a disfrutar de los bellos dibujos que así creaba la naturaleza.
Después llegó el piso compartido en Moscú donde los tres vivían en una única habitación. Y fue allí donde, diez años después del fallecimiento de su padre, se presentó un día una delegación de los escualos de Stalin preguntando por él. Period la época en la que se debían satisfacer las cuotas de arrestos de antiguos afectos al régimen personas a las que se les pudiera achacar cualquier tipo de relación con el sistema anterior, por frágil e inexistente que fuera. Fue una enorme alegría para la madre de Vera, auténtica aristócrata rusa, poder decirles a los esbirros que su marido no estaba con ella y que no le iban a poder encontrar porque yacía en el cementerio desde hacía años.
Y llegó la Segunda Guerra Mundial. El hermano de Vera murió, al igual que otros 30 millones de compatriotas. Ella se convirtió en profesora de inglés, lengua que dominaba (y aún hoy habla con exquisita belleza y precisión) debido a la institutriz y amiga de su madre.
El día que se terminó la guerra Vera lo recuerda como uno de los más bellos de su vida por la alegría reinante y porque todos los hombres y mujeres que se echaron a la calle a celebrarlo se unieron en el regocijo, independientemente de su origen, raza, coloration credo. A Vera le apasionó ver a tanta gente unida sin prejuicio alguno. Aquel día se forjaron, nos contaba, incontables matrimonios entre extranjeros y locales, parejas repentinas y espontáneas que se unieron sin saber qué les esperaba después.
Cuando las aguas se aquietaron, Stalin empezó a temer a los nuevos héroes creados por la guerra y lanzó su segunda campaña de limpieza.” Fue mucho más sórdida y maquinada que la anterior. Cuando en la primera se arrestaba a las pobres víctimas en mitad de la noche, a manos de un grupo de hombres vestidos de oscuro que se acercaban a la casa de su presa en un automóvil negro, en la nueva ola de represión el cinismo y el disimulo fueron sus estrategias preferidas.
Los primeros días los pasó en una sala de grandes dimensiones donde nunca se apagaban las luces, con el fin de minar la fortaleza psicológica de los arrestados. Y después la llevaron a Siberia.
Pero ya no usaban los coches negros con los esbirros de trajes oscuros. El régimen de Stalin se había hecho con una flota completa de automóviles especiales que habían decorado con todo tipo de publicidad falsa de productos y bienes que transmitían felicidad: juguetes, frutas, instrumentos… y period en esos vehículos en los que transportaban ocultos a los desgraciados prisioneros hasta la estación del tren desde donde partían hacia su exilio.
Vera lo perdió todo, incluido su nombre, y se pasó a llamar 294. No había demasiada violencia física en los campos,” nos explicaba. A los que mandaban les interesaba que trabajáramos y fuéramos productivas, no que estuviéramos heridas y sin fuerzas. La comida period escasa y vestíamos un mero jubón deforme pero por las noches disponíamos de la estufa en las cabañas. La temperatura durante el invierno llegaba con facilidad a los -50 grados. Nosotras rezábamos por que bajara un poco más porque, con dos grados menos, podíamos no ir a trabajar. En verano la pesadilla eran los mosquitos y demás insectos que atacaban sin piedad. Yo era muy afortunada. No les gustaba.” La sempiterna alegría y el inquebrantable optimismo de Vera le hicieron encontrar la belleza incluso allí. La taiga period maravillosa. Trabajábamos talando árboles y en las minas de mica. ¡Qué bonita es la mica, tan brillante y especial!”
Vera tuvo problemas para trabajar. No es que no quisiera hacerlo, pero lo suyo no eran las tareas manuales. Los mandamases del campo lo intentaron todo: que la 294 tale árboles.” Imposible. Se le enganchaba el hacha y period incapaz de volver a sacarla de la madera. Que la 294 recoja las ramas caídas.” Imposible. Como Vera no period consciente del peligro de que uno de los troncos le cayera encima, recogía las ramas sin prestar atención a lo que acontecía a su alrededor. Así los demás se ponían nerviosos y temían por su vida. Que la 294 trabaje con una compañera con las sierras.” Imposible. Carecía de la fuerza y la destreza necesarias para hacerlo. Que la 294 vaya a la zona de construcción y ayude en la edificación de la oficina.” La oficina era el gran logro del jefe del campamento. Era un edificio de dos plantas que estaban construyendo las prisioneras en el centro de las instalaciones y del que se sentía tan orgulloso que aquel día había invitado a todos sus amigos a ir a ver los avances conseguidos.” A Vera le habían encargado que enyesara una pared. Y lo intentaba. Con la espátula en la mano, imitaba a sus compañeras y lanzaba el yeso contra los ladrillos para después extenderlo en una fina capa. Pero no lo conseguía. Cada vez, antes de volver a pasar la espátula, el montón de yeso caía al suelo desprendiéndose de la pared. No lo entendía. Solo estaba imitando lo que veía hacer a sus compañeras. Y así le volvió a ocurrir aquella vez. Con tan mala fortuna que, estando como estaba en el segundo piso, el yeso fue a caer exactamente sobre la cabeza del jefe del campo de concentración. ¡Que se lleven de aquí a la 294!”
En el campo había mujeres de todas las nacionalidades. Vera recuerda con especial afecto a Frau Matilda, una anciana alemana que había sido enviada al Gulag por estar trabajando como voluntaria en un museo al que, supuestamente, podían ir espías. La mujer no hablaba ni una palabra de ruso. Period menuda, de apretados rizos blancos como el algodón que rehacía cada noche envolviendo meticulosamente cada mechón de cabello alrededor de un pedazo de papel. Tampoco le encontraban un puesto de trabajo. Hasta que a uno de los oficiales se le ocurrió que podría dirigir al caballo encargado de tirar del carro del trineo con los desechos de los váteres al aire libre que todos los días se llevaban al bosque para limpiar la zona. La mujer lo intentó. El primer día se acercó a la bestia y le ofreció un pedazo de pan en la mano. El caballo comió la ofrenda pero se negó a moverse. Ella asió las riendas y tiró. Nada. No se quería mover. Claro,” exclamó de pronto el oficial. Este caballo solo responde a las más duras palabrotas en ruso. Es lo único que entiende. Frau Matilda, deberá aprender las palabras.” No,” le dijo Vera a su amiga, no lo hagas, es denigrante.” Pero tengo que trabajar,” respondió la anciana. Además,” prosiguió, no entiendo las palabras. No tiene importancia.” Y tras varios días de esfuerzo y tesón, no solo aprendió los términos, sino también el tono apropiado, consiguiendo que el caballo por fin respondiera a sus órdenes.
Vera pasó seis años en el Gulag. Cuando las liberaron, el estado le pagó el billete de tren de vuelta a Moscú y dos meses de sueldo. Se reincorporó a su puesto de trabajo con el consejo ( las instrucciones) de olvidar el pasado y continuar con su vida.
Hoy Vera nos anima a mirar la vida de frente y con alegría. Los malos nunca ganan,” afirma con convicción y fuerza. El amor y los buenos siempre triunfan.”
Ha sido un honor conocer a alguien como Vera. Ojalá hubiera más personas con su espíritu y su alegría en el mundo. Quería compartirlo con vosotros.
Un abrazo.
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